PENSAMIENTOS
• Jessica Allen •
Parpadeo otra vez.
Saco toda mi fuerza de voluntad y me "animo" a salir de la cama.
Mis pies tocan el frío suelo y me paso las manos por el pelo para acomodarlo, ya que sin verlo sé que está hecho un desastre.
Doy un pequeño repaso a mi habitación. Hace una hora adecue mi visibilidad a toda esta oscuridad.
Me levanto y me dirijo a la ventana para retirar las cortinas y abrirlas de par en par para recibir el aire frío y fresco.
Voy al baño y analizo mi cara. Las pequeñas marcas bajo mis ojos dejan evidencia de la grandiosa noche de ayer. Mi cumpleaños.
Intento esbozar una sonrisita al recordar todo: Personas felices, regalos, bebidas, música... Pero sale una mueca de simple seriedad.
Cuando ya estoy medio presentable abro mi armario y con delicadeza saco el estuche de mi guitarra. Un instrumento tanto mío como lo era de ella, mi madre... Era y todavía es una persona a la cual admirar. Ella me enseñó todo lo que sé de música e instrumentos...
Antes de salir de mi casa veo la hora en el reloj de pared: 6:25 a.m. La pequeña decaída surgió hace aproximadamente dos horas... Dos horas en la oscuridad, dos horas en las que pienso constantemente en ese día...
Dos horas en las que pienso en ella...
Mientras salgo del porche reparo mi atuendo. Llevo una sudadera negra—de Thom, por cierto—Unos pantalones holgados y mis Vans, un gorro para el frío y, colgando de mi espalda nuestra guitarra.
Doy el corto paseo de mi casa al parque y me siento en mi banco de confianza—desde los 13 años—Y aquí está, un banco de madera en un buen y considerable estado, alejado de la humanidad y con un panorama perfecto.
Saco mi guitarra, y me cruzo de piernas para tener una mejor comodidad. Espero un momento y me tomo un tiempo para respirar el aire puro y despejar mi mente para que después mis dedos empiecen hacer magia, gracias a la púa contra las cuerdas.
Barios recuerdos viene a mi, pero solo uno llama mi atención...
~
—Preséntate al concurso estatal de música—me decía mi padre hace unos años.
—Papá...—lo miraba con arrogancia—Ni siquiera he compuesto una tablatura completa.
—Pues compón una tablatura completa.—sonó más a reproche que ánimos.
—Ya, por arte de magia—dije sarcásticamente.
—No, por obra y gracia del espíritu santo—ironizó.
~
Sigo tocando el instrumento con la púa presionando las cuerdas sobre el diapasón haciendo sonar las notas y combinando los sonidos repetidamente.
Desvío la vista a un lateral de la guitarra y veo las pequeñas siglas rayadas por mi madre y yo hace años:
K.J de Kristen Jagger Y J.A de Jessica Allen.
Su guitarra la heredé yo, con ella aprendí a tocar y con ella sigo tocando siempre que la inspiración viene a mí.
Aunque ahora sea un método de escape...
Busco más momentos a los cuales aferrarme... Ayer, por ejemplo. "La espectacular e inolvidable fiesta" —palabras dichas por Alison— Y así fue, una fiesta realmente alucinante.
Unos minutos antes habían llegado las personas más allegadas a mi, la intención de ese "plan" era recibir los regalos de todos ellos.
Por parte de mi mejor amiga, unos vestidos diminutos, con escote, espalda descubierta y con ambos laterales también descubiertos...—Los cuales me probé a petición de ella— acompañados de unos tacones de literalmente 20 centímetros.
Adelanto: Todos se quedaron sin palabras.
«—¡TE VES HERMOSAAAA! ya no hay excusa para no ir de fiesta, muñeca.—Me decía ella misma, entusiasmada.
—Sí, estoy... bien.—Respondí con nerviosismo. Mirando a la vez la mirada lujuriosa de Thom.»
