Capítulo 30

176K 12.1K 1.2K
                                    

Un día más transcurrió desde que vi a Hadrien. Debo mencionar que Alisha se puso furiosa cuando nos vio llegar por la mañana al castillo, pero bastó una mirada de Hadrien para que cerrara la boca y se mantuviera tranquila sin hacer o decir nada.

Y es que Alisha me agradaba, sólo buscaba hacer su trabajo, así que por ese lado la entendí. Sin embargo, ella debía comprender que la dependencia que Hadrien y yo teníamos, era demasiada.

Al menos hoy acabaría todo esto, hace unas horas Alisha vino a informarme que mi compromiso con Hadrien se llevaría a cabo esta misma noche; ella trajo consigo un vestido negro, hermoso y perfecto, que era el que usaba ahora mismo. Era muy parecido al que me mostró mi tía hace tiempo, sólo que éste se veía más elegante, de corte princesa, encaje y seda, descubierto de hombros y espalda.

De verdad que no podía creer que realmente fuera yo la mujer que me miraba en el espejo. Me veía hermosa, más que eso, lucía irreal, como una muñeca de porcelana.

Hadrien tenía razón, el ser vampiro me había sentado bien.

Mi piel resaltaba de una forma que me gustaba. El vestido se adhería a mi cuerpo desde mi pecho hasta la cintura y de ahí caía libremente.

Alisha maquilló mis ojos haciéndolos ver un poco oscuros, nunca me había gustado el maquillaje, pero debo admitir que me encantó el resultado de su trabajo. La forma en que acentuó cada centímetro de mi rostro.

Di la vuelta y me acerqué a la ventana de la habitación, con la esperanza de encontrar a Hadrien rondando por ahí afuera, pero para mi desgracia, no fue así; en el exterior el sol ya se ocultaba trayendo consigo la noche, una oscuridad densa que disfruté apreciar.

Me sentía ansiosa y para ser sincera tenía miedo, y los nervios me estaban matando. Necesitaba a Hadrien, estar con él, porque solamente a su lado me sentía segura.

—Señorita, Gabrielle —habló ella a mi espalda, mas no di la vuelta.

—¿Qué ocurre, Alisha?

—Es hora. —Apreté las manos en puño y me volví.

—¿Dónde está Hadrien? —cuestioné con la voz trémula.

—Esperando por usted, señorita. —Hice una mueca.

—Deja de decirme así, tengo un nombre —espeté soltando un bufido no propio de la prometida del Gobernador.

—Lo siento, pero sería una falta de respeto de mi parte a mi futura gobernadora. —Mis ojos se abrieron más de lo normal cuando mencionó aquello.

—¿Gobernadora? —Indagué incrédula.

—Sí señorita. En cuanto usted sea esposa del señor Hadrien pasará a ser la gobernadora de nuestra especie —me explicó como si fuera lo más obvio del mundo.

Sin embargo, eso era algo que él no me mencionó ni explicó en ningún momento. Maldita sea, yo no quería ser gobernadora de nada, ni siquiera entendía o sabía lo que eso conllevaba... demonios. ¿En qué me había metido?

—Es hora de irnos —volvió a decir, abriendo la puerta, esperándome en el umbral de ella.

Respiré profundamente, aunque no lo necesitara, lo hice sólo por calmarme. Salí de la habitación con Alisha y dos vampiros más acompañándome, no entendía la razón del porqué lo hacían, no es como si me fuera a escapar, si lo único que quería era ver a Hadrien.

Mientras caminaba la ansiedad aumentaba. Si fuera humana estaría sudando, ni siquiera podría dar un paso sin trastabillar con aquellos enormes tacos que usaba.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora