Protégeme {Tate Group Rescue...

By leluMuzzi

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Durante años Dee estuvo cautiva, encerrada por unos desconocidos y sucios hombres que querían todo de ella. L... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
Presentacion en Buenos aires❤️ NOTA
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIV
XXXV
EPÍLOGO

XXXIII

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By leluMuzzi

—¿Bea? —la incredulidad era casi palpable en el rostro de Dee. Sus manos temblaban con el deseo de estirarse y tocarla pero temía que desapareciera con un solo toque. Estiró sus brazos, sus dedos ansiosos por sentirla y comprobar si era real, pero se contuvo apenas dos centímetros de distancia del rostro de su amada.

Bea las agarró y lentamente las llevó a sus mejillas, permitiéndole sentir cuán real era.

—Estoy aquí, estás a salvo. —su voz era tan suave que por un momento Dee olvidó todo.

—¿Cómo... ? —no supo realmente qué preguntar. ¿Cómo logró despertar de aquel sueño en vida en el que estaba? Eso sonaba estupido.

—No se que demonios me pasó, nena. No puedo decirte todas las cosas que pasaban por mi mente, los demonios jugaban con mis recuerdos, con mi vista... con todo. Estaban comiendome viva. —Bea llevó una de sus manos a su boca y la besó. Estaban juntas, al fin. Bea se veía radiante, llena de felicidad. —Pero te escuché, intenté salir de allí. No sabes cuánto lo intenté. Espero no haber llegado tan tarde.

La miró de arriba hacia abajo. Dee estaba sucia, llena de su sangre y la de Jack, y su parte inferior estaba completamente desnuda.

—No lo hiciste, —las lágrimas comenzaron a deslizarse por la mejilla de Dee mientras respondía, no pudo detenerlas-— No lo hiciste, nunca lo hiciste.

Porque era cierto. La había salvado cuando se escapó de sus violadores, cuando le dispararon y cuando intentaron raptarla nuevamente en su casa de seguridad. Era su ángel salvador.

Sin embargo, no pudieron disfrutar más del momento porque el dolor en su estómago la hizo chillar. En paralelo, cada parte de su cuerpo fue recobrando la consciencia y rugiendo de dolor también. Era una agonía.

—Duele. —gimió. Bea se alarmó y rápidamente se levantó para ver a su alrededor. Parecía como si se hubiera dado cuenta demasiado tarde que la casa estaba por caerse encima de sus cabezas. Los cimientos estaban temblando por las explosiones. —¿Qué sucedió aquí? ¿Dónde estamos?

Dee jadeaba a la vez que perseguía a Bea con la mirada hasta la puerta abierta de aquella habitación.

—Explotaron la casa, estaba con Caden y Nathan en la cocina cuando empezaron a atacarnos. No pude pensar en nada más que en llegar a ti así que no se donde están o si siguen... vivos.

Bea revisó el pasillo fuera de la habitación pero estaba tan oscuro que era probable que no viera nada.

—Solo un meteorito mataría a esos hijos de puta suertudos. —se acercó a Dee y la ayudó a levantarse. —Necesitamos llevarte al hospital, tus heridas son preocupantes y los dolores abdominales no son buenos.

—No podemos salir, había mucha gente peleando. Los escuché.

—Yo también, nena. Sigan allí, no voy a dejar a mi equipo solo otra vez. No se cuanto tiempo estuve fuera, no se si realmente estoy bien en mi cabeza ahora mismo, pero tengo que ayudarlos. Son mi vida.

Se apresuró a depositar a Dee suavemente en la cama y cuando la dejó cómoda, se extendió y agarró el arma con la que había matado a Jack.

—¿De dónde sacaste el arma? —Dijo, mirando fijamente el lugar donde se encontraba Jack muerto. El piso estaba completamente manchado de sangre, escombros y polvo. Tembló ante la vista pero le gustó ver que ese hijo de puta no iba a ponerle las manos a nadie más. Esperaba que no lo reemplazaran y otro siguiera haciendo lo mismo que él. Esa cadena de heladerías deberia desaparecer.

—Tenemos reglas. Siempre deben haber armas escondidas a plena vista, en todas las habitaciones. Nunca sabes cuando vas a necesitarlas, más con nuestra línea de trabajo. Este bebé estaba detrás de la mesa de noche.

Acarició el arma antes de tirarle una sábana que encontró en el suelo para que se cubra. Jack había desnudado casi por completo a Dee, y si alguien entraba podría ver todo de ella.

—Cúbrete y espera aquí. Espero que no la uses, pero hay una pistola debajo de la almohada a tu izquierda.

—Por favor, ten cuidado. —su voz tembló y se aferró a la sábana que la cubría. —No puedo perderte así de nuevo, te necesito. Ambos lo hacemos.

Cada facción dura y concentrada de Bea se relajó y sus ojos grises miraron con ternura a su amada. Le había fallado, había prometido que nada de lo que le hicieran la lastimaría o marcaría, pero mintió. No sabía cuánto tiempo estuvo fuera, pero compensaría todo lo que Dee vivió sola con creces.

—Lo prometo.

Entonces se apresuró a salir de la habitación. No tenía idea de lo que llevaba puesto, o como se veía, o si estaba lista física, emocional y racionalmente para volver a la acción, pero el recuerdo de Dee acorralada a punto de ser violada frente a sus ojos le heló la sangre y puso roja su visión. Nadie tocaba de esa manera a su mujer, o amenazaba con matar a su hijo.

La rabia hirvió, sus paredes se levantaron, la frialdad dominó cada parte de su mente y dejó salir la guerrera que llevaba adentro. Estaba sedienta de sangre, quería ver todas las cabezas de esos hijos de puta rodar por un suelo mojado en sangre.

Aferró con fuerza sus manos al arma cuando salió del pasillo. Sus pasos eran duros, pesados. Nada podía detener la furia con la que caminaba hacia la guerra. Sentía que todo su cuerpo crecía, se sentía poderosa e invencible, con un único objetivo en la cabeza; arrasar con todos.

La luz llenaba el enorme recibidor porque había dos grandes aberturas en lo que debía ser la puerta principal. El humo polvoso y los fragmentos de escombros no fueron un obstáculo para ella. Tenía los pies descalzos pero no sentía nada de lo que se incrustaba en su piel.

Rápidamente analizó la zona, los gritos venían de todas partes junto a los sonidos de las armas disparando. Entonces ahí estaba, el primer hombre que corría a desafiarla, con su arma lista para para atravesar su cráneo. Bea se movió justo a tiempo; el brazo del tipo se estiró, pero antes de poder siguiera acercar su dedo al gatillo, Bea dio una vuelta completa, tomó su brazo y lo partió a la mitad. Sus huesos sonaron, un estallido magnífico para sus oídos cuando gritó. Vió el terror en los ojos del hombre y segundos después llevó el cañón de su arma a su frente y disparó. Lo vio caer, pero no pudo quedarse más tiempo porque otros dos llegaron por detrás de ella. Recibió un duro golpe en la cabeza, su mundo dio vueltas por un segundo, pero se recuperó más rápido de lo que ellos podían parpadear dos veces. Cargó su arma, pero la patada que uno de ellos le dió la mandó a volar. No le dio tiempo a buscarla. Detuvo el movimiento de su mano envuelta en la culata de la pistola que se dirigía a su cien, lo apartó y le propinó un cabezazo directamente en la nariz. La sangre salía a chorros de la nariz del tipo.

Le retorció el brazo hasta dislocarlo y le robó la pistola con su otra mano para dispararle tres tiros a su maldito compañero sin siquiera soltarlo. Cuando lo vio caer a unos metros de ella, fijó su atención al que tenía cautivo bajo su brazo, arrodillado de espaldas a ella. Este maldito pudo haber sido uno de los violadores de Dee, o de sus atacantes, o maldita sea, podría ser muchas cosas. No valía la pena dejarlo vivo, y la parte sedienta de sangre que dominaba su cuerpo en ese momento le rogó y la impulsó a matarlo. Así que levantó la pistola y le disparó con ella a su dueño. Sus sesos volaron por todos lados, una imagen totalmente cautivadora teniendo en cuenta la situación.

Se agachó cuando el sonido de una pelea sin armas se acercó a ella y se arrastró hacia lo que parecía ser la entrada de la cocina. El deleite se propagó por su cuerpo cuando vio con sus propios ojos a Campbell hacer su magia. Gruñía, su rostro empapado de sangre mientras sus puños destrozados le arrebataron la vida al tipo. Vio como su cabeza rebotaba con cada golpe que su compañero de propinaba sin siguiera agitarse. Sus músculos se abultaron, su camiseta rasgada estirándose hasta que comenzó a romperse por los costados. Ese era su hombre. Una fiera, imparable.

Pero otras escenas comenzaron a aparecer frente a sus ojos. El polvo parecía haber caído por completo al suelo, permitiéndole ver un poco más allá de él. Duncan y Bruce peleaban espalda con espalda como tantas veces practicaron. Tenían a más de dos tipos rodeandolos, quizá unos cuatro o cinco, y no parecían estar asustados o alterados. Estaban seguros de sus habilidades.

Le alegró verlos.

A hurtadillas, buscando quien estaba necesitado de ayuda, entró en la cocina para encontrarse una pelea en pleno apogeo. Dos hombres lanzando puños envueltos en navajas intentaban arrebatarle la vida a Caden. Lo vio esquivarlos, agarrando el brazo de uno que dirigió su movimiento a su rostro y golpeando con fuerza el estómago del tipo. Cuando lo vio distraído, Caden robó su navaja y lo apuñaló tantas veces que no pudo contarlas antes de ser empujado por el otro hombre. Entonces lo vió, acurrucado en una esquina, viendo con ojos abiertos, asustado y fascinado como Caden aniquilaba a sus agresores. Vio a Nathan agarrando su cabeza, pero no parecía poder apartar la mirada de la escena demasiado cerca de él. Una navaja lanzada en su dirección podría causarle una herida irreparable.

Se arrastró poco a poco hacia él, intentando llamar su atención pero Nathan estaba demasiado entumecido y en shock como para prestarle atención a otra cosa. A medida que se acercaba vio las lágrimas empapando sus mejillas y por un momento tuvo un pinchazo de pena por el niño. Él y Dee eran demasiado jóvenes para vivir algo así, más aún sin haberlo pedido. Debía sacarlo de allí.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, tocó con el dedo su muslo. Él saltó y pegó su espalda a los cajones debajo de la mesada, sus ojos la miraron con terror y más lágrimas cayeron por el susto.

—Nathan, tienes que irte. Sal de aquí. —susurró para que la atención de los hombres a su costado no se enfocara en ellos.

—¿Bea? ¿Qué demonios, estás despierta?

—No es momento, debes irte. —tomó su mano y tiró de él para enfatizar su orden.

—¿Dónde está Dee? Ella fue a buscarte. —su voz tembló pero no parecía poder moverse de su lugar. Su mirada iba de a momentos hacia Caden y nuevamente a Bea con mucha frecuencia.

—Está en la habitación ¿crees poder llegar a ella? Corre y no mires atrás. Vigilaré tu espalda desde aquí. ¿Me entiendes?

Un dedo pasó volando frente a sus ojos y cayó directamente en el regazo de Nathan. Él bajó la vista con horror, y por impulso gritó. La atención del hombre peleando con Caden se distrajo por un momento. Fue lo suficiente para que Caden abriera su garganta con la navaja con la que había cortado su dedo. La sangre salpicó el suelo y Nathan se puso blanco cuando vio al hombre en el piso.

—Vete. Ahora. —susurró ella, ayudándolo a arrastrarse por donde ella había entrado. Cuando lo vio alejarse hasta lo que parecía ser la entrada de la cocina, se levantó de un salto, tomó la cabeza del último tipo que peleaba con Caden y, con un movimiento rápido y conciso, partió su cuello. Lo vio caer con un ruido sordo al suelo, pero antes de poder contemplarlo, corrió hacia donde estaba Nathan.

—Corre y no mires atrás, está en la habitación donde me dejaron dormir. Tiene una pistola, así que no entres sin avisar, niño. ¿Entendido?

Él asintió, horrorizado, y a la cuenta de tres comenzó a correr. Su cuerpo larguirucho tomó tanta velocidad que en tres parpadeos estaba del otro lado, desapareciendo en el pasillo que llevaba a las habitaciones.

—Me alegra verte sobre tus pies, últimamente estuviste mucho en la cama. Perezosa.

Se giró hacia su compañero y amigo. No importaba lo importante que era la misión, no había nadie con ellos en ese momento. Le sonrió ligeramente, aun alerta a su alrededor por cualquier otra amenaza.

Si fuera otra situación estaría siguiendo con más alegría esa broma.

—Es bueno verte vivo.

—Sí, hablando de eso. Pude haber acabado con ese tipo yo solo, me arruinaste mi ultima muerte con ese.

—Si encontramos a los demás quizá no sea la última. ¿Tienes idea a dónde podemos ir? No veo a Douglas.

—Me informaron que la parte delantera y oeste de la casa están despejadas. Los sobrevivientes fueron a ayudar a los demás al este y detrás de la casa. Teniendo en cuenta los pocos gritos que se escuchan, deben estar terminando de arrasar con todos. Necesitamos hacer un seguimiento de cuantas bajas tuvimos y limpiar este desastre.

—¿Crees que podrían venir más?

—No lo creo. Ya hubieran estado aquí si fuera así.

—¡Cuidado atrás! —el grito de Bruce los sacó de su pequeña burbuja justo a tiempo para darse la vuelta a ver a un tipo corriendo hacia ellos con una enorme navaja. Por instinto, Bea le sacó la navaja a Caden para enterrarlo directamente en el ojo del idiota. Se aproximó tan rápido que no tuvo tiempo de medir su contraataque, así que ahí estaba; el hombre cayó al suelo, como un saco de patatas.

—Creo que las mini vacaciones que tuviste hicieron maravillas en ti, señorita sanguinaria. Deja algunos para los demás.

Bea le sonrió a Caden, se agachó, arrancó la navaja del ojo del tipo y se la devolvió a su amigo, sin importarle la sangre que lo empapaba.

—Gracias por prestármelo.

—Cuando quieras, Dulce Rihana.

Cuando volvió a enderezarse, vio a Duncan y Bruce caminando hacia ellos, viendo hacia su alrededor con ojos de halcón, pero no había nadie, los cuerpos enemigos estaban sangrando en el suelo por donde pisaban. Era demasiado satisfactorio ver que gente tan deplorable como ellos perdía la vida. Menos gente se vería arruinada por estas mierdas de personas.

—Hey. —dijo Bruce al momento en que se detuvo frente a Bea. Sin importarle lo sudado, manchado y golpeado que estuviese, envolvió sus brazos en ella. —Estuviste mucho tiempo fuera.

—Lo siento, hombre. No volverá a pasar. —no sabia cuanto tiempo había pasado, para ella solo habían pasado horas desde que se desmayó en aquel lugar horrible. Apenas tenía recuerdos de haber ayudado a los demás mientras escapaban del complejo donde la tenían cautiva.

—Que bueno que estés bien. —es lo único que dijo Duncan, tocando su hombro.

Campbell, que parecía el Dios del fuego en aquel momento mientras se acercaba con un aura arrasadora mente furiosa, se detuvo frente a ella y le dio un casto beso en la frente. No era un hombre de muchas palabras o que demostrara algún tipo de afecto, pero era lindo saber que la había extrañado con tan pequeño acto.

—Intentaré comunicarme con algún hombre, necesito un panorama general del exterior. ¿Alguno tiene el comunicador? Partí el mio en la cabeza de alguien en la cocina.

Todos lo miraron divertido, sabiendo que era algo muy común en Caden utilizar cualquier cosa que haga de matar un juego divertido.

—Aquí. —Bruce tendió el suyo.

Primero comprobó si funcionaba, y cuando escuchó el pitido, comenzó a hablar.

—¿Alguien activo? Quiero un panorama exterior. —lo repitió dos veces antes de comenzar a tener respuesta.

—Aqui Tres, zona Este, últimos dos individuos en el suelo. Despejado. Cambio.

—Aqui Ocho, zona Norte de la propiedad. Todo limpio. Cambio.

—Hijo de Puta, soy el jodido Amo de toda esta mierda. Joder. Necesito un trago. —La voz de Douglas fue la siguiente. Sonaba acelerado, como si hubiera peleado con dos leones listos para comerlo. Pero sonaba feliz, como si toda la situación le gustara.

No podía negarlo, todos esos hombres tenían gusto por la acción, por la muerte en los ojos de las personas malas. Disfrutaban hacerlo, sentían que le devolvían algo bueno al mundo, y además saciaban su necesidad de golpear, su sed de sangre y las ansias por olvidar sus pasados. Sus cabezas estaban dañadas, cada uno por cosas diferentes pero aun así iguales. ¿Quién mejor que las personas rotas haciendo este trabajo?

—¿Está todo despejado por ahí, Douglas? —preguntó Caden.

—Por supuesto que sí, demonios. Arrasé con todos. —se rió como nunca, sorprendiendo a todos los presentes. Él no era así, para nada, pero eso hacían las victorias. Lastima que nada de eso había terminado. Era una organización enorme, y solo tiraron abajo una de sus sedes. Nada más. Pero algo era algo, habían salvado a muchas mujeres, hombres y niños de un futuro aún peor. Ibas a seguir trabajando para encontrar a los demás.

La comunicación se cortó al momento en que Caden masajeó sus cienes.

—Daremos una recorrida, nos aseguraremos que no hayan cabos sueltos y nos iremos. Enviaremos a un equipo de limpieza y debemos encargarnos de comprar la propiedad. Definitivamente esto no estaba dentro de los planes del dueño cuando la quiso alquilar.

—Voy a ir contigo —se sumó Bruce.

—Me encargaré de los heridos. Recibiran ayuda inmediata. —anunció Duncan, dando algunos pasos hacia atrás y yéndose a lo que parecía ser la parte trasera de la casa.

—Iré a ver a Dee y a Nathan. —esta vez fue Bea la que habló, y cuando todos se desparramaron y ella fue en busca de los demás, los encontró pegados al respaldo de la cama, sus ojos brillando con miedo. Cuando Dee la vio, bajó el arma que apuntaba hacia su rostro y sonrió con alivio. Por otro lado, Nathan se despegó de Dee y se levantó rápido de la cama.

—¿Están todos bien? ¿Terminaron?

—Eso creo, aunque darán una vuelta para asegurarse. ¿Cómo están, hubo algún inconveniente?

Dee sacudió su cabeza pero estaba temblando y su piel parecía estar más blanca de lo normal.

—Estamos bien.

—No parece ser así, nena. Te llevaré al médico, pasaste por mucho hoy y necesitamos asegurarnos de que nuestro bebé esté bien.

. —Tú también lo necesitas, Bea. Estuviste mucho tiempo sin reaccionar.

Bea sabía que era así, pero no quería ponerse a pensar en eso. Había bloqueado los recuerdos y pensaba mantenerlos allí hasta que fuera el momento.

—Lo haré, nena, pero primero nos encargaremos de que te atiendan.

Dee estaba muy feliz de verla, quería tomarla del rostro y besar toda su longitud, pero no era el momento. Parecía que nunca era el momento, pero esta mierda ya estaba acabandose, lo presentía, al menos por ahora ya que Jack no va a ser una intromisión en sus vidas. Él estaba muerto, siendo lentamente consumido por las llamas del infierno donde pertenece. Y ellas... rumbo a su bello y próspero futuro.

Al menos eso era lo que esperaba.

***

—Es una niña. —Dijo Dolly, una de las enfermeras que anteriormente había conocido. Le gustaba que las doctoras certificadas de TGR la atendieran.

Le habían hecho estudios, la revisaron de arriba hacia abajo, pero no habían encontrado nada malo con el bebé. Simplemente le recomendaron mantenerse tranquila, en reposo por unos días y, que si era posible, se aleje de todo lo estresante de su vida. Era un alivio enorme que esas palabras salieran de la boca de la Doctora Joy, mientras que la Dra. Dolly se encargaba del ultrasonido.

Dee estaba recostada en una pequeña cama, ubicada en una habitación totalmente equipada dentro del edificio de TGR. Tenían varios pisos en el subsuelo y uno de ellos se encargaba del equipamiento médico. Le había sorprendido demasiado encontrarse en un lugar que fuera tan parecido a un hospital real. Y debía admitirlo, le dio alivio que se preocuparan por su gente de esa manera.

—¿Una... una niña? —tartatumedó, viendo atónita la pantalla frente a ella. No podía distinguir mucho, pero cuando Dolly le señaló que parte del cuerpo eran las siluetas, cayó en el pozo de la realidad. Su niña, su bebé, ahí estaba.

inmediatamente sus ojos se llenaron de lágrimas al verla. Nunca pensó que llegaría el momento de ser madre, todos esos años cautiva habían erradicado toda esperanza de un futuro digno. No había esperado siquiera salir de allí con vida.

Pero era una realidad, estaba fuera, era libre. Tenía a una mujer fuerte y luchadora a su lado que le salvó la vida tantas veces, que la aceptó de todas las maneras que alguien podría solo desear y una hija que estaba a pocos meses de nacer.

Muy pocos.

—Dios, es hermosa.

Dee se giró hacia Nathan, que estaba a su izquierda mirando con la boca abierta la pantalla. El resplandor de la luz en el techo hizo evidentes las lágrimas que caían a cascadas por sus mejillas.

—Quiero decir, no se ve nada pero a la vez se ve todo, y es precioso. —volvió a susurrar, quizá sin saber que todos en la habitacion habian entendido.

Bea, que se mantenía inclinada hacia adelante desde su derecha, sonreía tan feliz que por un momento creyó que su boca se mantendría estampada así por el resto de su vida.

—Seré padre —Nathan volvió a hablar, sin notar que su mano estaba apretando demasiado la de Dee. No le importó porque la emoción estaba bloqueando cualquier dolor o molestia.

—Seré una segunda madre, joder. —chilló Bea, radiante —Maldita sea, no creo poder digerir esto. ¡Pero es real! ¿Quién lo diría?

—Ninguno de nosotros. —añadió Bruce, apoyándose en el marco de la puerta. Los demás asomaron la cabeza, y si bien estaba acostumbrada a recibir solo miradas frías y palabras secas y cortas, pudo ver que una noticia como esta alegraba todos sus corazones.

Escuchando reír a su mujer, sintió que su mundo volvía a alinearse, a funcionar correctamente, dejando atrás todo lo malo en su vida porque esto era su futuro. Todos ellos lo eran.

—Callate.

Se habían apresurado a llevarla a la sede de TGR más cercana. Tenían pequeñas extensiones en todos lados para tener más cobertura en el país. Eso les facilitó la vida porque pudieron atender a Dee lo más rápido que se les hizo posible. Tenia entendido que había un equipo de "limpieza" en la casa de alquiler, lo que la hizo pensar que no eran las típicas señoras de limpieza de un hotel. Había cuerpos por todos lados, sangre y escombros que debían desaparecer. Además, tenía entendido que había alquilado esa casa, y ahora querían comprarla para poder reconstruir en el terreno. TGR se iba a hacer cargo de todo, y si el dueño aceptaba, se iba a llevar una gran suma de dinero por una casa que ya no existía.

No hubo bajas en el equipo, para su sorpresa había muchos en estado crítico por los escombros y las balas fallidas, pero no había registro de muerte de su lado. Al contrario, los rivales estaban muertos, manchando los cimientos de la casa con su sangre y extremidades. Nunca creyó que algo así la satisficiera pero allí estaba, aliviada y contenta de que esos abusadores agresivos no vayan a hacer más daño.

—Una niña más en el equipo, Dulce Rihanna. Mas te vale que salga con ganas de pelear porque voy a entrenarla hasta el cansancio. —anunció con gracia Caden, y la mirada indignada de Nathan se dirigió hacia él como un rayo. —¿Que?

—No la vas a meter en tu mundo, y si le tocas un pelo de su cabeza te cortaré la mano sin importar cuán grande e intimidante seas.

Caden estrechó sus ojos hacia él.

—Voy a entrenarla para que se sepa defender ¿o estas dispuesto a arriesgarte a que le pase lo mismo que a ti?

Eso le dolió hasta a Dee.

