Reino de Sombras y Esmeraldas

By AJTorrealba

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Un rey decidido a oprimir toda la magia del mundo, dispuesto a ser el causante de un genocidio en contra de t... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1: Moneda de plata
Capítulo 2: Hilos, nudos y señales.
Capítulo 3: De pieles y nada
Capítulo 4: Aún en el silencio
Capítulo 5: Vazzelort's
Capítulo 6: La capital de Ursian
Capítulo 7: Tinta insoluble
Capítulo 8: Lo que se esconde bajo la montaña
Capítulo 9: Invisibles a plena luz
Capítulo 10: Espectadores en la oscuridad
Capítulo 11: Cautela arrolladora
Capítulo 12: Cierta convicción
Capítulo 13: Líneas cruzadas
Capítulo 15: Que no te atrapen
Capítulo 16: Lo que une un puente
Capítulo 17: Desertores y esperanzas
Capítulo 18: Peticiones inesperadas
Capítulo 19: Contactos indeseados
Capítulo 20: Luz, algo inesperado en ese lugar
Capítulo 21 : Nuevo Fulgor
Capítulo 22: El valor se asoma
Capítulo 23: Entre máscaras
Capítulo 24: No te sofoques
Capítulo 25: Huir del huracán
Capítulo 26: Madrugadas inquietas, lo habitual
Capítulo 27: Fragua de incertidumbres
Capítulo 28: Elíxires
Capítulo 29: Círculo de fresnos
Capítulo 30: Secretos en común
Capítulo 31: Estrellas en la oscuridad
Capítulo 32: El exilio
Capítulo 33: Cien vidas de dolor
Capítulo 34: Té y dulces amenazas
Capítulo 35: Verdugos a la luz
Capítulo 36: El rugido del viento
Capítulo 37: El halcón siempre cumple
Capítulo 38: Sus nombres en el viento
Capítulo 39: El halcón y la primavera nunca los abandona
Capítulo 40: Los legítimos
Capítulo 41: Serpiente de plata
Capítulo 42: Jardín Vaie
Capítulo 43: Años por recuperar
Capítulo 44: Reencuentros, hielo y metal
Capítulo 45: Jaula de oro
Capítulo 46: Veintiún rosas
Capítulo 47: El viento y la oscuridad
Capítulo 48: Dominio de fuego

Capítulo 14: Sin descansos ni treguas

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By AJTorrealba


Año Caxacius, Mes de la Hoguera, día 30

13:59 horas

Su corazón latía furiosamente y se apretaba en su pecho, los rostros de la gente y edificios a su alrededor distorsionándose ante sus ojos.

Podía decir que su mente estaba igual o más agitada que su corazón, los recuerdos de la última hora y otros de unos cuantos años atrás mezclándose en su mente, y tuvo la agónica sensación de ahogarse.

Un pozo profundo cavándose a sus pies, haciendo que los contornos de su vista se tornasen oscuros.

<<Salgan de mi cabeza, por favor. Salgan todos>>, dijo ella en su mente, esquivando a la gente y bloqueando el puente que se mantenía en su consciencia, unida a la de su hermano. Podía sentir que él estaba nervioso por ella, pero la dejó en paz por el momento.

A penas había llegado junto a Bastian y Asher a casa cuando tuvo la necesidad de salir de allí, sus pies llevándola a las calles de la ciudad para evitar colapsar dentro de las paredes de su habitación

Habían regresado de la mansión de los Chadburn, en la que un convaleciente Julian yacía postrado en una cama, pálido y recuperando fuerzas luego de haber caído repentinamente.

Por lo que Joanne y Enriz le habían contado, Julian había estado quejándose por el calor antes de que una violenta tos le había robado el aire de los pulmones, haciéndole caer.

Todos cayeron con él, en pánico.

Al enterarse, ellos acudieron a la casa de los Chadburn tan rápido como pudieron.

Ella había sido la primera en entrar en la habitación, el corazón latiendo rápida y dolorosamente, seguida por Bastian y Asher, descubriendo a Joanne y Enriz sentados en un tranquilo silencio a los lados de la cama donde Julian descansaba.

Ella caminó hasta el pie de la cama, mirando el delgado y pálido rostro de Jules.

A decir verdad, no había parecido que hubiera sufrido algún tipo de ataque o que le doliera algo. Solo estaba... Durmiendo.

Su pecho subiendo y bajando acompasadamente.

Enriz Chadburn levantó la cabeza hacia ellos.

—Está bien –afirmó serenamente, respondiendo a la pregunta no formulada que pesaba en el aire-. Sólo necesita algo de descanso.

Ella miró a Joanne, que extendió su mano para tomar la toalla que estaba sobre la frente de Julian, humedeciéndola nuevamente.

Algo en su interior se agrietó violentamente ante el escenario que le ofrecían. La mirada suave y llena de añoranza que tenía Joanne al observar a su hijo, la misma que tenía Enriz.

Los padres de Julian, preparados para esa situación y conscientes de que no podían hacer nada para curar a su amado hijo, y que solo podían limitarse a aliviar su fiebre con paños húmedos y esperar a que se pasara el mal rato.

Después de un momento, Enriz y Joanne se levantaron de sus asientos tras mirarse y se dirigieron a ella y a su hermano, que seguían mirando a Julian en silencio.

—Quédense cuánto deseen, los dejaremos solos –escuchó que decía Joanne, su esposo encaminándose a la puerta de la habitación seguido de Aher. La mujer tomó gentilmente la mano de ella, y fue entonces que ella parpadeó, enfocándose en el rostro de la madre de Julian-. Julian estará feliz de verlos.

Cuando finalmente ella y su hermano se quedaron solos, hombro a hombro en la habitación de su amigo, ella sintió sus labios temblar, su corazón apretado con miles de nudos de una manera dolorosa.

Se acercó para sentarse al lado de Julian en la cama, intentando no moverlo, y ella pensó que hacía demasiado frío. Él estaba cubierto hasta el pecho por una sábana ligera.

Tras lo que había pasado, lucía tan tranquilo durmiendo que cuando ella tuvo el impulso de tocarle la frente, dudó por un momento, dejando la mano suspendida a medio camino.

Temía que fuera a deshacerse si lo tocaba.

Pero, intentando que su mano no temblara, ella tocó el cuello de Julian, descubriendo la alta temperatura de su piel.

Percibió a Bastian moverse para sentarse al otro lado de la cama, pero ella seguía mirando con el ceño fruncido lo pálido del rostro de Julian, de una manera poco natural, y subió la mano para tomar la toalla, que se había recalentado en poco tiempo.

Antes de reemplazarla, ella apartó con delicadeza y profundo cariño el cabello húmedo que caía por su frente. La respiración de Julian cambió, removiéndose en sueños, y escuchó a Bastian reír por lo bajo.

Ella miró de reojo a su hermano con exasperación, pero él había volteado para mirar hacia una ventana de la habitación, el fantasma de una sonrisa en su rostro.

Devolvió la mirada hacia Jules, descubriendo el tenue color rosado que había aparecido en sus mejillas. Y deseó guardar ese momento.

Aun mientras Julian no estaba en condiciones para hablar, estaba respirando.

La vida aun en su cuerpo. Respirando.

<<Sabemos que lo que hay en mi sangre puede parecer nada ahora, lejano e improbable, pero puede consumirme más rápido de lo que se consume un papel en el fuego>>, había dicho Julian.

Considerar que la vida de Julian era un milagro no debería siquiera ser una cuestión. No para él. Él debía vivir.

Levantó la cabeza hacia Bastian.

—Todavía hay tiempo para detenerlo –dijo ella en voz baja, y su hermano la miró.

—¿El qué? –inquirió Bastian, alzando una de sus cejas.

Ella, que había estado acariciando el cabello de Jules, se dio cuenta de lo permisivo que había sido su gesto y se retiró desganadamente, limitándose a sujetar su fría mano.

—La maldición –respondió ella, evitando mirar a su hermano-. Hay que encontrar al demonio que la pronunció. Si no hacemos nada, esto seguirá progresando y yo...

Finalmente, expresaba aquello que le preocupaba y dolía tanto, pero los fuertes sentimientos le impidieron terminar la frase. Por suerte, Bastian no necesitaba más explicaciones.

—La maldición tiene unos cuantos siglos en la familia Chadburn, y todos han intentado encontrarlo –negó Bastian, encorvándose un poco-. Es poco probable que nosotros lo logremos.

—Sigue siendo una posibilidad –dijo ella, cerrando sus atormentados ojos-. Además, sabemos que los Chadburn no han salido jamás de Etrernya. Hay otros medios para encontrar esa cosa.

Bastian se tensó, comprendiendo a lo que se refería.

Por un momento, ambos se miraron fijamente, una conversación intensa fluyendo a través del puente que los mantenía unidos y sincronizados aun en el silencio. Aun cuando estaban perdidos.

Ahora, ambos con la misma preocupación por este amigo que...

—No pueden hacerlo –escucharon una voz baja, rasposa.

Julian.

Con una sacudida, ambos se inclinaron sobre Julian, que tosió débilmente y levantó una mano para acomodar la toalla en su frente. Sus ojos azules parpadearon sobre ella, apagados, pero esa simple acción hizo que su propio corazón saltara a la vida.

—¿Estás despierto? –preguntó Bastian, su frente oscilando mientras escudriñaba el rostro de Julian, muy cerca.

Julian, de alguna manera, empujó a Bastian lejos de su cara, resoplando.

—No, están teniendo alucinaciones frente a mi cadáver –respondió, y Bastian pareció herido antes de que el humor saltara a sus ojos nuevamente-. Idiotas.

Ella le dio un ligero apretón a su mano, que se lo devolvió, haciendo que algo caliente y gentil se instalara en su pecho.

—¿Qué es lo que dices que no podemos hacer? –preguntó ella, y Jules le miró.

—Buscar al demonio. Es peligroso y no quiero que corran riesgos por culpa de mis problemas y de mi familia.

Ella se enderezó, un hilo de furia rozando su garganta antes de desaparecer nuevamente. Se cruzó de brazos.

—Como si fuera un problema... -replicó ella, pero Julian continuó hablando.

—Además, tendrían que renunciar a mucho si piensan salir de Etrernya. Yo prefiero esta vida, lo que me quede, antes de no poder verlos nunca más a ustedes –su voz era suave, y Bastian bufó, desviando la mirada rápidamente. Ella captó claramente lo que pensaba su hermano. Prefería una vida sabiendo que él estaba vivo-, y no considero que valga la pena que pierdan el tiempo en eso. Esta ha sido una constante en mi familia que nadie ha logrado cambiar.

Y en sus palabras quedó implícito que no pensaba consentir que ellos intentaran lo que sea que planearan.

Al terminar de hablar, su voz –que había estado tomando fuerza poco a poco- falló y comenzó a toser.

Ella acercó rápidamente un vaso de agua y pensó que, aunque Julian no tenía cómo saber qué tan ciertas eran sus palabras, tenía razón.

Ese sería un viaje del cual no volverían.

Pero aun así...

—Jules, no es justo que nos pidas que no hagamos nada. Sobre todo si nos conoces tan bien –dijo ella en voz baja, la tos de Julian calmándose.

Ahora Julian se había apoyado en sus codos y, aun estando tan débil como en ese momento, iluminó su rostro con una de sus brillantes sonrisas.

—Es lo único que les pido –dijo Julian con tranquilidad, sin saber que sus palabras se clavaban en su corazón como estacas. Y estarían allí por toda la eternidad-. Sólo vivan y disfruten sin perder el tiempo. Estarán insultándome si pierden el tiempo.

Bastian se cruzó de brazos, cerrando los ojos dramáticamente.

—Vaya última voluntad más problemática...

No había terminado de hablar cuando ella le había golpeado por la espalda, y su hermano se quejó mientras Julian reía.

Pero un golpe seco que escucharon a sus espaldas -proveniente de un gran armario en la esquina de la habitación-, les hizo guardar silencio y voltear hacia allá.

Una de las puertas comenzó a abrirse silenciosamente por una pequeña y delgada mano, para luego descubrir el sonrojado rostro del hermano pequeño de Julian.

Dio un paso fuera del armario alternando la mirada entre los tres, y ella pudo notar que su cuerpo temblaba como una hoja.

La sonrisa de Julian no vaciló.

—Gideon, ¿qué hacías escondido allí? –preguntó animadamente.

El rostro de Gideon se contrajo y ella sintió su corazón encogerse cuando el niño corrió hacia la cama, aferrándose al torso de Julian mientras sollozaba intensamente, con algo que seguramente era terror y dolor.

Julian intentaba tranquilizarlo, su voz suave, y ellos salieron de la habitación.

Debían dejar solos a los hermanos.

Una vez en el carruaje de regreso a casa, ella y su gemelo habían permanecido en silencio mirando por las ventanas, Asher lanzándoles miradas furtivas.

Era sumamente difícil actuar como si nada pasara frente a Julian, para no incomodarlo, pero fuera de su vista y el resto de los Chadburn, podían dejar ver la angustia que sentían.

Antes de darse cuenta ya habían llegado a casa y, con un paso de autómata, ella se dirigió a la elegante sala, donde se sentó en uno de los sofás.

Un momento después, Bastian se sentó a su lado con un suspiro y ella se dejó caer en su costado, apoyando la cabeza en uno de sus anchos hombros.

Allí estaba, ese agotamiento que entumecía su cuerpo, más emocional que físico, esa sensación que esperaba no experimentar nunca más. Se encontraba luchando por dejarla ir, deshaciéndose de los fríos hilos que le impedían respirar libremente, apoyándose en la tranquilidad y calidez que le brindaba la presencia de su mellizo.

La imagen del joven Gideon quedó grabada en su mente, temblando de miedo al mirar a su hermano mayor en tal estado.

El sonido de pisadas le alertó que Asher había entrado en la habitación. La mano de Bastian acariciaba su cabello, respirando pesadamente, y sabía que estaba intentando reprimir algún sentimiento en silencio.

Su hermano, que siempre hablaba y bromeaba, no quería hablar.

Ella tampoco.

Él le pellizcó suavemente una mejilla.

—Anne, debo salir a hacer algo –dijo su hermano en voz baja.

Ella se tensó un segundo, sin querer que se fuera, pero asintió a su vez, separándose. Él se levantó lentamente, saliendo de la habitación.

Cuando ella abrió los ojos, Asher estaba de pie frente a uno de los ventanales, por los cuales entraban las tenues luces del grisáceo día, el cielo sobre ellos cubierto de nubes sombrías.

—Esto es basura –escuchó que Asher murmuraba, bajando la mirada a sus manos-. Sé que Enriz y Joanne lo esperaban pero... No sé cómo pueden lucir tan tranquilos sabiendo que desde ahora Julian solo va a empeorar.

Cierto, porque lo que le había pasado ese día a Julian marcaba un punto de partida, convirtiéndose en una carrera. Primero iría por sus pulmones, debilitándolo progresivamente hasta el punto que salir de su cama sería imposible.

Entonces él anhelaría que su vida acabara.

Ella cerró fuertemente las manos sobre la falda de su vestido.

—Pero sigue vivo y pronto podrá levantarse de la cama –dijo ella, intentando que su voz no temblara-. Mientras siga vivo, todos seguiremos engañándonos entre nosotros para que Julian no sea infeliz.

Asher dirigió su mirada a ella y cuando habló, lo hizo con cuidado, como si temiera su reacción ante sus palabras.

—Algo que espero después de este desafortunado giro, es que no los acorrale a ti y a tu hermano, y que les haga salirse de sus propias casillas –dijo Asher.

