ENIGMA

By angievts

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corrí y corrí por el extenso bosque. Mis pies me dolían, como si quemaran. Las voces se escuchaban al fondo... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VII
CAPÍTULO VIII
CAPÍTULO IX
CAPÍTULO X
CAPÍTULO XI
CAPÍTULO XII
CAPÍTULO XIII
CAPÍTULO XIV
CAPÍTULO XV
CAPÍTULO XVII
CAPÍTULO XVIII
CAPÍTULO XIX
CAPÍTULO XX
CAPÍTULO XXI
CAPÍTULO XXII
CAPÍTULO XXIII
CAPÍTULO XXIV
CAPÍTULO XXV
CAPÍTULO XXVI
CAPÍTULO XXVII
CAPÍTULO XXVIII
CAPÍTULO XXIX
CAPÍTULO XXX
CAPÍTULO XXXI
Azahar
CAPÍTULO XXXII
CAPÍTULO XXXIII
CAPÍTULO XXXIV
CAPÍTULO XXXV
CAPÍTULO XXXVI
CAPÍTULO XXXVII
CAPÍTULO XXXVIII
CAPÍTULO XXXIX

CAPÍTULO XVI

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By angievts


Dash.

El equipo de azahar ya estaba en posiciones. Me escondí en las plantas que estaban al frente del imponente e iluminado edifico donde se llevaría a cabo la reunión. El amigo Pakistán de Azahar estaba a mi lado acomodando la maleta con la exuberante suma de dinero, y por supuesto, la droga que ofrecería.

Me miró y dándome un asentimiento de cabeza empezó a caminar hacia la entrada del edifico, que a simple vista se veía tranquilo, como si no estuviera a minutos de organizarse una reunión con importantes criminales.

La respiración empezó a irregularse, como toda vez que me sentía en una situación que amenazaba mi integridad física. Entonces los ataques de ansiedad amenazaban con salir a la superficie.

Miré a mí alrededor en busca de alguien cerca que pudiera ayudarme, pero nadie de los integrantes del clan de Azahar estaba remotamente cerca.

El corazón empezó a palpitar con ferocidad, las manos empezaron a sudarme excesivamente. Intente levantarme para tratar de recuperar la estabilidad, pero el mareo invadió mi sistema y no tuve más remedio que pegar mis pies contra mi pecho, convenciéndome una y otra vez que solo era cuestión de minutos para que desapareciera

Va a pasar.

Va a pasar.

Va a pasar.

Mis ojos empezaron arder por las ganas de llorar que empecé a sentir por verme otra vez envuelto en estos episodios que me tiraban más a la oscuridad cada vez que me golpeaban con brutalidad, tan repentinamente que no teníamos ni tiempo de procesar la situación.

―Dash es hora­―escuché hablar a Azahar por el auricular―, Akram está entrando.

Era incapaz de responder, de moverme. Solo estaba ahí, tratando de respirar con normalidad y limpiando el sudor de mis manos contra mis pantalones.

― ¿Dash? ¿Estás ahí? Debes entrar―volvió hablar.

Cerré mis ojos, volviendo a repetir las mismas tres palabras hasta lograr que mi cuerpo volviera a regularse.

Poco a poco mi corazón volvió a latir normalmente, y sentía que podía respirar tranquilamente. Con cuidado me levanté mirando a todos lados. Acomodé mi negro cabello y limpiando mis lágrimas con el dorso de la camisa, respiré profundo y emprendí la caminata hacia la entrada

­ ―Estoy aquí― le respondí al árabe―. ¿A dónde tengo que ir?

Era ahora o nunca.


***


La primera planta estaba solo las mujeres de azahar con sus trajes de burkas, esperando su entrada triunfal. Las miré y Zaida me miró de reojo. La ignoré y seguí mi camino hasta la tercera planta donde Azahar me había dicho que estaría Akram en el bar tomando unos tragos antes de que iniciara la grandísima reunión. Hasam por otra parte ya estaba en su lugar ultimando detalles.

Mientras más me adentraba hacia el ascensor empecé a ver como hombres vestidos de negro armados estaban esparcidos por el pasillo. Me mostré calmado y les regalé una sonrisa inocente, ellos me respondieron con un asentimiento de cabeza. Subí al ascensor y pulsé el tercer piso. Mientras las puertas se cerraban repasaba mentalmente las palabras que debía decir para lograr a engañar al hijo de puta mayor.

Las puertas se abrieron y automáticamente docenas de hombres me apuntaron. Alcé mis manos y abriéndose paso entre los hombres uniformados apareció Akaram con una sonrisa burlona portando en el brazo izquierdo un vaso de trago. Les ordenó a los hombres que bajaran las armas. Y con su risa socarrona me escaneó de la cabeza a los pies.

―Tanto tiempo siguiéndote el paso para que tú vengas a mí ― se tomó todo el trago y sorpresivamente sacó un arma de su espalda, apuntándome directamente a mi frente. ―. ¿Qué mierda venís hacer acá? ¿Robarme más? ¿No te bastó?

Respiré profundo

Cálmate, no es momento para tener otro ataque.

Agaché mi mirada tratando de fingir lo mejor que podía ante la grandísima escoria que tenía al frente.

―Me canse de huir... ― musité aun con la cabeza gacha ― Sé que no merezco su misericordia.

Este sonrió indicándole a un hombre moreno con rasgos árabes que se acercara a mí.Me sujetó de las manos y me obligaron alzar la mirada.

― ¿Me crees estúpido? ― bramó― ¿Quién te envió?

Otro de sus matones empezó a revisar mis prendas en busca de algo que me delatara. Lo que no sabía era que el micrófono lo había destruido antes de llegar. Azahar me dijo que aunque no tuvieran un sistema de seguridad muy estructurado y bien organizado, si podían ser lo suficientemente perspicaz para saber que mi visita no se trataría de un arrepentimiento genuino, así que solo utilizamos el micrófono hasta cierto punto, pero con solo pulsar el botón diminuto que tenía en mi reloj a él le llegaría el viso para intervenir.

Todo saldría bien, si yo sabía actuar.

―Sé que me están buscando por todos lados ¿Qué más da entregarse que esperar a que ustedes me encuentren y me decapiten?

Su rostro se endureció. Sin embargo su arma reluciente seguía apuntándome entre ceja y ceja. Un disparo y la muerte sería eminente.

― ¿Entonces que procede? ¿Matarte como lo hacías tú con tus víctimas?­― escupió con crueldad―. ¿Asesinarte por traicionero al igual que tu padre?

Decidí callar y escuchar todo lo que tenía que decirme. Debía mantenerme sereno y no contestar con altanería.

―Tanto que llorabas por los rincones repitiendo una y otra vez que no eras igual a tu padre y mírate― me recorrió con desprecio―, eres igual que él. Por suerte está muerto, como debía estarlo desde hace mucho.

Repentinamente el moreno golpeó mi mandíbula haciéndome retorcer del dolor. Akram soltó una risotada y escuché el sonido del seguro del arma.

―Personas como el, como tú, como la zorra de tu madre deben estar muertos.

Intenté presionar el botón del reloj pero otro golpe en las costillas hizo que rodara al suelo.

―¿Te acuerdas cuando llorabas por los rincones y tu padre te decía que no eras más que basura? ―sus palabras quemaban. Se acercó y agarró mi rostro con sus grandes manos causando dolor.

Arrebaté su asquerosa mano de mi rostro. Sonreí con ironía. Relamí mis labios saboreando la sangre. Me levanté y acercándome a el de forma intimidante. El no retrocedió ni un solo paso. Se mantuvo fijo con su espalda erguida, mirándome desafiante y con petulancia. Súbitamente agarré su cuello con mi mano derecha, haciendo que mi brazo se tensara por la fuerza ejercida en su garganta. Sentí como el quitaban el seguro de dos armas que estaban a mi espalda.

Akram sonrió retorcidamente y puso su arma en mi cien. Apreté mas el agarre y el puso su dedo en el gatillo.

­―O me sueltas o te dispara cualquiera de los tres―amenazó.

―Eres un hijo de puta.

―No es nuevo. Ya me lo han dicho.

A pesar de lo tensa que se encontraba la situación, el hecho de que en cualquier momento pudieran matarme, no podía dejar de sonreír. Miré mi mano que apretaba el cuello del árabe y presioné el botón que estaba escondido en el reloj. Si mal no calculaba en unos tres minutos estarían acá.

Avancé con el y lo estrellé contra la mesa del bar. Lo miré fijamente recordando todas esas veces que había humillado a mi madre. Como hacía que hombres de su grupo abusaran de mi hermana cuantas veces le placía, y como me humillaba a mi constantemente. Como me golpeaba, me encerraba en calabozos dejándome que aguantar hambre por días. Este hijo de puta se había desquitado con creces cada una de las fechorías y el juego sucio de mi padre.

¿Cómo no odiarlos? Si por él y por todos los integrantes de este lugar nunca había podido tener una vida tranquila. Lo odiaba tanto, al igual que mi padre.

―Creo que sabes muy bien Akram que a mí, mi vida me importa muy poco―mascullé y el miedo entonces empezó apoderarse de su asqueroso rostro―. En este momento puedo estrangularte con mucha facilidad y por supuesto con una satisfacción que ni te imaginas. ¿Qué más da morir en el proceso?

Él iba disparar pero con un movimiento rápido se la arrebaté y se la puse entre ceja y ceja justo como lo había hecho en el pasado. Miró hacia los lados con desespero. El moreno y su acompañante se acercaron a mí.

―Si disparan, su jefe muere―­ demandé.

Mi mano dolía por la fuerza que estaba poniendo. Un poco más y podría sentir como su vida se iría entre mis manos. Un espectáculo muy digno de ver.

―Eres el reflejo del hombre que tanto dices detestar― habló dificultosamente a causa de la falta de respiración.

Sabía muy bien la táctica que utilizaba; psicología inversa. Hubiera funcionado tiempo atrás, pero había aprendido tanto en estos años que en definitivamente sus palabras no causaban ni cosquillas en mi.

―No, soy mucho mejor que el― y con eso le disparé en el estómago. Los hombres ya iban arremeter contra mí. Entonces sentí como las puertas se abrían con fuerza abrupta, Dejando ver los integrantes del cartel de Azahar con sus armas en mano, dispuestos a lo que tuviera que pasar.



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