Resumen: Han pasado tres semanas desde que Eddie depositó una carta en el correo declarando todos su sentimientos, cuando un automóvil deteriorado muy familiar se detiene frente a su remolque.
Advertencias: Ninguna
Autor: spiderrrling
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El estómago de Eddie había sido un hoyo de ansiedad desde que envió esa carta. Esa estúpida carta que escribió una noche cuando todas las emociones se volvieron demasiado.
Esa carta que había contemplado escribir durante semanas porque, seamos honestos, era una locura. Pero la escribió sin importar que. Podía mentir y fingir que no sabía por qué lo había hecho.
Pero él si sabía por qué, una parte de él quería que ella lo supiera. Necesitaba que ella lo supiera. Pensó que merecía saber cómo es que se sentía.
La idea de que esa carta llegara lentamente a ella por correo atormentó su cerebro durante semanas.
¿Se perdió en el correo? ¿Se molestaría siquiera en abrirla? Si lo abrió, ¿La leyó? ¿Lo odiaba ahora? ¿Ya había encontrado a alguien más? ¿Por eso lo había evitado en Navidad?
Ese último pensamiento fue el peor, porque era el que más le aterrorizaba que fuera verdad. Estaba aterrorizado de que ella hubiera logrado salir de Hawkins y decidir olvidarse de todo, de este pequeño y aburrido pueblo.
Incluyéndolo a él.
Un millón de pensamientos pasaban por su mente todos los días y luchaba por concentrarse en cualquier cosa menos en esa estúpida carta y la situación en la que se había metido.
Pero desde que dejó caer en el buzón aquella pequeña carta que contenía todos sus grandes y complicados sentimientos, se sintió más ligero. Había sido capaz de admitir algo que había guardado para sí mismo durante tanto tiempo.
Ahora sólo quedaba esperar y esperar.
La esperanza no era algo que se le diera especialmente bien a Eddie, ni tampoco la paciencia.
Tampoco estaba acostumbrado al sistema de correos y no tenía ni idea de cuándo llegaría esa carta a su puerta.
Después de tres días, Eddie encontró la caja de zapatos roja que había escondido debajo de su cama con todas las fotos de ella y las canciones que le había escrito pero que nunca había cantado.
Pero no se atrevió a abrirla y mirar los papeles que contenía. En lugar de ello, la metió de nuevo en su escondite habitual, para que volviera a acumular polvo.
Pasó una semana, y todavía nada. Se levantó temprano para comprobar el buzón y se apresuró a volver a casa después de la escuela. Cada vez con esperanza y con una sensación de malestar de la que no podía deshacerse durante horas.
Pasó otra semana y en ese momento Eddie estaba a punto de perder la cabeza. Su día a día se había convertido en un caos, lleno de pensamientos preocupantes y ansiedad que nublaban todo lo demás.
Y ya no podía encontrar la motivación para preocuparse por nada en su vida. La música no fluía como él quería, las campañas nunca salían bien. Eddie simplemente se insensibilizó a todo ello.
Eddie se pateó mentalmente, ¿Una carta? ¿Le había escrito una carta? ¿No se molestó en tomar el teléfono y llamarla? O si la quería tanto como decía, por qué no se había molestado en conducir las cuatro horas que los separaban.
Era miércoles por la tarde, tres semanas después de haber enviado la carta. La lluvia golpeaba el techo del remolque que compartía junto a su tío.
La estación había pasado del invierno a la primavera. Toda la nieve había desaparecido del suelo y la habitual alfombra de flores primaverales que decoraba Hawkins acababa de empezar a regresar.
Eddie estaba tumbado en su cama, con música de fondo mientras miraba el libro que tenía delante. Sus ojos vagaban por las líneas y líneas de palabras, simplemente echando un vistazo por encima sin molestarse en asimilar algo.
Cada frase que leía desaparecía inmediatamente de su mente cuando pasaba a la siguiente. Sus dedos recorrieron las viejas páginas amarillentas, el lomo estaba agrietado, señal de que había sido leído muchas veces.
Ella había sido la que le regaló este libro, hacía años. Dijo que le encantaría, y así fue. Pero nunca pudo darle la satisfacción de decirle que le había encontrado su libro favorito.
La idea le provocaba dolor en el pecho. Debería habérselo dicho.
Había tantas cosas que debería haberle dicho.
La lluvia y el viento seguían siendo intensos, lo suficientemente fuertes como para no oír el coche que se detenía en el camino de grava. Y no oyó los golpes contra la puerta del remolque, cuyo sonido quedó completamente ahogado por la lluvia.
Pero oyó su voz.
"¿Eddie?" La voz de ella se oyó y él la captó inmediatamente. Se puso en pie de un salto y fue corriendo a la puerta con una velocidad inexplicable. Esperando a medias que hubiera sido un truco que su mente le había jugado.
Pero no, ella estaba allí. Estaba hecha un desastre, parecía que había estado llorando. Llevaba un pantalón de pijama y una camiseta con el nombre de la universidad. Su pelo estaba por todas partes, caótico y con nudos. Pero era tan hermosa como él la recordaba. Y estaba allí.
Estaba allí, de pie en el pequeño salón de su remolque. Con la ropa y el pelo mojados por la lluvia. Una parte de él no creía que ella estuviera realmente allí. Estaba convencido de que se había quedado dormido leyendo y que todo era un sueño.
Eddie pudo ver su pequeño coche aparcado a un lado de la carretera.
Durante un segundo, ambos se quedaron mirandose el uno al otro. Cara a cara por primera vez en lo que parecía una eternidad. Ninguno de los dos sabía qué hacer a continuación.
El momento se sentía tan delicado y fugaz que, con un solo error, el más pequeño, se esfumaría. Todo desaparecería y se quedarían solos una vez más.
Los ojos de Eddie se encontraron con los suyos y se negaron a soltarlos, estaban ligeramente teñidos de rojo e hinchados, pero seguían siendo los mismos ojos que había mirado en tantas ocasiones diferentes. Pero nunca en una ocasión como ésta.
"Recibí tu carta". Dijo por fin y eso los sacó a ambos de su trance. Los trozos de papel que él le había escrito todas esas semanas atrás estaban ahora firmemente agarrados por ella, ligeramente deformados por la lluvia.
"Tienes mi carta". Eddie se hizo eco en voz baja, asintiendo lentamente mientras trataba de procesar todos los pensamientos que pasaban por su mente. "¿Quieres entrar?" Se dio cuenta de que ella seguía de pie en la puerta
"Me escribiste una carta". Eddie no podía decir cuál era su tono, sonaba conmovida pero también como si pudiera empezar a llorar en cualquier momento. "Y no debí hacerlo... lo siento".
"Y está claro que lo has superado. No debería haberla enviado". Fue en ese momento, que el corazón de Eddie Munson se rompió por primera vez. "Lo siento."
Ella pudo oír su voz que comenzaba a quebrarse, el ligero temblor en él mientras sus ojos comenzaban a llorar muy ligeramente. Ella sólo lo había visto llorar dos veces antes.
Cada vez que lo hacía, sentía que algo se rompía dentro de ella. Y estaba allí de pie dándose cuenta de que por primera vez ella era la razón por la que él estaba llorando.
"Nunca debí haber escrito esa estúpida carta en primer lugar, y no sé por qué la envié, no debí hacerlo y lo sé y está bien si me odias ahora".
Eddie se mordió el interior de la mejilla, dándose cuenta de que había estado hablando sin parar y ya no estaba seguro de lo que decía.
Los dos estaban allí, en la pequeña sala de estar de su remolque.
"Podrías haber llamado". Dijo finalmente, rompiendo el silencio entre ellos. Las lágrimas le presionaban el fondo de los ojos mientras hablaba. " Te habrías ahorrado el dinero de los sellos".
No sabía por qué estaba llorando, las emociones se desbordaban y ya no podía contenerlas. Había estado conduciendo durante las últimas cuatro horas, los pensamientos se acumulaban en su mente durante todo el camino.
Sintió que los brazos de Eddie la envolvían, empujándola contra su pecho mientras lloraba. Y él simplemente la abrazó así mientras ambos lloraban. El olor de su camisa, su champú con aroma a coco, la sensación de sus brazos alrededor de ella.
Era un consuelo tan familiar que habían olvidado. Ese momento sólo los hizo llorar aún más.
Cuando finalmente se apartó lo suficiente como para mirarla, las mejillas de ambos estaban manchadas de lágrimas, pero ninguno de los dos se molestó en secarlas.
En algún momento, una de las manos de Eddie se había introducido en el pelo de ella y su camisa estaba manchada con sus lágrimas, pero a él no le importaba.
"¿Por qué lloras?" Ella balbuceó, su voz estaba rasposa por el llanto. "No lo sé". Él se rió mientras la miraba. "¿Por qué estás llorando tú?"
"No lo sé". Sus ojos se encontraron por un breve momento antes de que ambos estallaran en carcajadas, de pie, envueltos en los brazos del otro. Los ojos teñidos de rojo por las lágrimas compartidas.
"¿Condujiste hasta aquí sólo para verme?" Eddie formuló la pregunta que le rondaba por la cabeza. Teniendo en cuenta su estado actual, probablemente podría adivinar la respuesta, pero quería escucharla de sus labios.
"Sí..." La voz de ella era suave, silenciosa, mientras hablaba. "¿Cómo podría no hacerlo?"
"Sabes que podrías haber llamado". Eddie repitió sus palabras de antes. "Te habrías ahorrado dinero en gasolina".
"No me importa". Ella susurró y apoyó la cabeza contra su hombro de nuevo. "Tenía que verte". Las palabras hicieron que el corazón de Eddie saltara en su pecho.
"Recibí tu carta y sólo..." Su voz comenzó a quebrarse de nuevo y las lágrimas brotaron de sus ojos. "Shhh está bien, no tienes que decir nada".
"Todo fue un borrón, y luego estaba en mi coche conduciendo y no pude darme la vuelta". La mano de Eddie recorría su pelo suavemente, intentando calmarla, lo que era difícil dado que aún tenía lágrimas en los ojos. "Y entonces estaba aquí".
Eddie no respondió, y no lo necesitaba. En ese momento ella simplemente necesitaba que él la abrazara. Tenía miedo de que si él no lo hacía ella se desmoronara.
"Te escribí una carta". Ella murmuró directamente en su hombro. "¿Qué cosa?" Los ojos de Eddie se habían cerrado y sólo estaba disfrutando de la sensación de ella en sus brazos.
"Te escribí una carta". Ella repitió y lo miró desde donde estaba. "Después de leer la tuya..." Se interrumpió cuando sus ojos volvieron a encontrarse con los de ella. "¿Me escribiste una carta?"
"¿Puedo leértela?" Su voz era tan tranquila que Eddie apenas podía entender lo que decía. Era casi como si estuviera aterrada de que él fuera a decir que no, incluso después de todo lo que le había revelado. "Sí, sí, claro que puedes". Eddie los dirigió a los dos hacia el pequeño y desgastado sofá que estaba pegado a la pared. Colocó una de las mantas sueltas sobre los hombros de ella y finalmente se dio cuenta de que acompañando a su propia carta había trozos de papel decorados con su letra.
Eddie tomó asiento frente a ella y, vencido inmediatamente por los viejos hábitos familiares, se recostó con la cabeza en el regazo de ella, como tantas otras veces. Y sus ojos se cerraron cuando ella empezó a leer la carta.
Mi querido Eddie Munson
Tienes razón, no esperaba recibir una carta tuya después de todo este tiempo
Recuerdo ese lugar y echo de menos pasar mis días allí contigo. Y vuelves a tener razón, se sentía tan lejano a Hawkins que bien podríamos haber estado en cualquier parte del mundo.
Pero no recuerdo exactamente la primera vez que me llevaste allí. Sin embargo, sí recuerdo la vez que hicimos una fogata y asamos perritos calientes, y acabamos quedándonos dormidos en la parte trasera de tu furgoneta.
Después de eso, empezamos a guardar un par de mantas y almohadas allí atrás porque nos dolía la espalda durante días.
Es bueno saber que echas de menos que haga de DJ en el coche, creo que estuve a la altura de mi papel de capitán de la banda sonora.
Aquí no se pueden ver las estrellas, al menos no tan claramente como en casa. La contaminación lumínica hace difícil verlas con precisión. Echo de menos el cielo nocturno de Hawkins. De vez en cuando me pregunto si estaremos mirando las mismas constelaciones y si recuerdas algo de lo que te dije aquella noche.
Aquella noche sí que recuerdo, eras tan malo viendo las estrellas, que es casi como si quisieras que te tomara de la mano para enseñarte. Supongo que sí, teniendo en cuenta el resto de tu carta.
No es que me importara, quería tomarte de la mano y estabas sentado tan cerca que no pude evitar pensar que si me inclinaba un par de centímetros te besaría. Todavía me pregunto cómo sería besarte. Supongo que sabrías a cigarrillo.
Es bueno saber que Hellfire todavía existe sin mí. Intenté unirme a un nuevo grupo aquí, pero no resulta correcto sin ti haciendo todas las voces. Realmente extraño todas las voces que solías hacer.
Si me concentro mucho, todavía puedo oír tu voz. Puedo imaginarte sentado a mi lado leyéndome tu carta.
Haz que esos principiantes pasen por el infierno, se merecen una introducción adecuada en el club Hellfire.
Espero que sepas que me arrepiento de no haberme acercado, sólo de haberte dejado mi nueva dirección y nada más. Toda mi vida estaba en ese coche ese día, excepto tú. Debería haberte hecho un hueco allí.
La vida aquí es tan diferente a la de Hawkins, es brillante, ocupada y ruidosa. Es el polo opuesto a ella, pero todavía siento esa punzada de amargura cuando pienso en Hawkins. No puedo fingir que una parte de mí no lo echa de menos.
Porque la echo de menos. Echo de menos ese estúpido pueblecito en el que ambos crecimos. Echo de menos la tranquilidad de la vida en casa. Pero también echo de menos a la persona que siempre perturbaba la paz con cualquier nueva aventura que hubiera tramado en su mente.
Después de mudarme, había algo que no estaba bien.
Supongo que para ti era obvio que yo ya no estaba allí. Quedaba un hueco en forma de yo en Hawkins. Mientras que yo estaba en una nueva ciudad, un nuevo lugar que nunca había explorado. Nunca hubo un espacio tallado para ti y para mí aqui. No tenía ni idea de nada y echaba de menos la estabilidad que tenía.
Y supongo que fuiste tú quien la creó, sólo que no me di cuenta.
Intenté llenar mi nueva vida de aventuras y aficiones, me concentré en mis estudios y clases. Pero no importaba. Seguía existiendo ese pozo en el estómago en el que sentía que algo estaba mal.
Lo echo de menos, lo extraño todo. Echo de menos nuestros ensayos de teatro juntos, echo de menos nuestras sesiones de Hellfire de los viernes por la noche, echo de menos sentarme en una cabina de Joanes hasta la madrugada porque es el único sitio abierto hasta tarde.
Pero más que eso, echo de menos a la persona con la que hice todo eso. Dices que te gustaría que te echara de menos como tú me echas de menos a mí. Pero de lo que no te das cuenta es de que no te echo de menos, te necesito. Necesito tenerte en mi vida de nuevo.
Y fui una idiota durante Navidad. No te habías puesto en contacto conmigo. Tenía demasiado miedo de que estuvieras resentido por haber dejado Hawkins, por dejarte solo en esta pequeña ciudad sin mí.
No podía soportar la idea de que me odiaras por lo que Intenté evitarte.
Guardé las fotos de nosotros que tenía colgadas en mi dormitorio. Las metí en el fondo de mi armario. Porque tal vez si me olvidaba de tu existencia, entonces tal vez este sentimiento se iría.
Fui a fiestas, me emborraché y besé a extraños en momentos fugaces que pronto se olvidarían. Incluso salí con alguien.
No eres el único que no escribió. No es que no tuviera tu dirección. Todavía la tengo memorizada, sabes.
