Capítulo 28

207K 12.7K 1.7K
                                    

Hola, les dejo nuevo y largo capítulo, mas tarde subir el otro, gracias a las nuevas lectoras y a las que siempre han estado aquí apoyándome con la historia, espero siga siendo de su agrado, les mando un enorme beso y mis gracias infinitas.

Frente al espejo me miraba hermosa; mi cabello estaba suelto y cayendo detrás de mi espalda. Desde que desperté como vampiro se volvió más grueso, más sedoso, con más vida. Era tan irónico que la muerte me hiciera ver más viva.

Rocíe mi piel con algo de perfume y salí de la habitación caminando normalmente. Cuando no había necesidad de usar la velocidad, simplemente discernía de ella; quizá porque muy en el fondo quería sentirme aun humana cuando en realidad de eso sólo quedaba mi corazón, que jamás se dejaría dominar por la oscuridad de los vampiros.

Bajé las escaleras con cuidado. Además de darme belleza y agilidad, la eternidad también me otorgo coordinación completa; podía usar tacones altísimos sin que mis piernas flaquearan un poco.

Al llegar abajo encontré a Hadrien mirando hacia la ventana, siempre se perdía en el horizonte, como si buscara algo más allá de lo que yo veía, como si existiera algo que él quería y necesitaba y de lo cual me encontraba ignorante.

Lanzó un suspiro innecesario y dio la vuelta, estirando sus labios hacia atrás al verme; él no recorrió mi cuerpo, no se fijó en las curvas que adquirió, Hadrien únicamente veía mi rostro, específicamente mis ojos negros que no le quitaban la mirada de encima.

Él sin necesidad de decirme nada, me hacía sentir hermosa. Aquellos ojos de mirada penetrante eran fáciles de leer para mí.

—Vámonos —dijo aclarándose la garganta. Le di la mano y caminamos hacia la puerta que él abrió. Lancé un suspiro y miré mis pies.

—Definitivamente debiste rentar un auto —le dije mientras bajaba los escalones de la cabaña.

—Tranquila, creo que ser vampiro te hizo un poco más gruñona de lo normal —se mofó. Fruncí el ceño y lo miré mal.

—Yo no soy gruñona —me defendí con fingido enojo.

—Bien, vamos, se nos hará tarde —dijo. Resignada seguí caminando a su lado, de verdad que arruinaría mis tacos si iba corriendo hacia la ciudad.

Entonces antes de que pisara la hierba, Hadrien me cogió entre sus brazos tomándome por sorpresa. Solté una risa y me le quedé mirando mientras enredaba mus brazos alrededor de su cuello.

—No dejaré que arruines tus zapatos —me dijo. Le sonreí con dulzura. A veces sus actos significaban más que las palabras cuando él intentaba ser dulce conmigo.

—Gracias —susurré mientras comenzaba a correr. Entonces no lo pude evitar y apoyé mi cabeza sobre su pecho, respiré su perfume y llené mis pulmones con su fragante olor que era delicioso.

—Pareces una gatita ronroneando —se burló y lo vi sonreír, tan tranquilo y pleno.

Sin embargo, aquella sonrisa se borró de golpe cuando sin previo aviso algo nos golpeó, arrojándonos al suelo.

Hadrien no me pudo sostener debido a la fuerza con la que golpearon su cuerpo, así que fui a dar al suelo, arrastrándome unos metros antes de ponerme de pie con el vestido roto y la cara llena de tierra.

Me incorporé de inmediato, Hadrien ya lo había hecho, posicionándose frente a mí con las manos hechas puño.

—Hadrien —susurré. No entendía qué pasaba, pero antes de poder preguntar lo que sucedía, vi que de entre la oscuridad comenzaban a salir licántropos.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora