Alec

بواسطة nayftes

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Una nueva guerra trae consigo a una futura directora en prácticas al Instituto de Nueva York. Bajo la tutela... المزيد

ALEC
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CAPÍTULO ESPECIAL
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37(SEGUNDA PARTE)
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بواسطة nayftes

EPISODIO 45:

—¿Jonathan? —repetí el nombre—. ¿Él te ha hecho algo?

Hera negó con su cabeza repetidas veces. Trataba de encontrarle sentido a todo esto, pero no era capaz. Ver aquella sangre en su boca, me trajo aquellos agrios recuerdos con Magnus. Todavía recuerdo la preocupación y el miedo oprimiendo mi pecho, mientras trataba de reanimarlo. Su nariz había empezado a sangrar, y empezó a hablar en lo que es uno de los idiomas demoníacos. Todo por la magia de aquel brujo.

Ahora que Hera conservaba la magia de Darek, y si bien no puede darle uso como había hecho Magnus, ella es una shadowhunter. Su cuerpo no está hecho para conservar magia en su interior, mucho menos una tan poderosa como la de ese brujo. Debíamos extraer esa magia de su cuerpo, la misma que su propio sistema rechaza y se lo hace saber de distintas formas.

—Él quiere mi poder —empieza a explicarme, con mirada ida—. Me dijo que tiene información que desconocemos, y que me resultaría muy útil.

—¿"Dijo"? —inqueri. Mis dedos se aferraron a sus brazos, y los apreté ligeramente—. ¿Cuándo te lo dijo, Hera?

—Hoy. A la mañana fui a la cabaña donde se estuvo refugiando Darek.

—Mentiste. Cuando le dijiste a Isabelle que habías ido a una librería.

Hera se veía abochornada ahora que había descubierto su mentira. La castaña podía tener muchas cosas malas, pero decir mentiras no es una de ellas.

—E-Eso es lo de menos, Alexander —se levantó de golpe, y empezó a caminar en círculos—. Jonathan debe conocer alguna forma de romper el vínculo sin necesidad de que alguno de los dos muera.

Aquel brillo en su mirada. Uno que nunca antes había visto, pero que a diferencia de todos los demás, no me augura nada bueno. Que Jonathan fuese conocer del poder que ambos albergamos mediante nuestro vínculo, es algo que juega en nuestra contra. Se podría decir que recién había nacido, y sin embargo parece ir varios pasos por delante de nosotros. Incluso sin querer, durante esa conversación que ambos mantuvieron en la cabaña, Hera le pudo aportar una gran información. Por no hablar que no podemos fiarnos de él, y mucho menos de que conozca la manera de romper mi vínculo con ella, de manera que ninguno de los dos muera.

—¿Porqué piensas eso? ¿A caso te lo dijo o simplemente lo insinuó?

—Me confirmó que tenemos un lugar dentro de sus planes. Sin duda por muy poderosos que seamos, no nos servirá de nada si no sabemos como usarlos —farfullo, sin apartar su mirada del papel que seguía frotando contra la palma de su mano.

—Pero no puede ser nuestro poder el motivo por el cuál acabas de sangrar —me enderecé, tirando el papel manchado a la basura junto a su mesado—. De ser así, yo también debería notar algo teniendo en cuenta que está repartido entre ambos.

—Pero yo tengo algo que tú no tienes, y sin embargo a mi tampoco me pertenece.

—La magia de Darek.

Confirmar mis sospechas solo hace que reviva aquella escena con Magnus. La vigilo de cerca esperando que en algún momento su cuerpo colapse y yo tenga que entrar en acción. Camina cómo el mismo porte y la misma seguridad que por los pasillos del Instituto, mientras se dirige hacia el despacho de la Inquisidora. Los shadowhunters la saludan, así como algún que otro miembro de la Clave que alcancé a reconocer. Saber que se había formado entre estas paredes, rodeado de miembros honorables como ellos, me hace sentir una envidia sana por ella. El Alexander que era antes de la llegada de Clary y lo que está desencadenó, anhelaria haber sido instruido por las mismas personas, y de la misma manera en que lo habían hecho con ella.

—Qué grata sorpresa.

Jia no duda en levantarse de su trono para rodear con sus brazos a su pupilo. Hera corresponde sin tanto entusiasmo, y le da fin lo antes posible.

—Jia, necesito devolverle esta magia a quien le pertenece —sus palabras le sientan como una patada en el estómago—. Mi cuerpo no ha sido diseño ni creado para contener magia. Mucho menos una tan fuerte como la de un sucesor del Príncipe del Infierno.

—Hera, devolverle a Darek su magia, sería como darle un arma cargada y dejar que nos apunte con ella en la sien —adopta un tono más serio y profesional, dejando de lado cualquier afecto que sienta por mi esposa, tomando su lugar como la Inquisidora—. He incluso si se la transfiriesemos a otro brujo, a saber que haría con una magia tan poderosa como la de Darek. El único brujo al que se la confiaría sin titubear, ha muerto.

Magnus. Jia se refiere a Magnus.

—Pero la magia me está consumiendo —la sigue hasta el escritorio, donde se sitúa frente a ella—. La siento arder por mis venas, y no sé cuanto tiempo aguantaré. Necesitamos un recipiente, algo donde poder contenerla.

—¿Necesitamos o necesitas, Hera? Son conceptos muy distintos.

—Morira —hablo por primera vez, atrayendo la atención de ambas mujeres. Las palabras crudas parecía ser lo único que lograba hacer pensar a la Inquisidora—. Si no transfiere la magia de Darek a otro recipiente, Hera va a morir. En su cuerpo, esa magia es como un cáncer que va arrasando con todo a su paso, y cada segundo se acerca más a los órganos vitales.

—Cuando un brujo recibe magia de otro, su cuerpo puede rechazarla como ocurre en ocasiones durante un trasplante de órganos. Debéis encontrar la manera de que su cuerpo tolere la magia, y por ende que no la mate.

—Eso es como si nos pidieses que le encontremos la cura al cáncer —murmura Hera, sin muchos ánimos de pelear por primera vez en su vida.

—Quizás no sea necesario una cura. Tal vez con una quimioterapia sea suficiente —insinúa, con sus ojos puestos otra vez en uno de sus tantos papeles.

¿Dónde había quedado esa calidez con la que la había recibido y abrazado nada más cruzar la puerta? Al igual que Hera, yo también conocia las dos personalodades de Jia Penhallow. Primero estaba su faceta como madre, aquella que había mostrado sobretodo cuando su hija Aline se juntaba conmigo, Isabelle y Jace siendo pequeños. Pero desde que había pasado a ser nombrada como la Inquisidora tras la muerte de la abuela de Jace, una nueva faceta había surgido, y si bien podía comprenderla hasta cierto punto, jamás la escogería sobre su lado cariñoso y agradable. Mucho menos, después de haber presencia una escena como esta, lo que me permite comprender mejor porque incluso después de tanto tiempo de convivencia, Hera no se había encariñado con ella ni la mitad de lo que lo ha hecho con Isabelle, o Clary.

—Hera, vámonos.

Les di la espalda, dispuesto a volver al instituto lo antes posible. Cuanto antes empezasemos, antes podremos encontrar una solución. Encontraré un recipiente donde contener la magia de Darek, sin matar o herir gravemente a la actual portadora más de lo que la magia ya hace de por sí. Jia había acertado al describir la magia como una especie de cáncer.

—No podemos irnos todavía —se negó, demasiado ofuscada consigo misma y con Jia, como para pensar con claridad.

Me di la vuelta, mirando con mi ceño fruncido a la chica de ojos avellana. Por primera vez, vi una parte sensible e indefensa que poco tiene que ver con un estado físico si no más bien con uno emocional. Jia no dejaba de ser uno de sus puntos débiles después de todo, incluso más que su propia madre. Si Judith le hubiera respondido lo mismo que Jia, Hera probablemente se habría reído en su cara, porque una parte de ella siempre se esperará lo peor de su parte. Pero con Jia era muy distinto, porque por mucho que hubiese tratado de mantenerse profesional, y que la castaña la viese como una maestra durante su formación, su lado maternal había salido la luz de manera inevitable. Incluso si fue por unos escasos momentos, Hera, que estaba acostumbrada a la actitud y la carisma de una madre como la suya, las migajas que se le caían al suelo a la Inquisidora, no eran pasadas por alto por su maltrecho corazón, necesitado de esa amor de madre que todos anhelamos.

—Hera —mis manos acunaron su rostro, con mis pulgares acariciando sus pómulos afilados—, encontraremos una solución, ¿de acuerdo? Tengo un par de ideas en mente, pero necesitamos a cierta pelirroja.

Mis palabras de aliento fueron como un bálsamo que alivió su dolor por unos instantes. Mientras tuviésemos una alternativa, Hera resistirá a lo que se le oponga. Mi esposa es una jodida luna que adorna el cielo todas las noches, pero la fé, su pasión por la lectura, su amor por sus seres cercanos, son los pequeños átomos que juntos forman el sol que le aporta esa luz por la noche. Y yo, su esposo, solo espero no ser una nube negra que prive a los terrenales de semejante obra de arte. Porque quizás no sepa mucho sobre pinturas o que grupos y cantantes está de moda. Pero si sé sobre qué cosas que gustan, y cuáles no. Y Hera... Hera me gusta. Me gusta mucho.

—Brujos, vampiros y seelies dentro de un instituto de shadowhunters. Y ninguno está muerto ni amenazando a otro de muerte. Me gusta.

Alexander había logrado su cometido, devolviéndole a Hera esa vitalidad que parecía haber perdido en algún punto de la historia. Tener frente a ella a Lorenzo Rey el gran brujo de Brooklyn, puesto que recuperó su puesto tras la muerte de Magnus, además de Merliorn, un seelie fiel a su reina, pero débil ante la belleza que desprende las shadowhunters.

—La primera vez nos sentimos igual que tú, pero luego uno se acostumbra —le aseguró el diurno, con sus bonitos colmillos.

—Aunque al menos la última vez conocíamos el motivo por el cuál nos transportaremos hasta Edom, así que ir desenbuchando, shadowhunters —exigió el seelie, quien era el más reacio puesto que a diferencia de los demás, Merliorn debe responder ante su reina.

—Se trata de Darek, el hermano de Magnus y la magia la cuál ahora reside en el interior de Hera —empieza la explicación Alexander, depositando su confianza en ellos así como lo hizo aquella vez.

—Pero tu cuerpo no está preparado para contener semejante cantidad de magia —intervino el brujo, el más conocedor sobre el caso. Había sentido la magia de Magnus sobre sus propias carnes, y era sumamente poderosa por mucho que odiaese admitirlo. Incluso si Darek no era el primogénito, seguía siendo hijo de Asmodeus—. Mucho menos la de un descendiente de un Príncipe del Infierno.

—Además, Jonathan Morgenster está tras ella —una mueca se posa en la boca de la castaña, recordando al peli blanco y su conversación—. Quiere devolvérsela a su propietario, quien sigue cautivo y bajo la custodia de la Clave.

—Si Darek a logrado revivir a Jonathan con su magia, así como hizo Lilith, a saber que otras cosas puede hacer con ella —se lamentó Isabelle, pensando en su viejo amigo, y lo fascinada que se quedaba cada vez que Magnus usaba su magia. Energía de él de una forma tan natural, como lo es para un pintor crear una obra de arte—. Por eso debemos impedir que se haga con la magia. Necesitamos un recipiente nuevo, y que no le cueste la vida a alguien.

—¿Y consideráis que en Edom se encuentra dicho recipiente? —interviene una vez más el vampiro.

—Bueno, la magia proviene de los brujos, y estos son hijos de demonios —responde a su pregunta Jace, quien al igual que la anterior vez, es al que menos le entusiasma volver a pisar el árido suelo de Edom.

—Queréis darle la magia de Darek a Asmodeus —por supuesto, Lorenzo es el primer en unir puntos—. Es sin duda el que tiene un mayor porcentaje de soportar la magia, al fin y al cabo, no deja de ser descendencia de la suya propia.

—Además, Magnus le entregó su magia a su padre a cambio de su ayuda para liberar a Jace del control que ejercía Lilith sobre él, cuando lo tenía preso como el búho —continúa Alexander, el cabecilla de la misión. Tal y como les había sugerido Jia, el príncipe del infierno no era la cura, pero si una quimio—. Su pudo con la de su primogénito, podrá también con la de su hijo más pequeño.

—¿Pero que nos asegura que el recipiente no le devolverá la magia a su dueño original? —el seelie lanzó la pregunta que todos estaban evitando.

—Asmodeus no acepta de buena manera a Darek. Es más, lo ha rechazado hasta la fecha —habla por primera vez la pelinegra, quien después de Jace es la menos entusiasta. Aunque teniendo en cuenta que es la vida de Hera la que corre peligro, volverá a Edom y mucho más.

—Pero Magnus esta muerto, y eso convierte a Darek en el primogénito —el seelie habla con la verdad, incapacitado por su propia naturaleza a mentir—. Asmodeus no es un recipiente seguro, por ello debo negarme a vuestra petición de llevaros a Edom a través de un portal.

—La última vez lo hiciste a parte de por el bien de todas las criaturas vivientes, el que Isabelle corriese peligro allí sola era el motivo de gran peso.

—No podemos perder más tiempo —intervino Alexander ansioso aunque no lo demostrase—. ¿Estás en esto o no, Merliorn?

La mirada del hada se poso primero en la hermana del azabache, quien mantuvo un rostro impasible. Isabelle quería que si antiguo amante se apuntaba una vez más en una misión suicida, lo hiciese por cuenta propia, y no ser ella quien influya en su decisión. Luego sus ojos viajaron a la castaña, quien a su vez es el recipiente de dicha magia. La recordaba de aquella vez que junto a los otros shadowhunters lo fueron a visitar al reino seelie. Seguía siendo igual de bonita, aunque sus facciones se habían vuelto más marcadas debido a la pérdida de peso. Definitivamente algo no está bien con ella, y por algún motivo su reina es conocedora de la importancia de su personaje en toda esta historia.

Sí la vida fuese un tablero de ajedrez, Hera no sería la reina, tampoco el rey. Sería complicada, salvaje e indomable como lo son los caballos que se desplazan por el tablero saltando por encima de otras fichas.

—¿Quién será el afortunado esta vez?

—Yo no, gracias —se retiró Jace, quien ya había sufrido la maldición de no poder mentir. Ocasión que el seelie por supuesto no desaprovechó.

—Yo me pido al brujo —anunció Hera por todo lo alto, entrelazando su brazo con el de Lorenzo. Por supuesto, el brujo se sintió adulado porque la joven lo hubiese escogido a él.

—En ese caso yo iré con el seelir—la azabache besó la mejilla de su prometido, quien la rodeó por la cintura y la pego a su frío cuerpo todo lo que pudo.

—¿Entonces Alec y yo...?

—Yo me apunto.

Las reacciones entre los presentes fueron variadas, ante la llegada de la licántropo. Simon, Clary e Isabelle eran sin duda los más emocionados.

—Eso significa que Clary deberá permanecer fuera —comentó Belle, mirando a su parabatai—. ¿Eres capaz de usar tu runa en nosotros sin usarla en ti misma?

—Sí —le aseguro la pelirroja, agarrando el brazo de quién tenía más cerca, el cuál resultó ser Jace—. Tú irás con Simon, ya que te encanta tanto los chupasangre...

—¿Las runas no los lastimará? —inquirio con inseguridad la castaña, viendo como Claryssa le hacia la misma runa al vampiro—. Y por cierto... ¿Quién eres tú? —apuntó con su dedo a la loba.

—Maia Robert —extendió su mano morena hacia ella—, alfa de la manada de Brooklyn.

—¿Esa no era la manada de Lucian?

—Cuando se convirtió en shadowhunter, cedió su puesto a Maia, quien la verdad, siempre mostró más aptitudes para ser la alfa que él —le resumió Claryssa, quien frente a ella esperaba a que le extendiese su mano para trazarle la runa—. Sólo arderá un poco. La peor parte viene después con el círculo y el fuego.

Claryssa no le había mentido. Poco después, Lorenzo se había encargado de trazar un pentagrama con sal negra, mientras Isabelle encendía velas a su alrededor. Pronto, esa iluminación se vio insignificante cuando el brujo hizo arder en llamadas el pentagrama, como si hubiera traído un cacho del infierno a la sala dentro del instituto.

—¿Se supone que ahora tenemos que meternos...ahí?

Ni la loba ni Hera se veían especialmente entusiasmada. La segunda sabía que no había remedio, y esta es la forma más rápida de llegar a esta Edom. Por otro lado, la primera empezaba a arrepentirse de haber apuntado a una misión con estos shadowhunters en concreto, pues siempre parecer estar de mierda hasta el cuello, con un plan suicida como la mejor opción de todas.

La quemazón era intensa, aunque soportable. Trataban de calmar ese ardor con gritos y gruñidos que salían de sus bocas sin permiso, mientras el suelo de volvía inestable bajo sus pies, y la temperatura no hacía más que ascender. Cuando sus pies tocaron la tierra oscil que formaba Edom, soltaron sus manos. A diferencia de la última vez, todos había acabado en un mismo lugar, y no divido en parejas con la persona correspondiente a la cuál se había intercambiado.

—Asmodeus debe seguir bajo aquella grieta, al igual que la última vez cuando vinimos a por Magnus —apuntó con su dedo Jace la inmensa grieta de tono amarillento que destacaba entre las nubes grisácea y los truenos y relampagos que surcaban los cielos por encima de sus cabezas.

Todo tipo de demonios alados surcaban los cielos, siendo conscientes de que allí, son los dueños y amos de este. Habían ganado a los shadowhunters en esa dimensión, haciendo jaque matte en pocos movimientos. En esta dimensión, el mal, había ganado.

—Si tú tienes los poderes de Merliorn, significa que no puedes mentir... ¿Cierto?

Simon no podía ocultar lo divertido que le parecía la ocasión de que su prometida no pudiese mentir. Podría hacerle cuantas preguntas quisiera, incluso aquella que por tanto tiempo quiso saber, y a Isabelle no le quedaría otra opción más que la de ser honesta.

—La magia está ligada a los sentimientos, Hera —le advirtió el brujo, recordando la primera cuando fue a Alexander quien le tocó sus poderes de brujo.

Las manos de la joven desprendían un aló amarillo, que perseguía a sus manos trazando un recorrido en el aire. Se veía realmente encantada con la situación, disfrutando del momento antes de tener que enfrentarse al antiguo suegro de su esposo.

—El odio o la ira aumentará el poder de tu magia, y al ser sentimientos inestables carentes de razocinio es más probable que perdías el control sobre ella. Recomiendo que te enfoques en pensamientos positivos, ya sea haciendo uso de recuerdos pasados, o de tu amor hacia Alexander —le aconsejó el frujo, mientras la veía hacer sus primeros trucos prácticamente inútiles. Por un momento se vio a sí mismo de pequeño, viendo las primeras muestras de su poder.

—Es preferible que no apele a su amor por mi parabatai, capaz es de prenderle fuego al propio infierno —se burló Jace contra su oído, antes de huir a velocidad vampirica.

—Cabrón.

El grupo se tomó unos minutos para acostumbrarse a sus nuevos cuerpos, probar sus fuerzas, la velocidad a la que corrían. Aquello, resultó ser un muy buen ejercicio de empatía. Quizás la próxima vez, Alexander comprendería mejor cuando un lobo dijese que los vampiros apestan a muerto. Así mismo, también percibía olor sumamente agradables, como el de su hermana. Pero en especial, habia uno cítrico que estaba causando estragos en su interior, y lo curioso es que provenía de cierta bruja temporal.