Y por supuesto que me acuerdo. Recuerdo casi todos los días que pasamos juntos. Cada clase, cada broma interna que compartíamos, nuestros viajes de ida y vuelta a la escuela. ¿Cómo voy a olvidar a alguien que siempre tendrá un pedazo de mi corazón? Eso no es algo que se pueda hacer sin más.
Me encantaba cortarte el pelo, me daba una excusa para mirarte durante un par de horas. Para tocar y jugar con tu pelo. Tu pelo siempre huele a coco, ya no puedo oler el coco sin pensar en ti.
O el olor de los cigarrillos. Los cigarrillos que compartíamos cuando nos sentábamos en el porche durante las tardes de primavera, pasándolos de un lado a otro mientras simplemente disfrutábamos de nuestra compañía.
Sabes, realmente deseaba que me hubieras invitado al baile de graduación. Creo que te habría quedado bien el traje. Y habríamos pasado la noche bailando canciones cursis en un gimnasio mal decorado y lleno de gente. Y sería la mejor noche de todas, porque estaría allí contigo.
Hawkins es mi ciudad natal, donde vive mi familia, en la casa de mi infancia. Pero tú, Eddie Munson, eres mi hogar. Estés donde estés, ahí es donde está el hogar, ahí es donde pertenezco.
Siento lo del papel manchado de lágrimas, parece que tus palabras me han afectado más de lo que pensaba. Y sé que estoy divagando, pero para ser justos tú empezaste.
No creo que sepas cuánto tiempo he esperado para oírte decir esas palabras. Y supongo que aún no las he escuchado, pero las leo con tu voz.
Aunque me gustaría que me las dijeras en persona, creo que escucharlas de tus labios sería totalmente diferente. Preferiblemente sentado cerca de mí en la parte trasera de tu furgoneta o donde sea. Sentado lo suficientemente cerca como para que esta vez sea lo suficientemente valiente como para inclinarme y besarte.
Así que mi queridísimo Eddie Munson, mi compañero en el crimen, mi mejor amigo. ¿Dónde estamos ahora? ¿A dónde vamos desde aquí? ¿Cómo puedo...?
Dejó de leer y lo miró. Sus ojos estaban cerrados, completamente concentrados en asimilar las palabras que ella le estaba leyendo. Desesperado por aferrarse a todo lo que ella decía.
"¿Por qué has parado?" Eddie se movió para sentarse frente a ella, con la mano apoyada en su rodilla. Desesperado por tocarla de alguna manera. Todavía no estaba convencido de que todo esto no fuera un sueño.
"Fue cuando me subí al coche". Ella le susurró. "Me di cuenta de que tenía que verte, así que dejé de escribir". Ella estaba sentada lo suficientemente cerca como para que él pudiera sentir su aliento en su piel, lo que le produjo un escalofrío.
"¿Así que puedes leer con mi voz?" Eddie se rió en voz baja y ella asintió lentamente en respuesta. "Sin embargo, todavía quiero escucharte decirlo".
"Te quiero". Y así lo había dicho, sentado en el pequeño y tranquilo salón de su remolque, en el sofá desgastado, Eddie Munson finalmente declaró su amor por ella.
A ella. Y ella por fin pudo hacer lo que había lamentado no hacer durante tanto tiempo, se inclinó y cerró el pequeño espacio que los separaba y lo besó.
Eddie sintió como si el aire se le saliera de los pulmones cuando ella lo hizo. Sus labios lo capturaron y lo atrajeron aún más cerca. Podía sentir la ligera barba de su barbilla contra su piel mientras él le devolvía el beso. Desesperados el uno por el otro, se besaron hasta que ambos tuvieron que separarse y jadear para tomar aire.
"Joder, cómo me gustaría que me hubieras besado esa noche". Eddie le susurró, su voz sonaba sin aliento y ella pudo ver que sus labios estaban un poco hinchados.
"Tenía miedo de que no lo devolvieras", admitió en voz baja, su mano encontró fácilmente la de él bajo el desorden de las mantas y entrelazó sus dedos.
"Habría sido un estúpido si no lo hacía".
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