Su última esperanza

By almarianna

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Libro 3 Serie Peligro. ♡ Luego de un tiempo en la cárcel, Gabriel necesita empezar de nuevo. Sus acciones del... More

Sinopsis
Booktrailer
Nota de autora
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Personajes
Nota de autora

Epílogo

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By almarianna

Por primera vez en casi un año, Gabriel salió de trabajar antes de que anocheciera. Se sentía agotado y lo único que deseaba era llegar a casa junto a Ana. Habían sido duros meses de sacrificio y arduo trabajo para poder montar su propia empresa de seguridad privada, pero lo había conseguido y estaba orgulloso de sí mismo, de sus logros y del rumbo que por fin había tomado su vida.

Aunque estuvo a punto de aceptar la propuesta de Pablo para que se uniera a las fuerzas, semanas después de mudarse a Misiones, terminó rechazándola. Lo suyo iba por otro lado, pero no porque no se sintiera capaz, como tal vez le habría pasado antes, sino porque no compartía la misma vocación de servicio. A él le gustaba más lo privado, eso que Emilio le había enseñado cuando trabajaba bajo su ala, y la idea de ser su propio jefe no le desagradaba tampoco.

Por supuesto, no lo había hecho todo solo. Su viejo amigo lo había ayudado al ponerlo en contacto con ex agentes de impecable trayectoria que, por diversos motivos, no se encontraban activos y buscaban dedicarse a algo que estuviese relacionado, pero que no implicara tanto desgaste físico o exponerse al peligro. Y también había recomendado sus servicios a figuras importantes de la política con los que tenía relación debido a su profesión.

Lucas, por su parte, también colaboró y, junto con Ana, desarrollaron un software que monitoreaba, por medio de GPS, tanto al personal de seguridad como a los vehículos de la flota utilizados, accediendo a su ubicación en tiempo real. Esto le permitía tener mayor control sobre sus empleados y poder brindar una respuesta inmediata ante cualquier posible eventualidad. Tras lo sucedido en Buenos Aires, no quería tener que depender de los tiempos de otros para poder hacer su trabajo. Y no se había equivocado. Esta era una de las características más buscadas por sus clientes y lo que lo diferenciaba de las demás compañías.

Dispuesto a sorprender a su mujer y compensarla por todo el tiempo que pasaba fuera de casa, encargó la cena en su pizzería favorita mientras cruzaba la calle para entrar en la florería y comprar un ramo de seis rosas rojas; su color preferido desde que la había visto con aquel osado y sensual vestido durante el show en el que estuvo a punto de cargarla sobre su hombro y bajarla del escenario. Esperaba que, con esos pequeños detalles, sintiera lo importante que era para él. Y tal vez, si no estaba demasiado cansada —su trabajo también era muy demandante—, podrían compartir una velada romántica.

Con esa idea en mente, se apresuró a entrar en el edificio y llamó al ascensor. Aunque no podía quejarse del pequeño departamento en el que vivían, lo cierto era que no veía la hora de mudarse. Le gustaba contar con espacio y extrañaba mucho tener un lugar al aire libre donde poder hacer un asado a la parrilla o simplemente, sentarse a tomar un café y apoyar los pies descalzos sobre el césped. Por fortuna, acababa de cobrar el dinero de la venta de su casa y pronto empezarían a buscar propiedades por la zona.

Todos sus planes para esa noche se derrumbaron nada más abrir la puerta. En el medio del living, Emma saltaba sobre el sofá riendo sin parar mientras Ana la sujetaba de las manos para que no se lastimase. Frente a ellas, Tomás, el hijo de Pablo y Daniela, las observaba, divertido. Sin duda, habría creído que no volvería hasta tarde y por eso aprovechó para invitar a los pequeños. Al parecer, iba a tener que postergar la intimidad para otro momento.

—¡Tío Gabriel! —gritó la niña de repente y toda su frustración se evaporó en un instante.

De alguna manera que todavía no terminaba de entender, la pequeña hacía lo que quería con él. Tal vez porque era muy parecida a Ana con esa chispa e inagotable alegría que la caracterizaba, o quizás por la dulzura que transmitía, la cual era la misma que había conocido en Lucila. Para su alivio, las cosas con ella estaban menos tensas, y a veces, incluso, podía jurar que sonreía cuando los veía juntos, como si le resultase divertido el intercambio entre ellos.

—Hola, monita —la saludó del mismo modo en que lo hacía Ana.

Emma se carcajeó al oírlo, provocando que su tía también lo hiciera.

—Creo que tengo competencia —dijo, divertida, a la vez que caminó hacia él para recibirlo con un beso.

—Jamás, preciosa —aseveró contra sus labios—. Además, tampoco quisiera meterme en problemas. —Señaló con la cabeza hacia donde se encontraba Tomás.

Este lo miraba con expresión seria, como si estuviese analizándolo. "De tal palo, tal astilla", pensó al ver en el niño el vivo reflejo de su padre.

Ana rio ante su comentario.

—No seas malo. Son chiquitos todavía, además de casi primos.

—Casi, vos lo dijiste —pinchó, sonriente.

Pero antes de que ella pudiera replicar algo, le entregó el ramo de flores. Una vez más, lo agasajó con esa preciosa sonrisa que tantas cosas provocaba en él.

—¡Son hermosas! Gracias, mi amor. —Frunció el ceño, de pronto—. También trajiste pizza. ¿Estamos celebrando algo?

—Mmmm, ¿que estamos juntos?

—Sos muy lindo, ¿lo sabías?

Estaba por bromear al respecto cuando unos golpes en la puerta lo interrumpieron.

—Debe ser Luci. ¿Le abrís mientras llevo esto a la cocina y busco las camperas de los chicos?

La miró por un instante, seguro de que su petición no había sido del todo inocente. Era evidente que ella también deseaba que resolvieran sus asuntos.

—Perdón, Anita, se me hizo re tarde —la oyó excusarse en cuanto abrió la puerta. Notó cómo su expresión cambiaba de forma abrupta al verlo—. Ah, hola —murmuró con timidez—. ¿Y Ana?

—Enseguida viene. Pasá por favor —indicó mientras se hacía a un lado para dejarla entrar.

—¡Mamá! —gritó su hija al verla. Era muy efusiva.

—Emma, bajate del sillón por favor y andá a buscar tu campera que nos vamos. Vos también, Tomi.

—Quiero quedarme un ratito más. ¡Porfi, porfi, porfi! —suplicó con insistencia sin dejar de saltar.

—No, ya es tarde y estuviste todo el día acá.

Se notaba que estaba nerviosa.

—Pero el tío Gabriel acaba de llegar.

—Dale, Emma, basta. Tu mamá ya te dijo que no —intervino Tomás con la seriedad y autoridad propia de alguien mayor.

El chico rara vez hablaba, pero cuando lo hacía, todos le prestaban atención.

—Ufa —replicó ella, resignada. Aun así, le hizo caso y se bajó del sofá.

Incapaz de ver la tristeza en su carita, Gabriel metió la mano en su bolsillo para buscar el chocolate que recordaba haber guardado allí.

—Creo que tengo algo para vos, monita —dijo a la espera de la enorme y radiante sonrisa que sabía que vendría.

Sin embargo, al sacar la golosina, cayó también un sobre doblado y gastado por el paso del tiempo. Se congeló en el lugar al comprender lo que era y, en el acto, dirigió sus ojos a los de Lucila quien, absolutamente inmóvil, miraba fijo el papel. La había reconocido. Era la carta que le escribió tiempo atrás y le fue devuelta sin abrir.

Justo en ese momento, Ana regresó con los abrigos. Un segundo le llevó comprender lo que sucedía.

—Emma, Tomás, vengan conmigo. Necesito que me ayuden con algo.

Los dos obedecieron de inmediato. Sin duda, habían percibido la tensión en la expresión de los adultos, ya que se fueron sin chistar.

Se apresuró a recogerla del piso. Por su aspecto gastado y ajado, sabía que se daría cuenta de que la había leído una y otra vez y no quería incomodarla. Pero ella lo sorprendió al preguntarle al respecto.

—¿La guardaste durante todos estos años?

Asintió.

—Siempre la tuve conmigo.

—¿Por qué?

La miró a los ojos antes de responder. Esta vez, ella le sostuvo la mirada.

—Como recordatorio —admitió, sincero—. Necesitaba poder anclarme en algo para no volver a perder el rumbo.

