Capítulo 34

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El rostro de Hadrien era un poema, jamás lo había visto así de sorprendido y feliz; sonreía ampliamente y daba la impresión que nada podría borrarle aquella sonrisa de la cara.

Me sentí sumamente contenta al saber que yo podía provocar aquella felicidad en él, que pese a todo él valoraba las palabras que acababan de salir de mi boca y que me juré nunca decirle. Sin embargo, Hadrien estaba poniendo todo su empeño para lograr que esta relación funcionara, y pese al dolor que me causó, los errores que cometió y que cometí, creía fervientemente que ambos nos merecíamos esta entrega.

Ponía toda mi fe en nosotros, en que esto cambiaría muchas cosas, para bien, claro está. Y también porque sentía que era el momento, incluso cuando desde hace mucho tiempo le pertenecía, ahora más que nunca supe que podía decírselo con total y absoluta libertad.

—¿Qué has dicho? —Preguntó incrédulo, tocándome la cara con ambas manos, haciéndolo una y otra vez.

—Que soy tuya —repetí sonriéndole, atrapando sus manos entre las mías.

Los ojos de Hadrien se iluminaron, a ellos llegó un brillo precioso, que le dio vida a aquella mirada que alguna vez estuvo llena de rencor y sufrimiento; ahora no había más nada de dolor, ni cavidad para un mal sentimiento, mucho menos para amargos recuerdos. Sólo la certeza de lo que sucedería después de esto, de cómo nos uniríamos aún más, porque ambos sabíamos lo que esas palabras significaban, era una entrega total y definitiva a tu vampiro; por fin le había dicho lo que tanto ansiaba escuchar.

—Sabes lo que esas palabras significan.

—Lo sé —lo interrumpí—, y quiero que te sientas seguro de mí, de mi amor, porque nunca vas a perderme, vampiro.

Me atrajo hacia su cuerpo presionando con fuerza nuestros pechos; pasó su mano por mi mejilla con sumo cuidado, deslizando la con lentitud por el contorno, tocándome la piel como si fuese cristal y pudiese romperse.

Posteriormente cogió mi mentón levantando despacio mi cara para finalmente besarme.

Cuando lo hizo, experimenté algo en mi muerto corazón, como si volviera a latir en mi pecho ante aquel delicado beso; fue una sensación que nunca antes pude sentir.

Era la sensación de que este beso sellaba nuestro amor para siempre, que en él Hadrien se entregaba a mí por completo, así como yo lo hice hace unos momentos.

Siempre supe que sus labios hacían estragos en mí, que poseían un poder que me atrapaba y tenía fuerza sobre mí y ahora lo comprobaba mientras él me envolvía con ternura entre sus brazos y me besaba como si no hubiese mañana, haciéndome sentir feliz, tranquila y sobre todo, amada.

E incluso cuando de su boca jamás habían escapado aquellas dos palabras, justo en este instante me di cuenta de que no las necesitaba para tener la certeza de que mi vampiro me amaba como nunca amó a nadie.

—Jeg elsker deg —murmuró sobre mis labios y yo sonreí; le toqué la mejilla y luego lo miré a los ojos.

—Yo también te amo.

Él me dedicó una sonrisa de lado.

No le sorprendió en lo más mínimo que yo haya investigado lo que significaban aquellas palabras.

En una plática Marco me dijo que Hadrien era originario de Noruega, así que no me costó mucho encontrarles el significado y cuando lo hice debo admitir que fui sumamente feliz, y quizá por ello hoy tomé valor para decirle finalmente que le pertenecía.

—Señor —ambos dirigimos la vista hacia Ezequiel que esperaba a una distancia prudente de nosotros viéndose algo molesto.

—¿Qué sucede? —Preguntó Hadrien sin despegar sus manos de mi cuerpo.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora