Capítulo 10

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Pese a lo que deseaba y sugería mi subconsciente, me vi abriendo los ojos cuando sentí una superficie blanda bajo mi cuerpo. Hadrien estaba a los pies de la cama con sus ojos brillando de furia, una furia que se contenía pero que faltaba poco para que se desbordara por completo y toda ella iba dirigida a mí. Incluso cuando no era yo la causante de este desastre, de lo que él sentía.

—¿Qué demonios hacías afuera? —Gruñó.

Tragué saliva nerviosa sin poder responderle, me inundaba el pánico. Nunca lo había visto tan furioso y tenía miedo de lo que fuera capaz de hacerme encontrándose en ese estado. ¡Por Dios! Era un vampiro milenario y yo una humana con la fragilidad de una hoja entre sus dedos que eran como el fuego.

—¡Te hice una maldita pregunta! —Su voz creció y reverberó en la estancia haciéndome dar un respingo.

—Yo... Yo salí después que tú me dejaras sola... —balbuceé— No tengo la culpa de lo que sucedió, Hadrien, no es justo que desquites tu furia conmigo —hablé cauta, sacando valor de quién sabe dónde.

—Cállate —espetó acercándose a mí como lo hace un depredador con su presa.

Maldita sea. ¿Quién demonios lo entendía? Primero me gritaba para que hablara y ahora para que me callara. Estúpido vampiro temperamental.

—No —repliqué molesta—. Todo esto es tu culpa —añadí señalándolo—. Yo no pedí estar en este lugar rodeada de vampiros. Tú, estúpido vampiro, eres el culpable de lo que ha sucedido, ¡de todas las desgracias que hay en mi vida! ¡Tú arruinaste mi vida y te odio!

—¡He dicho que te calles! —Ladró de nuevo, me agarró del brazo y estampó mi cuerpo contra la pared, sacando el aire de mis pulmones de golpe— Hueles a él —murmuró con los dientes apretados—. Tú solo debes llevar mi aroma.

—No pude hacer nada —susurré con la voz quebrada, luchaba por alejarlo de mí con las manos.

—Debiste quedarte dentro —reprochó con enojo, como si yo quisiera ser el juguete de unos vampiros psicópatas.

Apreté los labios para acallar el sollozo que quería escapar de mi garganta, fue imposible contener el llanto, las lágrimas resbalaban por mis mejillas, humedeciendo mi cuello. Lágrimas amargas que no debía derramar por el idiota que me miraba sin un ápice de remordimiento.

—Deja de llorar, con eso no solucionas nada, deja de ser tan débil —escupió presionando con su mano la fragilidad de mi cuello. No le costaba nada infligir un poco más de fuerza y así acabar con todo de una vez por todas.

—Te odio, eres un monstruo, por eso te quedarás solo —dije severa, buscaba la manera de herirlo al menos de esa manera.

—Te voy a dar muchas más razones para que me odies —exclamó decidido.

Sin cuidado me arrojó contra la cama; se sentó sobre mi cuerpo y arrancó mi vestido haciéndose de los trozos para sujetar mis manos y atarlas contra la cama ante mi atónita mirada.

—¡No! —Supliqué con desesperación porque sabía perfectamente lo que iba a hacerme— ¡Detente, Hadrien!

Sin embargo, él no me escuchó, su mirada estaba pérdida en el odio y la rabia que lo consumía. No podía ver al vampiro que se preocupó por mí cuando los lobos atacaron, tampoco con el que estuve bailando hace apenas unos momentos. Sólo había un vampiro deseoso de lastimar, un demonio que no tenía sentimientos.

Comprendí que el haber vivido tantos años en este mundo él se había convertido en un ser lleno de maldad y oscuridad, que ni siquiera yo, que era su luz, podría salvarlo.

A tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora