El Beso de la Muerte. #1 [✓]

By just_unity

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Una chica sin nombre y complicada. Un chico físicamente perfecto. Un mundo desconocido. Ambos buscados por un... More

Prólogo
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Epílogo
Mini guía

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By just_unity

🝤

«No te asustes, pero mi tío va hacia allá. Vigila que no se haga evidente tu sangrado, porque esta vez no podré salvarte si se dispone a matarte.»

Me desperté de un salto al escuchar la voz de Haziel en mi cabeza. Su tío venía hacia la habitación. Ya podía sentir sus pasos por el pasillo. Miré bajo las mantas. Suspiré aliviada al ver que no había sangre por ningún lado. Volví a acomodarme en la cama; quería fingirme dormida para cuando llegase. Escuché la puerta abrirse. Sentí cómo se sentaba a los pies de la cama. El colchón se hundió con su peso. No hacía ni decía nada. Yo estaba presa del pánico y seguía haciéndome la dormida. Se estaba acabando mi paciencia, quería saber qué hacía allí y que se fuera cuanto antes. No aguanté más la tensión. Me incorporé en la cama, con la manta cubriéndome hasta el pecho y totalmente pegada al cabecero. Él me dedicó una sonrisa torcida y siniestra con aquella boca tan horrible que tenía.

—Buenos días —dijo con su voz rasposa. Miré a las paredes, intentando encontrar las inexistentes ventanas.

—Sabría que es de día si hubiera ventanas.

—Aunque las hubiera, seguirías sin saberlo, verías constantemente un cielo nublado.

—¿Por qué?

—Así de especial es esta grieta, no necesita razones para ser como es.

Fruncí el ceño. Seguía sin entender nada, y aquel ser no parecía estar por la labor de hacérmelo fácil. Soltó una corta carcajada ahogada, riéndose de mi confusión. Se puso en pie. Se acercó más a mí y se volvió a sentar en la cama. Intenté pegarme aún más a la pared.

—No sabes lo que nos vamos a divertir —dijo con una espantosa sonrisa. Temblé, no sé si por dentro o por fuera, pero temblé de miedo—. Me pone un poco nervioso que no digas nada.

—Y-Yo... —No tenía ni idea de qué debía decir. Sonrió aún más ampliamente.

—¿Cómo te llamas?

Ni siquiera Galatea lo sabía, no pensaba decírselo a él.

—Brooke —susurré. Entrecerró los ojos mirando hacia mí.

—Tolero muchas cosas, pero que me mientan no es una de ellas.

Prometía acabar muy mal si volvía a mentir, por la manera en la que lo había dicho. Pero odiaba mi nombre, no podía ni pronunciarlo en voz alta, me dolía demasiado.

—N-No tengo nombre... —susurré cabizbaja—. Por eso cada día me invento uno.

—Oh, no tienes nombre... —caviló unos instantes, no me podía creer que se hubiera tragado aquella mentira—. ¿Cómo te llaman tus padres?

—Al inventarme cada día un nombre... Me llamaban por uno cada día.

—Qué interesante. Estás llena de sorpresas, Brooke. —No me gustó nada cómo pronunció «mi nombre»; aquella voz rasposa y su forma de mover la boca... No sabía si iba a ser capaz de soportar aquello mucho tiempo.

—S-Sí, claro...

—Bien. —Se puso en pie, sentí como si me hubieran quitado un enorme peso de encima—. Aunque esté disfrutando gratamente de ésta conversación contigo, Brooke, tengo cosas de las que hacerme cargo. Espero que no estés triste en mi ausencia. —Todo lo contrario, al saber que se iba sentí que podía respirar de nuevo—. Dentro de un rato soltaré a Haziel si quieres que te haga algo de compañía. —Salió por la puerta, escuché cómo cerraba con llave.

¿Soltar a Haziel? Qué significaba aquello, no estaba segura de si quería averiguarlo.

Salí de la cama y volví a rebuscar algo de ropa que pudiera llevar, en el armario. Odiaba esa ropa, y no sólo por saber quién la había elegido. Me puse unos vaqueros y una camiseta negra que encontré de milagro. Tenía el pelo algo sucio, pero tengo que confesar, que me daba miedo ducharme allí.

Escuché la puerta abrirse. Miré hacia todos lados: ya no había cristales del espejo ni tacones altos. Me acerqué rápidamente a uno de los candelabros de la pared, pero me quemé incluso antes de siquiera rozarlo. Me pegué a la pared contraria a la puerta, antes de que se terminara de abrir. Haziel apareció bajo el marco de la puerta, con una enorme sonrisa. Lo miré ceñuda, no parecía que hubiese estado atado o encerrado hasta ahora. Lo repasé de arriba a abajo, no tenía nada... o sí, tenía marcas en las muñecas, como si hubiera tenido unas cadenas muy apretadas allí.

Sonreí cuando vi que traía entre sus manos una cesta con pan. Nunca habría imaginado que echaría tanto de menos algo de la Tierra tan simple como el pan. Me acerqué a él rápidamente mientras cerraba la puerta y cogí la cesta. Iba a sentarme en la cama a comer, tenía hambre, pero recordé que poco antes había estado el ser malévolo, que me tenía secuestrada, ahí sentado y me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Me senté con la espalda apoyada en la pared junto a la puerta, Haziel se colocó frente a mí. Comí en silencio durante unos minutos, él sólo me miraba con curiosidad. Le dediqué una pequeña sonrisa antes de morder el bollo de pan por séptima vez en dos minutos.

—Me alegra haber acertado con el pan —comentó divertido. Asentí efusivamente mientras me terminaba el primer bollo de pan.

—¿Qué te ha pasado en las muñecas? —Se tensó en cuanto se lo pregunte, pero yo sólo podía mirar fijamente las quemaduras que tenía allí. Él intentó esconderlas—. Oh, vamos, tu tío ha dicho que te tenía que soltar y tienes quemaduras y marcas en las muñecas. Creo que no sirve de mucho que las escondas ahora. —Tardó unos segundos en responder.

—Te lo contaré, en otro momento.

—Vale. —Nos quedamos en silencio, hasta que se me ocurrió el mejor tema de conversación—. ¿Cómo se habla mentalmente? —Suspiró.

—Es complicado. —Seguí mirándolo con atención—. Y más para un terrestre. Pero básicamente tienes que meterte en la mente de la persona con la que quieres hablar.

—¿Cómo se hace eso?

—Lo único obligatorio es conocer a esa persona, haber hablado con ella... Ese tipo de cosas. Suele hacer más fácil la conexión si sabes dónde está esa persona.

Un atisbo de esperanza inundó mi pecho, ¿y si conseguía contactar con Az? No iba a perder nada si lo intentaba. Sonreí a Haziel.

—Gracias por el pan. Y la clase de charla mental. —Me puse en pie. Él me imitó, pero tenía el ceño ligeramente fruncido. Lo empujé hasta la puerta y me sorprendió que pudiera abrirla. Lo dejé en el pasillo. —Gracias, de verdad.

—Me encanta haberte ayudado, pero tengo que decirte...

—Sí, sí. Pues eso, que gracias —le interrumpí, antes de cerrarle la puerta en la cara.

Volví corriendo a sentarme en el suelo. Cerré los ojos y me concentré. La cara perfecta de Az apareció en mi mente. Podía estar en casa, ¿lo estaría? No, si me estaba buscando. Igualmente me concentré pensando que podía estar en casa.

«Az. Az. Az.»

No sabía qué tenía que ocurrir realmente. ¿Cómo se entraba en la mente de alguien? ¿Era como en el espejo, como apartar una tela? ¿O era más parecido a abrir una puerta? Me estaba desesperando, había echado a Haziel demasiado rápido.

«Az. Az. Az.»

¿Cuánto se tardaba en contactar con alguien? Tampoco lo sabía. Me seguía arrepintiendo de que la emoción hubiera podido conmigo y no hubiera dejado a Haziel terminar de explicarme todo con algo más de cuidado.

«Az... por favor...»

Llamaron a la puerta. Abrí los ojos. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? No lo sabía, y tampoco tenía un reloj donde comprobar la hora. ¿Y si Az estaba dormido? ¿Podría hablar con él si lo estuviera?

Se abrió la puerta y se asomó la criada. Me mostró un vestido con una pequeña sonrisa.

—Va a cenar con el Señor y su sobrino —me informó antes de terminar de meterse en la habitación.

—Vale, cenaré con ellos. —Me puse en pie —. Pero no pienso ponerme uno de esos vestidos ajustados que no me dejan respirar.

Pasé por su lado y empecé a caminar por el pasillo. Sabía que la chica me estaba siguiendo. Llegué al comedor. Todo estaba intacto, como si allí nunca hubiese tenido lugar una pelea. Me senté donde la última vez. Haziel estaba en la silla de enfrente y su tío a mi izquierda. Empezamos a comer sin decir nada. Yo comía, aunque de mala gana, porque no quería que me amenazara con matarme de nuevo, pero la comida no me gustaba en absoluto. Pasamos casi quince minutos en silencio, y ya estábamos a punto de terminar el segundo plato; la falta de conversación estaba haciendo que comiera demasiado rápido. De repente aquel ser se aclaró la garganta.

—He estado pensando... que a partir de mañana vamos a jugar a unos juegos que me encantan. —Haziel levantó la cabeza de golpe.

—Némesis. No. —Su tío lo miró furibundo.

—¿Quién te ha dado permiso para que uses mi nombre?

Némesis. Ese era su nombre. Vi que Haziel iba a replicar, pero me adelanté, porque supe que no iba a decir nada bueno.

—¿Qué tipo de juegos?

—Unos muy divertidos, e interesantes como tú.

—Bien. —Intentaba aparentar tranquilidad, pero estaba muerta de miedo—. Si mañana vamos a jugar creo que voy a irme a la cama, a descansar. ¿No estás cansado tú también, Haziel? —Él estaba fulminando a su tío con la mirada, pero reaccionó al escucharme.

—¿Qué? Eh... Sí, sí...

—¿Podemos retirarnos? —Le mostré la más falsa de mis sonrisas para terminar de convencerlo.

—Claro. Me alegra que tengas tantas ganas de jugar. —Odié el tono con el que dijo aquello, como odiaba la forma en la que decía cualquier cosa, pero me puse en pie y fui yo sola por el pasillo que llevaba a la habitación que era mi cárcel.

Me metí en el dormitorio y cerré a mi espalda. Jamás había deseado tanto como en aquel momento tener un pestillo o cerradura con la que encerrarme allí. No quería que nadie me molestara mientras intentaba hablar con Az.

Volví a sentarme en el suelo donde me había colocado anteriormente. Cerré los ojos de nuevo. Esperaba que estuviera en casa, porque era donde lo imaginaba para concentrarme. Probé con mi dormitorio, por si era de noche y estaba durmiendo. No logré nada. Intenté centrarme en la cocina. Nada tampoco.

Ni siquiera sabía si lo estaba haciendo bien. Desconocía si desde donde yo estaba era posible contactar mentalmente con otra persona. Sólo me quedaba intentarlo. Volví a cerrar los ojos. Sólo me faltaba probar con el salón. Apreté aún más los ojos, por si aquello ayudaba, aunque lo dudaba bastante.

«Az. Az, por favor, responde.»

¿Y si no lo estaba haciendo bien? Probablemente era eso, jamás había hecho algo como eso. Según lo que Haziel había dicho se necesitaba práctica, y yo no tenía ninguna.

«Az. Az, por favor...te necesito. Az.»

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