A tu lado ©

By ElenaaL04

10.8M 553K 114K

Obra TOTALMENTE registrada. Código: 1505104058586 Cualquier plagio será denunciado legalmente. Cada paso que... More

Aclaraciones antes de leer.
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capitulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo.
Aclaraciones y segunda parte.

Capítulo 25

177K 12.7K 2.1K
By ElenaaL04

—¿¡Qué demonios te sucede, Gabrielle!? ¡Te lo advertí! —Me gritó enardecido.

Me quedé helada, estupefacta sin saber cómo reaccionar, mucho menos qué decir; me hallaba en un estado de shock absoluto. Él se veía más que furioso, pero incluso ante la furia súbita que desprendía y mi atónito estado, mi única preocupación fue mi humano, quien sorprendió y preocupado se apresuró a mi lado, arrodillándose mientras me tomaba de la mano.

—¿Estás bien? —Preguntó preocupado; asentí y él fijó su vista en Hadrien con odio puro— No tienes ningún derecho de tratarla así.

Oh no. No, no, Brent ésa no era una buena idea.

Hadrien dio una zancada y luego otra, cerrando las manos en puño aproximándose de a poco hacia nosotros destilando maldad pura. Si antes creí verlo furioso, en esta ocasión superaba cualquier imagen que yo haya tenido de él.

—Estoy bien, vete —llamé la atención de Brent. Volvió el rostro abruptamente hacia mí.

—No voy a dejarte con él —dijo con la determinación centelleando en su mirada.

—¿Quién demonios eres tú? —Lo cuestionó Hadrien en voz baja y muy amenazante.

—Por favor, sólo vete —intenté acaparar la atención de Brent para que sólo tuviera ojos para mí.

—¿Él es tu prometido? —me preguntó ignorando mi petición, sonando su voz incrédula. Y lo entendía. Éste no era el comportamiento propio de un prometido hacia la mujer con la que uniría su vida, sin embargo, lo que yo hice tampoco estuvo nada bien.

—Sí, ahora lárgate —escupí lo más fría posible. No obstante, a él no pareció afectarle en lo absoluto—. Estaré bien —insistí tratando de hacerle entender que debía salir de aquí.

—De acuerdo —aceptó resignado al notar la súplica en mis ojos.

Debía impedir que Hadrien lo hiriera, si lo asesinaba, jamás me lo perdonaría, además que la sola idea de que aquella sucediera, me hacía partirme de agonía y ciertamente no me quería imaginar lo que sería experimentar completamente el dolor de perder a tu alma gemela.

Segundos después Brent me dedicó una última mirada, se incorporó y se dirigió hacia donde se encontraba la gente, brindándome un alivio que duró poco al ver como a Hadrien iba detrás él, atrapándolo por el cuello mientras ejercía mucha presión que temí le rompiera el cuello.

—Te hice una pregunta, humano —gruñó estampando su frágil cuerpo contra la pared, golpeando su cabeza.

La rabia creció estrepitosamente en mi interior, nada comparada a la que sentí cuando Hadrien me golpeó, cuando lo vi teniendo sexo con sus mujeres, el enterarme que también estaba con Amelia o al asesinarme; no, esta vez no era así, la sensación de furia que experimentaba nunca la había sentido hasta ahora, despertó de forma súbita al ser consciente de que Brent corría peligro.

—¡Déjalo! —Grité empujando a Hadrien con todas mis fuerzas, sin saber de dónde o cómo saqué el valor y el poder para poder alejarlo.

Él abrió mucho los ojos realmente sorprendido, se encontraba atónito sin poder dar crédito a lo que acababa de suceder, mientras otro sentimiento cruzaba por su mirada carmesí que se incendió aún más como si en ella se concentrara el mismo fuego del infierno.

—¡Vete de aquí! —Le ordené a Brent quien obedeció, no sin antes dedicarme una mirada llena de preocupación.

Corrió y al verlo desaparecer sentí y alivio y luego de nuevo mi cuerpo chocar contra la pared donde mi cabeza había hecho un agujero gracias a la fuerza sobrehumana de Hadrien. Pero no pude apreciar el dolor, fue tan efímero que ni siquiera sabía si en realidad pude haberlo experimentado.

—Como te atreviste, eres igual que todas —pronunció cada letra con cuidado, destilando odio, decepción y furia.

—Suéltame —le pedí perpleja, negándome a luchar contra la decepción que él sentía por lo que hice.