Ella arqueó una ceja.

—Es ridículo preocuparse por eso ahora. No vamos a escapar, si a eso te refieres –respondió ella, y Asher se tensó en su lugar.

—Dices escapar como si esto fuera una prisión.

—Y tú hablas como si pensaras que vamos a huir y alejarnos para no ver morir a Jules –interrumpió ella, las palabras dejándole un horrible sabor en la boca, incluso para ella. Miró a Asher, sintiendo sus ojos arder al desafiarlo-. Este es nuestro hogar, y hace tiempo que entendí que uno de los términos para vivir mi vida era ver morir a la gente que me rodea, de una forma u otra –ella pausó por un momento, desviando la mirada-. No es que lo acepte, pero ahora mi hermano y yo debemos respetar la voluntad de Julian.

Porque, por más doloroso que resultara, era algo inevitable y ella no podía hacer nada al respecto.

—Me alegra que sepas que esto está fuera del alcance de cualquiera de nosotros –dijo Asher, volviéndose para mirar por la ventana, y ella torció el gesto-. Sé que tienes malos recuerdos de situaciones similares a esta, y puede ser que...

<<¿Tenías que sacar el tema?>>

El rostro de ella cambió inmediatamente, alejando cualquier sentimiento hasta formar una máscara de hielo.

—No voy a escuchar esto, Asher –intervino ella secamente, adivinando a dónde quería llevar la conversación.

—... Que ahora puedas comprender que a veces no hay culpables.

En un parpadeo, ella se había puesto de pie y se dirigía a la salida.

—¿Por qué siempre huyes de las conversaciones incómodas? –le preguntó Asher a su espalda, haciéndola crisparse-. No fue nuestra culpa, Anne. Lo que pasó con esa pobre niña, tu amiga.

—Rina.

Ella se detuvo en la puerta, y sus ojos miraron con un peligroso brillo a Asher, su voz como un látigo.

—Su nombre era Rina –espetó ella, y Asher se silenció-, deberías haberte aprendido ese nombre. Sigue repitiéndote eso si te permite seguir viviendo, Ash, pero eso no significa que sea verdad.

Y con eso, ella había abandonado su casa.

Habiéndose zambullido en las bulliciosas calles de la ciudad, sentía sus emociones hechas un caos.

<<¿Cómo puede decir que no tenemos la culpa?>>, se preguntó ella, haciendo una mueca ante la dolorosa presión en su cabeza.

Un recuerdo asaltó su mente.

La oscuridad de un sótano. Mordazas.

Una mirada de disculpa y una sonrisa sangrienta.

Una hemorragia incontenible de un hombro destrozado.

El recuerdo de Rina siempre era acompañado por la sensación de que un agujero en su pecho se abría.

Su amiga había muerto cuando ambas tenían quince años. Los enemigos de Asher habían estado buscándola a ella, no a Rina, pero desafortunadamente tenían rasgos físicos similares y pasaban bastante tiempo juntas.

Los ojos, debieron haberle visto los ojos antes de capturar a Rina.

Inconsciente en el suelo, ella no había podido evitar que Rina pusiera en marcha un plan que, si bien les compró tiempo, no salvó la vida de ambas.

Ella había salido con vida de ese infierno. Rina no.

La presión en su cabeza empeoraba, tal vez el precio a pagar por intentar reprimir las tormentosas emociones que bullían en su interior, apretando los dientes cuando algo en sus venas chispeó en respuesta a sus emociones. Chispeó en verdad, la oscuridad deslizándose en sus venas y su vista.

Al doblar en una esquina, miró hacia un ventanal que ocupaba todo el frente de una tienda y reflejaba la calle, mirando el movimiento de las personas a su alrededor.

Con una mueca, pensó que tal vez no debió haberse rodeado de gente en ese estado, en el que cometer una imprudencia era más probable, sintiendo los pensamientos y emociones de quienes la rodeaban, las garras de su mente ansiosas por saltar y devorarlos a todos.

Un flujo en sus venas intenso e irregular, que se volvía aun peor cuando se alteraba.

Si alguien hubiera estado siguiendo su rastro, la hubieran encontrado sin mucho problema.

En una esquina encontró a un grupo de personas mirando algo en una vidriera, murmurando entre sí y señalando, algunos de ellos envueltos en capas, y entonces ella se dio cuenta de lo expuesta que estaba.

Con vestido y sin capa.

Una figura grande estaba al margen del grupo y ella pasó a su lado, vislumbrando bajo la capucha el rostro de un hombre, hermoso aun con parte de su rostro en las sombras. Él había alzado su cabeza, sus ojos fríos, cuando ella se acercó, sus miradas cruzándose.

Con una sacudida de su visión que la desestabilizó momentáneamente, el dolor en su cabeza aumentando, tuvo la abrumadora sensación de que –por un segundo-, su sangre había sido reemplazada por lava, haciendo que todo ardiera para luego desaparecer.

Todo su interior había ardido. Sus órganos, sus venas, la sangre hirvió. Su cerebro, e incluso la chispeante oscuridad en sus venas pareció haberlo sentido, por alguna razón la encontró regocijándose en el ardor.

Ella logró mantenerse en pie y darle una mirada oscura al desconocido antes de alejarse, la forma en que él frunció el ceño en su dirección grabándose en su mente.

Se encontró a si misma reflejada en esa mirada.

Esa sensación... Había algo que le daba la ilógica impresión de que lo conocía.

Cruzó una calle, fundiéndose nuevamente entre la gente para luego ser expulsada en un callejón entre dos grandes edificios.

Un callejón prácticamente a oscuras y sin salida.

Una vez estuvo fuera de la vista de las personas, se tomó la oportunidad para calmarse, apoyándose en una de las rugosas paredes de ladrillo y cerrando los ojos.

Su respiración agitada no interfirió su capacidad de escuchar, y el aleteo de una bandada de aves en el cielo sobre ella, que se alzaron repentinamente en vuelo le alertó.

—¿Necesitas compañía, linda?

Ella miró con aburrimiento a los tres hombres que se adentraron en el callejón, sus posturas pedantes en sus cuerpos cubiertos por ropas estropeadas, mirándola como si fueran gatos arrinconando a un ratón por diversión.

Se separó de la pared poniendo sus manos tras su espalda y, sin intentar ocultarlo, apareció en su mirada una inclinación hacia el desprecio.

Como si no fuera suficiente con todo lo que tenía en su mente, no faltarían esos despreciables tipos que desbordaban la ciudad, aquellos que no tenían otra cosa que hacer sino molestar y jugar a ser dominantes, considerando al resto como su presa.

Detestaba a esas cucarachas.

Uno de ellos la miró de pies a cabeza, humedeciéndose los labios con una sonrisa porcina.

Y entonces también notó sus ojos.

Negros.

Ojos completamente negros.

Sin un centímetro del globo blanco que rodearía sus iris.

No frunció el ceño. No se estremeció. No corrió.

La habían elegido como su presa, pero ellos no sabían que ella se había dado cuenta hace unas cuantas calles que la estaban siguiendo.

Y los condujo directo a ese callejón.
















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Bueno bueno buenooo, acá me emocioné JAJAJAJAJ

Me emocioné y lloré mucho con este capítulo. Quiero abrazar a mis niños y protegerlos de todo mal y dolor, ¿no les pasa?

Quiero abrazar a Bastian, a Annelisa, y proteger a Julian. Si uno de ellos es infeliz, los otros son infelices. Y ya NO QUIERO QUE JULIAN ANDE EN CAMA

Quiero desahogar mis sentimientos por Julian pero eso lo haré con ustedes cuando lean AJANSJA.

Yo ando sintiendome un poco rara hoy, con malestar, pero espero que no sea nada. Igual, que pasen un feliz fin de semana, disfruten y cuidense mucho.

Los amo mundos, lobitos de mi corazón.

Espero les guste el cap, nos leemos el otro finde!

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