ENIGMA

By angievts

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corrí y corrí por el extenso bosque. Mis pies me dolían, como si quemaran. Las voces se escuchaban al fondo... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VII
CAPÍTULO VIII
CAPÍTULO IX
CAPÍTULO X
CAPÍTULO XI
CAPÍTULO XII
CAPÍTULO XIII
CAPÍTULO XIV
CAPÍTULO XV
CAPÍTULO XVI
CAPÍTULO XVII
CAPÍTULO XVIII
CAPÍTULO XIX
CAPÍTULO XX
CAPÍTULO XXI
CAPÍTULO XXII
CAPÍTULO XXIII
CAPÍTULO XXIV
CAPÍTULO XXV
CAPÍTULO XXVI
CAPÍTULO XXVII
CAPÍTULO XXVIII
CAPÍTULO XXIX
CAPÍTULO XXX
CAPÍTULO XXXI
Azahar
CAPÍTULO XXXII
CAPÍTULO XXXIII
CAPÍTULO XXXIV
CAPÍTULO XXXV
CAPÍTULO XXXVI
CAPÍTULO XXXVII
CAPÍTULO XXXVIII
CAPÍTULO XXXIX

CAPÍTULO I

901 56 26
By angievts


Arienne.


Mi historia comenzó...no esperen, me retracto.

Nuestra historia comenzó unos meses atrás―9 para ser totalmente exactos―cuando yo un día no muy razonable que digamos decidí ir por primera vez a esa monumental biblioteca que había sido abandonada ya varios años atrás.

Todo sucedió tan inesperado y repentino. Nunca se me entrelazó por mi loca cabeza que en esa biblioteca yo podía llevarme una sorpresa que sería agradable o absolutamente lo contrario, depende del punto de vista en que tú quieras verlo.

Puedo decir que desde que habito con mi madre en este pequeño y acogedor pueblo, he escuchado infinidades de teorías sobre porque aquella tan impresionante y amplia biblioteca fue clausurada un día sin dar una explicación pública de aquella tan descabellada decisión. Unos aseguran que fue debido a que uno de los encargados de fundar ese emplazamiento escondía un significativo secreto, que desafortunadamente fue descubierto. Mujeres aseguran de que era un hombre de una mediana edad quien poseía una gran cantidad de dinero y que un día fue hurtado, pero no se sabe a ciencia cierta si el testimonio que revelaban aquellas sujetos fuera real o al menos de confiar, pues ese hombre no dejo huellas ni rastros que permitieran dar con su identidad.

Otros individuos aseguran que la señora bibliotecaria un día sintió que se empezaron a originarse hechos horripilantes según lo narran las personas. Gritos desgarradores se podían percibir en las diferentes plantas con las que contaba ese establecimiento y que una noche debido a esos acontecimientos, la señora fue perdiendo la cordura a tal punto de tener que ser internada en un hospital psiquiátrico, pero como lo dije antes, tampoco se puede afirmar con seguridad de que aquello sea verdad.

Cada vez ese lugar despertaba más curiosidad en mí. Varias veces había tenido la intención de acercarme, o hasta entrar allí, la cual su fachada ya se encontraba deteriorada por falta del mantenimiento necesario, pero no había tenido la suficientes agallas hasta ese día, donde yo tuve la fortuna, o tal vez, la maldición de poder confirmar que una de los tantos rumores que se oían en todo el pueblo, uno era verdadero.

Ahí fue donde empezó todo.

Un atardecer donde yo me encontraba sola en casa, ya que mi madre tuvo que abandonar el pueblo para desplazarse hasta la ciudad por unas diligencias que tenía que hacer ella ya que se encontraba al mando de la coordinación y preparación de la fiesta que se realizaba en el pueblo, con el fin de recaudar fondos y desarrollar obras benéficas.

Mi insaciable curiosidad ese día le ganó a mi coherente razonamiento. Solo bastó que mi madre me diera una hora fija de su regreso para después marcharse.

Esperé aproximadamente media hora para cerciorarme por completo de que no haya olvidado alguna pertenencia y no me hallara en casa.

Y ahí me encontraba yo; estática, justo al frente de esa gran construcción llena de detalles hermosos que todavía se podían observar con claridad a pesar de su indudable desgaste y escasez de pintura. Estaba segura que si hubieran mantenido esta biblioteca disponible a la comunidad, sería uno de los grandes monumentos que guardaría nuestro país.

Tomé una bocanada profunda e introduje mis pequeñas manos en mi suéter para poder controlar un poco la baja temperatura que tenían estas. Subí las escaleras pausadamente por si acaso me disuadía de entrar a ese lugar, que a simple vista posiblemente podía servir como escenario ideal para filmar una película de terror.

El trayecto de las escaleras se me hizo más corto de lo que yo hubiera querido. Saqué mi mano derecha de mi suéter y toqué tres veces la inmensa puerta de una madera que se podía notar que tan antigua era.

Me reñí a mí misma al ser esa acción, pues lo más seguro era de que allí no habitaba nadie. Extraje mi otra mano y junto con la otra delicadamente fui abriendo esta. Miré a mis alrededores y por fortuna no se encontraba nadie a simple vista.

Al abrir aquella imponente y pesada puerta, un chirrido se podía escuchar con claridad, dándole a esto un aire más terrorífico y causando que la presión arterial se me disparara alarmantemente.

Todo estaba oscuro y tenebroso, solo las sombras de los estantes se podían observar. Mi cabeza involuntariamente se desvió a la derecha donde había un escritorio de circulación y encima de esta un computador que se encontraba con su pantalla encendida. Nuevamente la curiosidad se hizo presente. Caminé a paso seguro hasta hallarme justo al frente del ordenador. Me agaché para poder tomar el mouse y ojear un poco.

Mi vista se alzó levemente al sentir una nueva presencia en aquella planta, pero solo pude divisar una sombra entre dos estantes. Sentí la necesidad de gritar por el terror que mi cuerpo empezó a sentir. Mis nervios se alteraron y mi respiración empezó a ser irregular.

Una mano de repente entró en contacto con mi boca, con el fin de evitar aquel grito que estaba a punto de soltar de mis cuerdas vocales.

Mis ojos se abrieron excesivamente al contemplar gracias a la poca luz que proyectaba el computador, de que era un chico mucho más alto que yo. Me aterré aún más.

El lentamente fue dejando en libertad mis labios sin antes estar seguro de que no gritaría una vez el alejara su mano por completo.

―Por favor no me hagas daño―imploré en un susurro que dudo que se hubiera podido escuchar con claridad.

― ¿Por qué entraste aquí? ―reclamó entre dientes, sonando realmente molesto.

Me estaba arrepintiendo de haber venido a este lugar.

Mi mente se quedó prácticamente en blanco. No sabía con exactitud que debía contestarle.

¿Por qué había venido aquí?

La verdad es que yo tampoco tenía una respuesta coherente o al menos razonable de porque vine a este establecimiento abandonado.

―Curiosidad... ―traté de sonar convincente, pero fue un fracaso. Mis labios temblaron al pronunciar esa minúscula palabra, amenazando con romperme en cualquier momento.

Él se quedó quieto por segundos, sin tener intención de contestar o dar su siguiente paso: seguramente matarme.

El retrocedió, haciendo que con cada paso que daba su figura fuera perdiéndose entre las penumbras, hasta que desapareció por completo de mi campo visual.

Miré la entrada que se hallaba entre abierta, dejando ver un diminuto rayo de sol.

Suspiré e iba aprovechar su desliz para escapar de seguramente de lo que sería mi fin, pero el volvió hacer presencia con una silla en mano.

Fruncí mi ceño y el pánico nuevamente invadió mi organismo de manera sumamente alarmante.

Acomodó la silla en el asfalto desgastado y lleno de suciedad acumulada.

Me preparé mentalmente para su siguiente acción, pero me asombró cuando lo único que ocurrió fue que se sentó ahí, en esa silla incomoda, cruzando sus brazos por encima de su pecho.

―Habla―Pronunció esa palabra de una manera tan cruda, llena de frialdad―Mira yo no estoy para tus estúpidos juegos de simple "curiosidad" ¿No te han dicho que la curiosidad mató al gato? En este momento puedes estar pisando terreno peligroso y no estar consciente de ello.

Mis ojos se posaron en su rostro; a pesar de la poca oscuridad podía identificar ciertos rasgos de su rostro.

―Yo no sabía que vivía aquí―contesté poco audible. Mi cabeza se desvió hasta mis zapatos desgastados que empezaron a moverse por el nerviosismo.

― ¿Pero querías venir a ver qué era lo que realmente había?―su voz sonó tan imponente que involuntariamente alcé mi cabeza hasta volver a toparme con su mirada estridente―. Estoy al tanto de lo que se rumorea en este pequeño y entrometido pueblo. Puede que no estuvieras segura completamente, y por eso decidiste venir aquí, para cerciorarte y confirmarlo con tus propios ojos ¿O me equivoco? ―sus palabras lograron descolocarme.

―No...―contesté avergonzada por su acierto.

― No es seguro andar de fisgona ¿Que tal y estés al frente de un asesino? ―preguntó esta vez en un tono más suave y bajo, pero su voz no perdía ese tono tajante ―. Porque perfectamente puedo serlo.

No respondí, entonces el añadió:

―Eres muy curiosa... eso podría traerte demasiados problemas, como el que estas presenciando ahora―plasmó una diminuta sonrisa, que estaba demasiado lejos de ser agradable. Más bien parecía malévola, que hizo que un escalofrió recorriera cada uno de mis huesos.

Tragué en seco y desvié la mirada hasta el escritorio empolvado. No podía sostenerle más la mirada, porque sabía que en mis ojos estaba reflejado todo el pánico que me trasmitía ese sujeto tan esotérico.

―Dame una razón para dejarte ir―sus palabras para mi sonaron como un eco que invadió el lugar, pero sobre todo en mi cabeza.

Si antes estaba calmada, pues ahora mi respiración volvió a tornarse irregular y casi podía sentir mi sangre bombear con ferocidad por mis venas hasta llegar a mi corazón que palpitaba desaforado.

―Si vas a matarme, que no sea tan doloroso, por favor ―Mi voz salió en un hilito de voz, casi incomprensible, pero que causo que el frunciera su ceño y aplanara sus labios en señal de consternación.

―No te voy a matar. No quiero ganarme problemas― Hizo un movimiento de hombros despreocupado.

Se paró de esa silla de momento repentino, haciéndome sentir diminuta e intimidada por su porte tan soberbio.

―Pero quiero que me prometas algo ―Se acercó al escritorio. Ahora nos encontrábamos frente a frente

Su ceja derecha bastante poblada y oscura se encarnó hacia arriba, esperando a que yo accediera a esa promesa que me iba a gestionar.

Asentí continuamente, lo que le causó cierta gracia que se reflejó en su rostro.

―No quiero que vuelvas y mucho menos que le comentes esto a alguien del pueblo ¿Entendido? ―sus codos se apoyaron en el escritorio hecho de madera.

Mis ojos vagaron por la oscuridad del lugar, dándole tiempo a mi mente para darle una respuesta definitiva a este hombre.

Perfectamente podía aceptar una parte de la promesa; no comentarle nada de esto, más específicamente de él a nadie del pueblo, pero la otra parte se me hacía difícil acceder, ya que yo quería volver a este lugar en cualquier momento que me apeteciera porque había algo que me atraía constantemente aquí.

Quería conocer y explorar más este enorme lugar.

―Estoy esperando una respuesta ―su voz nuevamente se hizo presente. Sonaba impaciente y desesperada.

―Acepto ―contesté al fin.

Él pareció sorprenderse, pero al instante lo ocultó.

Al parecer me creyó, porque se alejó y me abrió el gran portón que me daba salida a la calle.

Lo que él no sabía es que le dije un gran mentira, porque yo si volvería a ir.

Y tal vez ese fue mi error.

Volver.

Cuando perfectamente pude cumplir mí promesa al pie de la letra y seguir con mi vida como si ese asunto nunca hubiera ocurrido, Pero yo era así: demasiado curiosa para mi propio bien.

Por lo tanto no había saciado mi curiosidad, había incrementado.

―Espero no volverte a ver ―Fueron las últimas palabras pronunciadas por el individuo.

Cerró la puerta quien hizo el proceso el mismo chillido agudo.



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