Él sin soltarme o disminuir un poco su agarre, me atrajo hacia su cuerpo bruscamente para después romper mi cuello, dejándome inconsciente con el miedo recorriendo cada parte de mi ser sin saber qué era lo que me esperaba al despertar de nuevo.

[***]

El rojo de las paredes que conformaban La habitación en la que me encontraba me molesto extrañamente en los ojos; parpadee un par de veces acostumbrándome a su color, me dolía el cuello y me sentía un poco rara, quizá porque acababa de despertar después de que Hadrien prácticamente me asesinara... Otra vez.

Mientras mis sentidos despertaban del todo e iba tomando consciencia de a poco del sitio donde me hallaba, también aprecié el ardor que se mantenía constante en mis muñecas; hice el intento de tirar de las gruesas cadenas que las apresaban para liberarme de ellas, obteniendo no muy buenos resultados. Porque entre más tiraba de ellas, más se intensificaba el ardor en mi piel, lo percibía casi al punto de quemarla por completo dejando a la vista mi carne viva. Y créanme cuando digo que se sentía peor de lo que se veía.

—Sigue tratando de liberarte, así la plata quemará más tus manos.

Por primera vez presté atención a Hadrien quien se encontraba en un rincón de la habitación sólo con su pantalón puesto. Descansaba los brazos detrás de su espalda, dio un paso al frente y la luz mortecina de la lampara chocó contra la palidez de su rostro que seguía crispado por la furia. Ésta no disminuyó ni un poco.

Tenía la ligera idea de lo que Hadrien iba a hacer conmigo, porque lo que le hice no lo iba a dejar pasar tan fácilmente. Él no era el tipo de personas que perdonan traiciones, y sí, quizá estuvo mal lo que hice, pero existía en mí el más mínimo remordimiento, él jamás se ganó mi respeto, no le debía nada.

—Libérame —pedí teniendo en cuenta que el hacerlo era inútil, pero no perdía nada con intentar.

—Creo que eres lo suficientemente lista para saber que no lo haré —repuso acortando paso con paso la distancia entre nosotros.

—No tienes ningún derecho, Hadrien. Tú has hecho cosas peores con otras mujeres, yo sólo le di un simple beso —le resté importancia, aunque para mí no haya sido un simple e insignificante beso, pero eso él no lo sabía.

En una fracción de un segundo lo tenía sobre mí, seguía viendo el fuego del infierno en sus ojos.

Temblé.

—¿Crees qué soy idiota? —Increpó.

—Sí —respondí. Era la verdad. Apretó la mandíbula buscando contenerse.

—Él fue a quién viste en el bosque ¿No es así? —Inquirió; me puse rígida.

—No sé de qué me hablas —mentí. Debería decirle la verdad, pero me negaba a poner a Brent en peligro si es que no lo estaba ya.

—Eres una cualquiera —escupió con decepción y ¿dolor? ¿De verdad sentía?

—¡Y tú un maldito imbécil! ¿¡Cuántas veces me has engañado con otras mujeres, y en el mismo techo donde yo duermo!? No eres más que un cínico e hipócrita.

Tiró de las cadenas en mis muñecas, provocando un ardor más intenso que se extendió por todo mi cuerpo, arrancándome un sonido lastimero.

—Te dije que no volvieras a llamarme imbécil.

—¡Maldito hijo de puta! —grité enardecida.

Cogió mi mentón infringiendo demasiada fuerza, clavando sus dedos en él, causándome daño.

Agradecí ser vampiro, ya que si fuera humana hace mucho estaría muerta bajo las manos de Hadrien.

—Tú eres mía, Gabrielle, mi regalo, sólo yo puedo tocarte, sólo yo puedo besar tus labios, sólo yo.

—No soy tuya, ¿cuántas veces te lo tengo que repetir, jodido psicópata? —espeté con cansancio— Deja tu machismo que no soy un mueble, mucho menos de tu propiedad.

—Te voy a hacer mía una y otra vez, pero esta vez será a mi manera. Ya me cansé de ser bueno contigo. —Solté una carcajada.

—¿Bueno? No me hagas reír —me burlé al tiempo que tiraba de las cadenas que sujetaban mis manos, pero era inútil cualquier intento de mi parte.

Hadrien se incorporó moviéndose con prisa por la habitación, momentos después regresó con un pequeño frasco en la mano del cual no podía ver el contenido, pero sabía que no era sería nada agradable.

—La plata nos daña, Gabrielle, duele cuando toca nuestros cuerpos —me explicó sentándose sobre mí, restringiendo el movimiento de mis piernas.

—¿Qué vas a hacerme? —Susurré con miedo.

—Castigarte. Así aprenderás que no tolero que mi mujer bese a otro hombre que no sea yo —espetó, como si aquello fuera lo más normal del mundo, como si él tuviera algún derecho sobre mí. Maldito machista infeliz.

—Por favor, Hadrien, no me hagas odiarte más —susurré agotada; él sonrió, pero era una sonrisa siniestra y malvada. Entendía que en ese momento no era él, estaba cegado por la ira y por los celos.

—Demasiado tarde, Gabrielle.

Y sin ningún tipo de remordimiento vertió el contenido del frasco en el comienzo de mis pechos, que ahora entendía, era plata líquida.

Grité retorciéndome de dolor, porque ardía y quemaba como el demonio, era sensación indescriptible, una tortura agónica e insoportable.

Sin tener un poco de compasión dejó caer más del líquido sobre mi cuerpo muy lentamente. Sentía que me estaban quemando viva, sin embargo, notar la mirada de satisfacción en el rostro de Hadrien al verme sufrir me dolía más.

¿Cómo podía ser posible que él me tratara así? Eran tan cruel y despiadado, un psicópata enfermo y sádico, un vampiro al que no podía seguir amando. Era estúpido.

—Para por favor —le pedí en un susurro.

No lo soportaba más, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos sin que yo pudiese controlarlas; ellas resbalaban suavemente manchando mi cara y cuello. Sabía que no debía llorar, eso me debilitaba, pero era inútil seguir resistiendo, el dolor en mi cuerpo me sobrepasaba. Prefería mil veces que él me asesinara a seguir con esto, ya no podía más.

—Dime que solo me perteneces a mí, que eres mía —ordenó mientras seguía llenándome el cuerpo de plata, ¿de verdad era así de idiota? ¿Acaso estaba tratando con un crío? Él podría aparentar su edad en fuerza, pero cuando se trataba de madurez, distaba mucho de hacerlo.

—No lo haré... No importa... Cuánto me tortures... Yo no soy ni seré tuya ¡nunca!

Vi sus ojos más rojos, casi podía notar el fuego moviéndose en ellos como llamas altas en pleno apogeo. Probablemente ya me encontraba alucinando, y ojalá también aquel dolor formara parte de mi alucinación, pero no era así. Lo percibía tan nítidamente, que me resultaba sorprendente cómo resistía tanto.

—Basta por favor, no más —dije débilmente.

Él quizá se apiado de mí, tirando el frasco al suelo sin que yo detuviera un segundo mi llanto. Mientras tanto, en los ojos de Hadrien no había arrepentimiento alguno y fue otro duro golpe a mi estúpido, imbécil y masoquista corazón.

—Así aprenderás a no meterte con ningún otro hombre, Gabrielle.

—No sabes cómo te detesto —escupí. Él hizo una mueca despectiva.

—Para ser sinceros, me da lo mismo —se sinceró, aunque supe que mentía. Mi labio inferior tembló.

—Tarde o temprano pagarás todo lo que haces conmigo. Quizá no pueda ser yo quien te haga pagar, pero créeme, Hadrien, sufrirás en carne propia todo el daño que me has causado —aseguré; él rio sin ganas.

—Quien va a pagar será el humano al que besaste. —Me tensé y él lo notó—. Vaya, pero si veo que te importa —añadió con rabia—, aunque no tanto, le dijiste lo que eres y sabes lo que eso significa.

—Déjalo tranquilo, Hadrien, te lo suplico.

—No aprendes, ¿cierto? ¿Dime cuántas veces te he obedecido? —Inquirió con fingida tranquilidad.

Demonios.

No, no podía decirle que Brent era mi otra alma gemela, algo que ni siquiera entendía y que no había tenido tiempo de investigar, sin embargo, sabía que lo mataría, era un humano y estaba enterado de nuestro secreto, tenía que ser asesinado. Me hallaba desesperada y con un gran dilema entre decirle la verdad a Hadrien o callar para siempre.

—Por favor, Hadrien, haré lo que me pidas —supliqué. Su semblante cambió por completo, mas no me detuve a detallarlo.

—¿Tanto te importa? —Me cuestionó con voz extraña. No respondí— Lo siento, Gabrielle, no hay nada que yo pueda hacer al respecto.

—¡No! ¡Por favor! —Le supliqué de nuevo mientras él se ponía de pie.

Tiré de las cadenas con desesperación. Olvidé el maldito dolor, porque él no sería nada a comparación con lo que sentiría si permitía que lastimaran a Brent.

—¡Deja de hacer eso! —Gritó para después liberar mis manos.

La piel de mis muñecas estaba en carne viva y sangraba sin detenerse; me senté sobre la cama con las lágrimas cayendo en ella, era pura y brillante sangre manchando aquellas sábanas blancas impolutas.

—Gabrielle

—¡No me toques! —Le advertí al notar sus intenciones de acercarse a mí.

Busqué mi ropa con la mirada, pero no había nada en la habitación, así que me incorporé de la cama usando las sábanas para cubrir mi desnudes.

—Deja de llorar, vas a debilitarte.

—¿Y a ti qué mierda te importa? Si lo que quieres es verme sufrir. Tú me tienes en este estado, tú sólo tú eres culpable de todas mis malditas desgracias, sólo llegaste para arruinar mi vida y te odio.

—Cállate, Gabrielle —advirtió, mas no sonaba molesto, era como si estuviese deteniéndome porque mis palabras en lugar de enfurecerlo, lo lastimaran peor que la plata sobre mi cuerpo.

—¡Mátame si quieres! ¡No voy a hacerlo!

Rendida me dejé caer al suelo sin tener más fuerzas para seguir en pie; ya no podía más.

—Lo único que yo quiero es estar tranquila... no quiero más castigos... tú me has hecho sufrir de formas tan horribles y yo... yo sigo aquí, a tu lado.

Se arrodilló frente a mí y de forma abrupta sus ojos dejaron de estar rojos, me sorprendió demasiado, como jamás lo hubiera imaginado ver el arrepentimiento llegar a ellos.

—Perdóname, Gabrielle —por un instante lo miré sorprendida. Él nunca se arrepentía del daño que me causaba, jodido bipolar.

—No, Hadrien. No voy a perdonarte todo lo que me has hecho.

—Te besaste con él —intentó justificarse.

—¿Y qué más da? Tú haces lo mismo siempre. Estás con Amelia aun sabiendo el daño que me hizo, asesinó a Luz y tú la premias llevándotela a la cama en mis propias narices... no sé qué entiendas tú por el perdón, mucho menos qué valor le otorgues, pero ten por seguro que eso es algo que jamás vas a recibir de mí.

Él se quedó mudo, su rostro no reflejaba absolutamente nada, no habló, no gritó. El único sonido en la habitación era el de mi llanto, que no podía detener a pesar de comenzar a sentirme débil, hasta que no pude sostenerme más y caí completamente sobre el suelo.

Cerré mis ojos deseando que por algún tipo de milagro yo volviera a despertar en casa, tranquila, sin un vampiro psicópata a mi lado reclamándome como suya y haciéndome daño sin parar.

—Necesitas beber sangre —lo escuché decir mientras sus brazos me sostenían.

Era horrible lo que Hadrien hacía. Me había castigado, había dañado mi cuerpo y después lo usó sin importarle mis súplicas y mis gritos de dolor, y ahora se preocupaba por mi estado. Cada día que pasaba yo lo entendía menos, él simplemente no podía comportarse así. De verdad lo de Amelia debió dejarlo muy mal, entiendo que haya sufrido, pero yo no tenía que pagar por sus malditos errores, mucho menos el que esa mujer lo haya dejado.

—Déjame —Susurré.

—Bebe mi sangre, Gabrielle —me pidió preocupado.

—Prefiero morir.

—Deja de comportarte como una jodida niña y haz lo que te ordeno.

—No Hadrien... no quiero... yo solamente deseo estar en casa... muy lejos de ti.

—Eso jamás va a ocurrir. —Sonreí triste.

—Ten presente que no sólo yo sufriré, tú también lo harás, mientras siga a tu lado.

Continue Reading

You'll Also Like

42.8K 5.5K 9
Todas las personas nacen con un tatuaje en su tobillo derecho, es algo que los representa y les da identidad, sólo existe uno así en el mundo y es el...
20.4K 1.4K 40
¿Qué pasaría si el gran G-Dragon se enamorara de ti? Amor, rumores, caos y rencor son unas de las palabras que podrían describir esta historia. ✨ HIS...
1.3K 211 13
Siempre existe una persona que nos rompe por completo, esa maldita persona por la cual nos volvemos hielo. A mí me han roto. Me han convertido en un...
1.5K 93 25
El amor, esa fuerza que se manifiesta en las películas, libros y poemas, era para Morgan un fantasma, una sombra que nunca se materializaba. Pero cua...