Capítulo 16

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—¿Cómo estás? —Su voz en aquel momento me disgustó.

¿Cómo estaba? Era ridículo que me hiciera esa pregunta, ella mejor que nadie sabía cómo me encontraba, el infierno que vivía dentro de esta jaula de oro.

Ya no sólo era lidiar contra la indiferencia y frialdad de Hadrien, luchar contra su maldad y el daño que me hacía; sino que ahora también debía pelear en contra del amor enfermizo que sentía por él, aplastar día a día ese sentimiento para impedir que creciera.

Y odiaba que, a pesar de que él me facilitaba las cosas, por otro lado, el lazo me las complicaba más.

—Mal, tía —contesté flexionando mis rodillas y apoyando el mentón sobre ellas—, siempre voy a estar mal.

Ella se precipitó hacia mí, me tomó de la mano y me dio suaves palmadas sobre el dorso.

Y fue extraño que con aquella simple muestra de cariño y afecto las lágrimas se aglomeraran en mis ojos. Estaba tan sensible por lo de Luz y Hadrien no ayudaba en lo absoluto.

Y es que sí, me hallaba muy triste y también muy necesitada de cariño y amor.

—Siento mucho lo de Luz —me susurró. Y así el dolor se convirtió en rabia en cuestión de segundos.

—Esa maldita la asesinó, me lastimó y Hadrien no hizo nada —escupí.

—Estoy segura que sí hizo algo, pero no puede matarla —me aclaró.

—¿Por qué? —Le pregunté sin querer escuchar la respuesta.

—No podemos matarnos entre nosotros, Gabrielle, es un delito. —Sentí alivio al saber que era por eso y no porque él la amara.

—Entonces debería dejar que la mate yo —murmuré, aunque ni siquiera sabía cómo acabar con un vampiro.

—Hadrien tiene una conexión con Amelia porque él es su creador. Ésta había desaparecido cuando Amelia se casó con Marius, pero ahora él está muerto...

—Y la conexión regresó... —Terminé de decir por ella. Mi tía asintió dándome la razón.

—Hadrien como su creador debería de estar a su lado ahora que está pasando un mal momento. —Miré a mi tía como si estuviera loca—. Pero no lo ha hecho porque está contigo, eres lo más importante para él.

—Por mí puede largarse a consolar a esa loca —la interrumpí destilando amargura. Aunque en realidad la sola idea de imaginar a Hadrien junto a Amelia me enfermaba. Yo lo amaba a pesar de que él no se mereciera si quiera uno sólo de mis pensamientos.

Mi Tía notó el cambio en mi semblante. Asió sus dedos a mi mentón y me hizo mirarla. Sus ojos negros me escudriñaban y yo no pude apartar la mirada, sólo permití que mis ojos de llenaran de lágrimas, a lo que ella sonrió un poco.

—Le quieres —afirmó en voz alta lo que yo no quería admitir.

—No —insistí en aquella mentira apartando la vista.

—Es natural, Gabrielle.

—No, tía, no lo es en lo absoluto —espeté poniéndome de pie.

—Es imposible que luches contra la naturaleza, contra el lazo que los une —siguió insistiendo y por un momento quise cubrir mis oídos tal y como lo hacen las niñas pequeñas cuando son reprendidas y se niegan a seguir escuchando regaños.

Quería pensar que existía una manera para revertir esto, al menos tener la esperanza, algo...

—Seguiré haciéndolo hasta el final, sea cual sea éste —susurré.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora