EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTE

By Liza120787

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Secretos, una infancia triste y llena de reglas y obligaciones. A veces la realeza no es tan feliz como se pi... More

Prólogo
Capitulo 1: Serenity Black
Capitulo 2: Mi mejor amiga
Capitulo 3: El viaje
Capitulo 4: Secuestro
Capitulo 5: ¿Estoy muerta?
Capitulo 6: El caballero de la Luna
Capítulo 7: Peligro en el Palacio
Capitulo 8: ¡Gritos de auxilio!
Capitulo 9: Secretos
Capítulo 10: Un trágico pasado
Capítulo 11: Libertad entre muros
Capítulo 12: Encuentro fallido
Capítulo 13: Un cambio positivo
Capítulo 14: Pacto amistoso
Capítulo 15: Dolorosos recuerdos
Capítulo 16: Un enigma llamado Luna
Capítulo 17: La chica indicada
Capítulo 18: Revelaciones
Capítulo 19: ¿Estará convencida?
Capítulo 20: Una mágica velada
Capítulo 21: Una gran responsabilidad
Capítulo 22: Sentimientos sorpresivos
Capítulo 23: ¿Quien es ella?
Capítulo 24: Cuídalo bien
Capítulo 25: Sentimientos encontrados
Capítulo 26: Señales De vida
Capítulo 27: Reencuentro
Capítulo 28: ¿En Donde Están?
Capítulo 29: Reflexiones tardías
Capítulo 31: Declaraciones
Capítulo 32: Confesiones
Capítulo 33: Una boda en puerta
Capítulo 34: Adiós Mamoru
Capítulo 35: Un final de cuento (1)
Capítulo 36: Un final de cuento (2)

Capítulo 30: De vuelta a casa

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By Liza120787

Después de lo ocurrido con Serenity, no quise volver a verla. No tenía el valor de verla de frente, a los ojos. En un principio pensé en encerrarme en mi habitación, pero además de ser un ser humano, también era el líder de una nación y preferí quedarme en el despacho para perderme en los asuntos políticos, económicos, bélicos y hasta religiosos que atañaban a mi región y poder así mantener mi mente ocupada en otra cosa.

Por un momento, el cansancio se quiso apoderar de mí, pero tan pronto como cerré los ojos, la imagen de Serenity con lágrimas en los ojos y gritando que me odiaba, se hizo presente y de forma inmediata desperté.

—¡Soy un desgraciado!— grité para mi mismo mientras intentaba desquitar mi furia con un fuerte puñetazo a la pared que acabó por agrietar mis nudillos y envolverlos en un poco de sangre.

—¡Mi señor! ¿Se encuentra bien? Abra la puerta por favor— desde el otro lado de la puerta, el preocupado Kunzite trataba, de forma desesperada, de hacerme entrar en razón y evitar que pudiera hacer cualquier tontería como siempre hacía.

—¡Vete! ¡Déjame solo! ¡No quiero verte ni a ti ni a nadie!— respondí con un tono autoritario y tan amenazante que terminó por obedecer mi orden y alejarse.

Todos mis recuerdos comenzaron a invadir mi mente. Mi triste infancia, lo duro de mi adolescencia, el momento en que tuve que volverme frío para llevar las riendas de mi nación, y todo lo que sucedió desde que conocí a Serenity aparecían como historieta dentro de mi cabeza. Lo único que quería era olvidarme de todo y de todos, al menos por un momento, así que tomé una botella de licor que estaba en la mesa junto a la biblioteca y trago tras trago acabé con todo su contenido.

Finalmente, gracias a lo embrutecido que estaba, tomé asiento en el sillón principal y me perdí en un sueño profundo que duró algunas horas.

—¡Mi señor! Abra por favor— de nueva cuenta, Kunzite llamaba a la puerta de mi despacho intentando obtener una respuesta, cosa que por fortuna ahora sí sucedió. Aún un poco aturdido por todo lo que había tomado la noche anterior, me levanté en medio de tambaleos y abrí la puerta.

—¡Señor! ¿Se encuentra bien?— Kunzite cuestionó sorprendido al verme en ese estado tan deplorable.

—¿Te parece que estoy bien?— pregunté auto señalándome.

—¿Necesita hablar mi señor?— me preguntó mi amigo mientras se acercaba mi y me palmeaba la espalda como en señal de apoyo.

—Gracias Kunzite, pero ya no sé ni lo que necesito— respondí al mismo tiempo que colocaba mis brazos sobre el escritorio y colocaba la cabeza entre mis manos demostrando mi frustración.

—¿En verdad va a liberarla?— Kunzite lanzó una nueva pregunta.

—Sabes algo, en estos últimos días viví de todo— respondí y continué con mi hablar —pero todo eso me sirvió para que mi corazón se ablandara. Después de regresar del restaurante aquella noche y dejar a Serenity de vuelta en el palacio, tomé el auto y me dirigí hacia el único lugar en el que sabía que no iba a ser juzgado y en el que podría pensar con claridad.

—Aún no se en donde estuvo señor— cuestionaba mi amigo con duda.

—Fui al campo, a la cabaña en donde vive mi madre. Pasé esos días completos a su lado, organizando mis ideas hasta que el milagro que por años pedí, ocurrió. Durante la segunda tarde, ella observaba la maravillosa vista que su terraza le ofrece y me senté en el suelo, apoyado en su regazo. Sé que no tiene conciencia de lo que pasa a su alrededor pero de pronto comenzó a acariciar mi cabello de forma tierna y eso me hizo derramar unas cuantas lágrimas. —¿Qué te sucede mi niño? ¿Acaso estás triste?— ella por fin después de años me había reconocido, y muy en el fondo sabía que yo era su hijo. —No llores más, todo saldrá bien, crecerás y algún día serás un gran Rey, no como tu padre, así que cálmate por favor— esas últimas palabras que me dedicó llegaron al fondo de mi alma y me hicieron reflexionar, que en efecto, me había convertido en el monstruo que más odiaba: mi padre.

—No mi señor, usted no es como él ni nunca lo será— Kunzite trataba de animarme un poco con sus palabras pero yo me sentía tan mal que podía ver claramente la mala persona que había sido, sobre todo con ella, con Serenity.

—Tal vez no sea una mala persona, pero me comporté como un hombre soberbio y caprichoso que no pensó en nada más que en él mismo. Pero quise enmendar mi error, aunque fue demasiado tarde. No hay nada qué hacer ya, así que toma esto— coloqué sobre sus manos un pequeño sobre amarillo —entrégaselo a Serenity y ocúpate de que vuelva a América, a vivir la vida que le arrebaté.

—¿Qué es esto mi señor?— preguntó haciendo referencia al sobre.

—Ahí dentro está toda su documentación, la que tomamos del hotel cuando la trajimos al palacio la primera vez. ¿Sabes algo?— la noche del restaurante, la sorpresa que pensaba darle después de volver, era esta. Pensaba entregarle sus documentos y dejar a su elección si quedarse, o partir y volver cuando ella lo decidiera. Por alguna razón, el apellido de ese dichoso inversionista americano que tanto interés tenía en expandir sus negocios aquí, se me hizo familiar. Se apellidaba Black, el mismo que tiene Serenity, pero creí que era demasiada coincidencia que ese hombre, creyéndola muerta, pudiera estar aquí en busca de información. Ahora que compruebo que en verdad resultó ser lo que temía, ya no tengo por qué retenerla aquí. Tu eres su padre de sangre, pero no hay un vínculo de cariño que los una, yo no soy nada en su vida y me odia. Sin embargo, en Estados Unidos hay alguien que la espera ansioso y con los brazos abiertos. Como verás amigo, ella no tiene nada qué hacer aquí— finalice con melancolía en mi voz.

—Pero mi señor, usted ama a esa mujer, además ella le tiene rabia porque cree que usted...

—Ya no importa— lo interrumpí de forma abrupta. —Si bien no lo hice, ella lo piensa así, y eso es solo por que lo único que le demostré durante su estancia aquí fue mi lado desalmado. Ahora por favor, ve, habla con Lita y preparen todo, Serenity partirá a casa esta tarde.

Tan pronto como dí la órden, Kunzite salió del despacho para cumplir mi deseo mientras me dirigí a mi habitación para darme una ducha con agua casi hirviendo. Por lo general, no utilizaba el jacuzzi, pero en esta ocasión necesitaba relajar todo mi cuerpo, así que llené la bañera y me sumergí dirigiendo mi vista al techo y con la mente en blanco por no sé cuánto tiempo, hasta que toda mi piel estuvo bastante rugosa y el agua había disminuido considerablemente su temperatura.

Tan pronto como salí, tomé una toalla y sequé mi cuerpo de forma bastante lenta. En efecto, esa ducha había servido para calmar la tensión de mis músculos, pero no de mi mente ni de mi corazón. Era la primera vez que estaba perdidamente enamorado de alguien y lo había arruinado todo desde el principio.