—¿Es normal que unos olores sean más intensos que otros? —le cuestionó a Maia, sin querer entrar mucho en detalles. El poder de la runa de Clary era lo suficientemente como para que la loba, engañase al cuchillo serafín, quien se iluminaba bajo tu tacto sin dudar.

—¿Lo dices por el olor de Hera? Huele muy bien, ¿cierto? Como a naranjas recién exprimidas mezcladas con... ¿Cómo se llama esa flor?

—Jazmín.

La de pelo rizado miró al hombre con una suave sonrisa. Podía hacerse una nítida idea de lo que Alexander percibe en esos momentos. El olor de tu alma gemela es algo abrumador, intenso y pasional, según han descrito muchos.

—Es natural que percibas con mayor intensidad a Hera. No sólo su olor, si no también su presencia. Los mundanos lo llaman alma gemela, media naranja, pero los licántropos hablamos de mates.

—Leí sobre ello en un libro —Alexander trata de hacer memoria, con su mirada fija en los demonios que sobrevuelan por encima de sus cabezas—. Pero pensé que era una leyenda, una falacia.

—Bueno, la historia sobre aquella shadowhunter y aquel lobo también es una leyenda —la morena chasqueo su lengua, disfrutando de esta nueva aventura, y sorprendida de no sentir desagrado por su temporal yo—. Pero aquí estáis los dos, con una  unión más fuerte que la de dos parabatais. De echo, creo que no hay mejor manera de describir tú relación con Hera, que la de dos mates que se encuentran en cada vida.

Alexander y Maia dejaron la conversación ahí, aunque el primero tenía bien claro que la retomaría en algún punto. Juntos, empezaron a avanzar hacia donde el príncipe se encuentra.

—¿Habéis escuchado eso? —alertó Alexander al grupo, sobre estimulado ante el gran desarrollo de audición.

—Olerlo desde luego —Jace hizo una mueca de asco, antes de llevarse una mano al estómago—. ¿Alguien más está hambriento o solo yo?

Simon sacó una petaca del bolsillo interior de su cazadora. Por supuesto, el líquido en su interior poco tiene que ver con sustancias alcohólicas. Se lo lanzó al rubio, quien lo atrapó con velocidad vampirica.

—Sangre cien por ciento orgánica. Es como si siendo mundano sólo te alimentases de comida vegetal —le alentó Simon, quien comprendía la contradicción del rubio, así como la hambre que debe sentir. Correr a esa velocidad, es algo cansado.

Tal como había sospechado Hera, los demonios voladores que habían ignorado su presencia desde que pisaron esas tierras hostiles, no serían un gran inconveniente. Los demonios terrestres ocultos tras las grandes rocas que tanto Jace como Alexander había percibido a través de sus sentidos ahora desarrollados, sí.

—Yo me ocupo de ellos, vosotros adelantaros.

La emoción por usar su magia temporal para achicharrar a un enemigo, era palpable en la voz de la castaña. De sus manos crepitaba una llama caliente, que prometía hacerlos arder.

—Veo que alguien se está adaptando muy bien a la magia —se burló con cariño Isabelle, sin poder ocultar el orgullo en su mirada.

Ver a la chica desbordar esa seguridad mientras la magia fluía por sus venas, era algo que la hacía sentir nostálgica. Tener a un brujo tan poderoso como Magnus en el grupo, había sido muy útil. Su muerte no sólo suponía la ausencia de su encantadora y chispeante personalidad, también la falta de la sabiduría de un hombre que había vivido durante tantos años. Sin él brujo, la vida se había vuelto más complicada.

Claro que nadie esperaba que Hera fuese la sustituta de Magnus. Mucho menos que acabase casada con Alexander. Por esperar, esperaban a una malcriada con aires de grandeza que se cree el centro del mundo. Por supuesto que ella misma se encargó de demostrarles lo equivocados que están respecto a su persona.