Caleb me dio una foto enmarcada de nosotros dos juntos, en el marco había una frase:
«¡Somos la bomba!. Te quiero hermanita»
«—Tu si que eres la bomba rubito.—admití con mucha felicidad.
—Lo sé, lo sé...—un abrazo caluroso nos envolvió.»
Thomas me había regalado una caja de chocolates acompañados de una camiseta blanca con la palabra «Oasis» impresa en color negro, justo en la parte de la espalda.
Sinceramente fue un regalo emotivo, bonito y nostálgico. Como la púa que ahora cuelga de mi cuello.
«—¡Es igual a la que llevabas el día que nos conocimos!—grité con mucha euforia.
—¿Enserio? No me había fijado—Respondió con sarcasmo mi novio»
Por último, los regalos de la familia Glen.
La abuela Bianca me dio unos calcetines hechos a mano para el invierno. Regina un vestido de flores—Para nada de mi estilo, pero agradecida por el obsequio—. Nicole, me dio tres libros: Orgullo y prejuicio de Jane Austen. Romeo y Julieta de Shakespeare y Mujercitas de Louisa May Alcott
—libros que ya tenia pero que igualmente recibí encantada—.
«—Los voy a releer.—había dicho sonriente.
—No lo dudo, la tragedia es lo tuyo—Marc respondió, ya que él fue el repartidor por parte de su familia»
Cuando por fin me tendió mi regalo de su parte: Una tarjeta regalo de la librería. Algo que a simple vista ves, y dices: ¿solo eso? Pero no, yo me emocioné a más no poder.
«—¿Te puedo pedir una cosa más?—pregunté divertida y esperanzada.
—Depende de su precio.—Marc siguió el hilo de la conversación.
—No, depende de ti.
Al final aceptó con un asentamiento.
—¿Puedes regalarme una... sonrisa?—Era lo único que faltaba para que mi día fuera perfecto.
—¿Y eso... se considera un regalo?
Asentí.
—¿Que ganas con eso?—quiso saber.
—Una pizca de felicidad—admití.»
La sonrisa salió de su boca, pero además una aceptación de su parte: «Verte feliz es todo lo que está bien»
••••
Dejo por un momento el instrumento, y admiro el hermoso amanecer. 7:42 a.m y sigo aquí, despejando la mente.
Creo que es la primera vez que tengo una decaída en la mañana...
Mientras diviso los colores mezclarse, algunas canciones suenan por mis auriculares, como:
Live Forever de Oasis, Asleep de The smiths, y
Back In Black de AC/DC...
La mañana sigue pasando y una llamada de Alison me toma desprevenida. Le contesto y aparento total normalidad... Lo único que se escuchaba era las quejas de los hermanos Brown, gritos de enfado, y peleas...
Para entrar un poco en contexto: Alison está enfadada con Cal por haberle mentido respecto a la pelea que tuvieron aquel día los chicos en aquel Pub.
En fin, seguí escuchando las quejas, pros y contras de ambos hasta que dieron las 11:30 a.m.
No me queje en ningún momento y despeje mi mente con las preocupaciones de los rubios.
+ Thomas Wilson +
—Llega 15 minutos tarde capitán—me dice Cris, un compañero de natación.
—¿Enserio? No me había fijado Cris.—digo irónicamente.
—La próxima vez ponte una alarma o algo, el entrenador está de un humor insoportable.
Y cuando no...
Puse los ojos en blanco al recordar que Cris no sabe pillar el sarcasmo a la primera. Me voy caminando a los vestuarios para encontrarme con Ted, mi entrenador de vieja edad.
Ted es un buen hombre, solo que nunca está de buen humor, cuando está enfadado se le ponen las orejas rojas y su cara parece un desplegable de lo profundo que es su ceño.
—Que pasa T—le digo al enano y calvo hombrecito, en forma de saludo.
—¿Qué que pasa? Eres el Capitán y llegas...—me muestra su reloj de mano: 1:50 p.m.—Llegas 20 minutos tarde, T.—me reclama por la inicial de mi nombre.
—Ya lo sé, T.—hago lo mismo.
Años de confianza nos ha dado más acercamiento de lo normal. Este hombre calvo y enano ha estado ahí para mi siempre. Desde que era un crío de su misma estatura.
—Pues mueve el culo, T—alza la voz en un regaño.
Me rio sin mucho ánimo y paso por su lado dándole un toque en el hombro para pasar directamente a mi taquilla.
••••
—En el próximo entrenamiento vendrán los ojeadores, que todos y cada uno de vosotros de lo mejor ese día.
—Si entrenador.—gritamos todos al unísono.
Y con eso todos toman dirección a las duchas para marcharse, pero claro, soy detenido por Ted.
—Eres el capitán.
—¿Soy el capitán? Que asombrosa noticia.
—No estas de buen humor hoy—se cruza de brazos.
No, ni un poco...
—Ted, deja de decir cosas evidentes y habla,—añado—que tengo prisa.
¿Un resumen? Irresponsable... bla, bla, bla... impuntual... bla, bla, bla... Eres el capitán... bla, bla, bla...
—Eres un entrenador espléndido Ted, pero me voy.—digo por fin.
—Pero...
—El mejor de los mejores, lo digo enserio.
—Thomas...—me advierte con una mirada asesina.
—Ted...
Recojo mis cosas y salgo del vestuario para dar el pequeño paseo en medio de las piscinas para después cerrar la puerta detrás de mi, para dirigirme a la moto.
Busco mi teléfono y marco su número.
• Jessica Allen •
Mis dedos siguen tocando una de las muchas melodías que me sé de memoria, sigo haciendo magia con los debos...—o eso solía decir mi madre—.
No presto atención a nada. Ni a los niños que gritan a mi alrededor, ni a la gente que se ha amontonado a mi alrededor desde hace un buen y posiblemente larguísimo rato.
Solo pienso en las notas que salen de mi guitarra, solo en eso...
Me detengo al sentir mi teléfono vibrar en mi pantalón. Contesto.
—Hola—digo en un tono bajo sin saber de quien se trata.
—Así saludas a tu novio, querida novia.
—Sí—dije sin más.
Un silencio inunda la llamada.
—¿Estás bien?
—Tengo una decaída—digo sin más.
—¿Decaída de qué? Especifica Jessica—me pide un poco alterado.
Ahí es cuando caigo en cuenta de que mi querido novio no sabe sobre mis ataques de ansiedad, y mis episodios de depresión.
—Te lo explico todo luego—Respiro profundamente.
—¿Todo? Jessica... ¿dónde estas?
—En el parque infantil, está a unas cuadras de mi casa.—digo, otra ves con toda la tranquilidad del mundo.
—Jessica, joder, no entiendo nada.—lo oigo algo frustrado—Voy para allá.
+ Thomas Wilson +
Sigo caminando hasta que en un punto específico doy con un grupo de gente amontonada. Me abro paso y segundos después veo a mi chica.
Lleva una de mis sudadera puestas, pantalones anchos, un gorro y está tocando la guitarra con los ojos casi cerrados.
Tan guapa como siempre, pienso con una sonrisa. Ahora menos preocupado.
A un lado está el estuche de la guitarra lleno de dinero. La gente sonríe al verla tocar a la perfección la música.
—Mamá, quiero una guitarra—le dice un niño bastante pequeño a su madre, muy decidido.
—Todavía eres muy pequeño, Cariño.
Dejo de escuchar cuando la gente empieza a regalar aplausos a mi chica guitarrista cuando deja de tocar.
—Jessica—la llamó cuando me acerco un poco más a ella.
Sube la cabeza despreocupada, pero al verme su expresión facial cambia por completo. Abre los ojos de par en par y puedo ver como va a empezar a llorar.
—Thom...—antes de que todo eso pase me siento a su lado y la atraigo a mi, en un abrazo reconfortante.
••••
Una vez llegamos a su casa, Jess se da una ducha para después contarme sus problemas de depresión y ansiedad. La abrazo, beso y ánimo. Porque no me gusta verla así. Por eso mismo, una vez la veo ya más relajada suelto la noticia.
—Ahora que estás mejor, me gustaría darte una... noticia.
—Vale—La veo sonreír y si más, suelto la noticia.
—Quiero llevarte a Nueva York.
Sí, al restaurante ese, donde se conocieron sus padres, y donde ahora hacen unas hamburguesas de muerte, pero eso antes tengo que comprobarlo.
—Estas loco—su cara está expresando una perplejidad increíble.
—Si tu lo dices...—sonrió.
—¿Por qué? ¿Por qué quieres ir allí?
—Por ti—digo la verdad.
Su entusiasmo al comentar ese lugar era algo que no me esperaba. Me gusta verla feliz, y si de esa forma estará más feliz aún, lo aré. En fin... soy un chico afortunado, tengo con que llevarla y quedarnos en algún hotel, comida, hasta podríamos alquilar un coche...
Un inesperado beso me distrae. Un beso lleno de deseo, que recibo gustoso. Sus suaves labios bailan sobre los míos con alegría y desesperación.
—¿Quieres o no?—le pregunto tranquilizando mi respiración.
—¿Qué si quiero? Madre mía Thomas, obviamente quiero ir de viaje por primera vez contigo, con mi querido y guapo novio.
—¿Querido y guapo, eh?—nos reímos a la vez.—Vale. Ahora solo hay que fijar una fecha.
—En Diciembre.
—¿En Diciembre?—digo ahora menos animado.
~
—En Diciembre haremos un viaje para el contrato escrito de tu unión a la empresa—me decía mi padre hoy antes de mi entrenamiento.
—Todavía no he acabado el instituto.—hablaba frustrado.
—Solo iremos a firmar los papeles, no empezarás tus prácticas hasta verano.
—¿Cuánto tiempo?—rece para que solo fuera el verano entero y no más tiempo.
—El verano de prácticas, y en septiembre empezarás con el trabajo formal—se encogió de hombros—Papeleo, viajes... Ahora tomarás mi puesto Thomas, imagínate haciendo lo que yo hago.
—Será en este hotel, supongo—dije yo, esperanzado.
—No, será conmigo en el hotel principal.
—Eso está a miles de kilómetros de aquí—admití perplejo.
—Pues ahí trabajarás, haciendo todo lo que yo hago
~
—Sí, en las vacaciones de navidad—dice Jessica, sacándome de ese pensamiento—Ahora no podemos, estamos todavía en clases. En menos de un mes saldremos y, BOMM, vacaciones.
Me vuelve a besar dejando por un momento mi mente en blanco. La atraigo a mí para sentarla en mi regazo. Profundizo el beso y una de sus manos enreda el pelo de mi cabeza en sus dedos dándome un leve tirón. Sin dejar de besarnos siento lo que causa el roce de nuestros cuerpos...
—Oh...—dice Jessica separado nuestros labios al darse cuenta
—Ya.—digo despreocupado, esperando alguna reacción de su parte.
Como era de esperar empieza a moverse algo nerviosa sin saber que hacer.
—Pues...mhm...no sé... puede...pero...—dice cosas sin sentido mirando el techo lleno de posters.
—No pasa nada, Jess.—colocó mis manos en su cintura para bajarla de mi regazo lentamente.
—Vale, no pasa nada entonces—dice rápidamente con voz chillona.
—Cuando estes lista—digo para seguir tranquilizándola.
—Cuando este lista, sí sí, vale.
Esbozó una sonrisa al verla mover sus dedos entre sí, la conozco como para saber que no parara de hacer eso, y de decir incoherencias estando aún nerviosa.
—¿Quieres cenar algo?—pregunto.
—Sí, cenar algo, vale.
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