Después de retirar todo rastro de humedad de mí, decidí recostarme un poco con tan solo un pants y una playera blanca. ¿Qué diría el mundo entero si vieran al hombre más temido de medio oriente en este estado tan patético? Seguramente sería la burla de todos.

Aún sobre mi enorme cama, mi actitud no cambiaba. Coloqué mis brazos cruzados y entrelacé mis manos por detrás de mi nuca sin poder borrar la imagen de Serenity de mi mente.

Deseaba verla, pero no tenía el valor de pararme delante de ella, así que la forma más fácil de tenerla cerca de mí era en mis pensamientos, en los cuales me idealiza a su lado, viviendo una bonita historia de amor en la que terminábamos en el altar recibiendo los votos matrimoniales y yo era coronado Rey, y ella, mi reina.

Así estuve un buen rato, pensando en lo hermosas que las cosas hubieran sido de no haber empezado con el pie izquierdo, hasta que algunos ruidos en el exterior llamaron mi atención y decidí asomarme por el ventanal para percibir qué los ocasionaba, aunque eso terminó por darme el golpe de gracia.

Desde el segundo nivel del palacio por fin pude ver a la mujer que había cambiado mi vida de forma significativa y que lo volvería a hacer en unos minutos con su partida.

—¡Cuídese mucho señorita!— Lita, a pesar de tener prohibido tener tanta confianza con Serenity, había entablado una buena amistad con ella y ahora la despedía en medio de buenos deseos y un cálido abrazo bien correspondido.

—Sé que no hemos tenido la mejor relación, pero por favor, cuando regreses a casa dale mis saludos y mis más sinceras disculpas a tu madre por todo lo sucedido. Pero sobre todo, dale las gracias en mi nombre, ella y tu padre te convirtieron en una gran mujer— Kunzite estiró su mano, pero Serenity no la estrechó. Sin imaginarse cuál sería su reacción, ella se dirigió hacia él y lo rodeó con sus brazos.

—¡Gracias! Sé que si no me asesinaron fue por ti. Tu sacrificio valió la pena. No te guardo rencor puesto que sólo obedecías órdenes de Mamoru. Perdóname por no saber quererte, quizá en otras circunstancias, todo hubiera resultado mejor— le expresó Serenity aún conservando su abrazo y con un gesto bastante amable.

—¡Que tengas suerte mi niña!— finalizó Kunzite al separarse de ella y ayudarla a abordar el auto real que la llevaría a mi hangar privado en el que tomaría su vuelo hacia América.

Estaba viendo partir a la única mujer que había despertado mi lado más noble y sentí que mi ya abatido corazón se quebraba en mil pedazos —¡Demonios!— grité de forma exasperado golpeando el cristal del ventanal con ambos puños, acción que no pasó desapercibida por quienes se encontraban abajo.

Serenity dirigió su mirada hacia mi habitación y posó sus ojos en mí con un semblante muy distinto al que le había dedicado a Kunzite y a Lita hacía unos instantes.

Al notar a Serenity clavar su mirada en dirección hacia arriba, Kunzite también lo hizo y me sonrió de forma maliciosa.

—¡No lo hagas! ¡Aún no se lo digas!— rogué en voz baja presintiendo lo que estaba por hacer.

—¡Arranca y asegúrate que aborde el avión privado del gran señor! Si algo sucede o sale mal, serás castigado— Kunzite le indicó su nueva misión a nuestro chofer, y este en forma inmediata encendió el motor.

—¡Cuídate! Si algún día decides volver serás bienvenida— le dijo Kunzite a su hija a través de la ventana del auto.

—¡No, gracias! Dudo mucho que me den ganas de regresar si quiera de vacaciones— afirmó Serenity dirigiendo de nueva cuenta su mirada de rencor hacia mí.

—Por cierto, saluda de mi parte también a tu padre. Se arriesgó mucho para tenerte de vuelta, es un gran sujeto— Kunzite le guiñó el ojo y le reveló la verdad ante su mirada atónita y llena de confusión. —¿Sabes algo? — le cuestionó mi amigo. —Él no lo mató, ese hombre que está ahí sufriendo por tu partida no es ningún asesino.

—¿Qué?— respondió Serenity cambiando su semblante y viéndome ahora con esos ojos bondadosos que tanto me gustaban.

—¡Hora de ir a casa!— ordenó Kunzite al chofer quien de inmediato cerró la ventana eléctrica del auto e inició su marcha.

Tal vez ahora ella sabía que no era un asesino, pero sin duda la había lastimado bastante, y eso no iba a cambiar. Serenity se había ido del palacio, y de mi vida, y lo había hecho para siempre.

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