La habitación se quedó en silencio, nadie podía creer lo que él acababa de decir, sin importar que estuviera en lo correcto. La niña iba a estar metida indirectamente por estar relacionada con el grupo TGR, lo quisieran o no. Y debian protegerla de cualquier idiota que los quiera extorsionar con la vida de la niña.

—Eso fue bajo, idiota. —gruñó Nathan, más enojado de lo que nunca pudo verlo.

—No quita que sea cierto.

Se miraron fijamente, como si se estuvieran batiendo a duelo con la mirada. No entendía lo que sucedía allí, a veces parecía que existía una chispa entre los dos de amor y odio, pero todo lo que hacía Caden era tratarlo fríamente o provocarlo con abruptas palabras. ¿Pero por qué un brillo caliente destellaba en sus ojos cada vez que lo intentaba provocar?

A veces sentía que la conexión entre ellos, la tensión, tal vez sexual, era vibrante en el aire. ¿Qué pasaría si ellos solo... lo intentan?

Sin embargo, las miradas enojadas que se lanzaban no daban pie a algo más en ese momento.

—Entonces, ¿ya pensaron en un nombre? —añadió la Dra. Joy, apaciguando la incomodidad grupal de todos los presentes.

—No realmente. Pasaron tantas cosas que no tuvimos tiempo de siquiera pensar opciones. —Dee se encogió de hombros, aceptando el papel que Dolly le extendió para terminar de limpiar el vientre con el gel.

—Tenemos tiempo para las opciones. ¿Creen que podemos irnos ahora a descansar? Estoy muerta. —dijo Bea, besando la cabeza de Dee mientras se levantaba de su silla. La ayudó a acomodarse la ropa y a levantarse.

—Pueden hacerlo, mañana me encargaré de revisarte, Bea. —Joy le sonrió, pero se notaba que estaba cansada. Dolly y ella habían estado trabajando todo el día, junto con otros doctores que contrataron, para ayudar a los heridos. Había sido una noche y una mañana dura, y era hora de que todos se fueran a la cama. Ambas se habían escondido en el sótano de la casa de alquiler mientras los hombres disponibles llevaban a los heridos para recibir de ellas la ayuda necesaria. No habían tenido muchos elementos allí abajo, pero se las arreglaron para detener sangrados y desinfectar heridas.

Cuando todos se fueron, Dee y Bea se tomaron su tiempo antes de salir de allí. Los brazos de Bea envolvieron fuertemente el cuerpo creciente de Dee como si su mundo dependiera de ello. Dee cerró los ojos. Por un momento había perdido las esperanzas de volver a sentir a Bea de esa manera, pero allí estaba para ella, sana y salva. Por supuesto, ambas tenían cuestiones duras que superar pero Dee iba a estar para Bea como siempre lo estuvo en el caso contrario.

Su piel se sintió caliente ante el contacto de sus cuerpos y mientras se reconfortaba en el cálido abrazo dejó salir un suspiro. Allí dejaron todo, cada una de las emociones que la volvieron loca estos últimos meses. La tensión, la preocupación, la ansiedad y el terror, todo junto revolviendose en su estómago y la parte baja de su cabeza. No podía creer que habían terminado y que todos estaban bien.

—Es hora de irnos, nena. El auto nos está esperando. —no importaba lo que ella decía, su cuerpo no podía despegarse de Dee ni aunque quisiera. —Podemos dormir abrazadas por lo que resta del día.

Su estómago rugió en modo de respuesta y las mejillas de Dee se sonrojaron.

—¿Podemos comer algo antes? —se atrevió a mirarla a los ojos pero lo único que pudo ver fue adoracion y ternura. Esa mirada que cualquier persona quería para sí misma, ¡y ella lo tenía!. Bea se lo estaba dando. Se extendió, no pudo evitarlo, y la besó suavemente con anhelo. Habían pasado por mucho, y se sentía como una eternidad la última vez que se besaron. Estaba deseosa por volver a sentir su boca contra la suya, su lengua y sus manos recorriendo su cuerpo y toda su anatomía rozándose contra la de ella.

Dios, quería hacer el amor con ella de una manera tan primitiva.

—Podemos hacer lo que tú quieras, nena. 

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