La vio tragar con dificultad, antes de limpiar la humedad de sus ojos. Estaba llorando.

Con una nueva determinación que no había sentido hasta el momento, extendió una mano hacia ella y le entregó la carta.

—Es tuya. Yo ya no la necesito —señaló con seguridad—. No espero que la leas, aunque me gustaría que lo hicieras. —Hizo una pausa para ordenar sus pensamientos. Hacía mucho que deseaba sincerarse, no obstante, tampoco quería abrumarla—. Sé que te lastimé, Lucila, y te juro que me arrepiento de eso cada día que pasa. —El temblor en su voz denotaba la emoción que sentía en su interior, esa angustia contenida en su pecho durante años—. Pero no puedo seguir castigándome por el pasado. Debo dejarlo ir y para ello, es preciso que te haga saber todo lo que no pude decirte en ese entonces.

Para su sorpresa, ella aceptó la carta. Luego, lo tomó de la mano y la apretó con suavidad.

—Sabía que el hombre que conocí no había desaparecido. Me alegra volver a verte, Gabriel.

Sonrió al oírla y con lágrimas en los ojos, asintió. Lucila finalmente lo había perdonado. Ambos estaban listos para liberarse de un pasado doloroso, para aceptar lo que pasó y poder seguir adelante, no solo por el bien de Ana, sino también de ellos mismos.

Un rato después, luego de hablar y decirse todo lo que tenían guardado dentro, Lucila se marchó. Emma se había puesto insistente con que quería quedarse a dormir y como siempre conseguía lo que quería, los niños pasarían la noche allí con ellos. En ese momento, se encontraban profundamente dormidos en el piso, acostados sobre la manta que habían colocado estratégicamente para que miraran una película.

Ellos, en cambio, estaban sentados en el sofá. Aunque la noche no había resultado como la imaginaron, ninguno de los dos cambiaría nada.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Ana al verlo sonreír de repente con la mirada puesta en los pequeños.

Al oírla, volteó en su dirección.

—En la familia —respondió en un tono de voz bajo y profundo—. Siempre soñé con tener una y ahora sé que la quiero a tu lado.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó, cautelosa.

Gabriel amplió la sonrisa al percibir sus nervios y, acomodándose hasta quedar frente a ella, la tomó de las manos.

—Que quiero que estemos juntos por siempre. ¿Te casarías conmigo, preciosa?

Jadeó ante la sorpresa. Sus ojos se humedecieron al instante y una sonrisa temblorosa asomó en su rostro.

—¡Sí! —respondió con voz trémula—. Por supuesto que sí, mi amor.

Ambos lloraron, emocionados, antes de fundirse en un beso tan tierno como arrollador, y todo a su alrededor dejó de existir.

Él pensó que ya no había redención posible después de lo que había hecho y que acarrearía con la culpa por el resto de sus días. Ella, que estaría sola por siempre y que jamás encontraría lo que su hermano y el mejor amigo de este tenían. Sin embargo, la vida está llena de sorpresas y constantemente nos brinda nuevas oportunidades.

Cuando sus caminos se cruzaron, el destino de ambos cambió. Se habían buscado sin saberlo y al encontrarse, no solo hallaron amor, sino también esperanza. Su última esperanza.


------------------------
¡Y llegamos al final de la historia! ❤️
Uff, qué decirles. Para mí, en lo personal, fue una montaña rusa.

Gabriel siempre fue un personaje difícil de escribir para mí, ya desde Bajo su custodia. Tal vez porque tiene muchas cosas mías jajaja.
Cuestión que sus sombras, por momentos, reflejaban las mías y todo el dolor que él experimentaba lo sentí como propio.

Por suerte, pude darle el final que merecía, esa redención que tanto deseaba y le resultaba difícil de encontrar. Y por supuesto, de la mano de la maravillosa Ana. Nadie más que ella habría logrado sanar un corazón tan lastimado, ¿verdad?

Ahora, me tomaré un largo y necesario descanso. En verdad, Gabriel y Ana drenaron toda mi energía.

Lo próximo que se viene serán los demonios, supongo, pero no quiero aseverar nada.

¡Espero que les haya gustado!
Si es así, no se olviden de votar, comentar y recomendar.

En el próximo apartado, como siempre, podrán ver los personajes.

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