—Hera, tú eres la que debe ir hasta Asmodeus, por ti es que estamos aquí —le recordó Alexander, sintiendo los gruñidos arañar sus cuerdas vocales. Le frustraba aquel lado masoquista o incluso suicida que su mujer saca a relucir en los momentos menos oportunos—. Así que deja que ellos se encarguen de estos demonios, y sigamos.

—¿Porqué siempre te encargas de quitarle lo divertido a las cosas? —se encaminó hacia el farfullando, ligeramente molesta. Había escogido unirse al brujo por algo, y Alexander estaba interrumpiendo en su investigación.

—Porque alguien debe tomarse esto en serio.

—Cabe la posibilidad de que no podamos derivar la magia de Darek a otro recipiente, lo que será como condenarme a la muerte —Hera pateo una piedra con su pie, siendo consciente de la tensión que se había apoderado de cada músculo del cuerpo situado junto al suyo—. No sabemos nada. Es como estar caminando a ciegas. Desde el momento en que mi hermano murió, Raziel, mis padres, la Inquisidora, todos esperaban algo de mí. Me habían trazado el camino que debía seguir, y me habían puesto ellos mismos las piedras con las que debía tropezarme para ser quien ellos quieren que sea.

—¿Pero...?

Hera lo mira de soslayo. Su pelo oscuros, sus mieles se ven como el oro bajo los tonos rojos que iluminan el lugar. Su piel se ve tostada, y sus runas brillaban bajo las luces. Las largas pestañas que enmarcan con mirada, proyecta una suave sombra bajo sus ojos. Mirase por donde lo mirase, Hera solo puede llegar a una misma conclusión; su esposo es terriblemente atractivo.

—Pero entonces me enviaron a cierto instituto liderado por un frívolo director —le dio un pequeño golpe en sus costillas con el codo, y pateo otra piedra que se había cruzado en su camino—. Lo conocí a él y a su camarada. Un peculiar grupo donde poco o nada tenían en común los unos con los otros, y sólo parecían estar de acuerdo en lo mucho que se quieren.

—¿Y tú? ¿Tú les quieres, Hera?

¿Me quieres? ¿Tú me quieres, Hera? Eso es lo que quería preguntarle en realidad, pero a diferencia de su parabatai, él sí podía callar, y mentir. Incluso mentirse a sí mismo.

Hera alzó su cabeza, desviando su mirada al hombre quien para su grata sorpresa este ya se encontraba mirándola. Le hubiera gustado tener una cámara instantáneas para poder sacarle una fotografía en ese momento. Pero debería conformarse con una imagen mental, y cruzar los dedos rezando para que no se le olvide nunca.

—Sí, así es.

La fémina apartó la mirada, incapaz de seguir mirándole con esa intensidad. Alexander tiende a mirarla como si pudiera desnudarle el alma, pero sin hacerlo porque sabe que tarde o temprano, ella se desnudará para él sin la necesidad de pedírselo.

—¿Por qué?

La castaña quiso bromear con él. Decirle que de pronto está más preguntón de lo habitual, si es que se debe a su unión con Maia y su parte licantropa temporal tiene que ver algo con ello. Pero si decía aquello, rompería la armonía que los envuelve en ese momento, y probablemente tarden otra buena temporada en volver a conversar como lo están haciendo ahora. Por ello, y consciente de que la vida no es sólo recibir, si no también dar, optó por responder a su pregunta.

—Es por quién soy cuando estoy con vosotros.

Fue el graznido de los demonios alados, los responsables de traerlos de vuelta a la realidad. Una no muy alentadora, a juzgar por la peculiar construcción frente a ellos, donde en su interior se encuentra Asmodeus.

—Vamos allá —se alentó a si misma la castaña, antes de ser la primera en cruzar el umbral de la puerta, como caperucita entrando en la boca del lobo.

nota:  no se porqué motivo me pone este antes que los capítulos 43 y 44. Mañana trataré de solucionarlo lo antes posible.

Espero que les haya gustado el capítulo, y disculpad la tardanza. La imaginación no ha estado de mi lado hasta hoy.

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MIO بواسطة jimecad

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