XXXIII

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—¿Bea? —la incredulidad era casi palpable en el rostro de Dee. Sus manos temblaban con el deseo de estirarse y tocarla pero temía que desapareciera con un solo toque. Estiró sus brazos, sus dedos ansiosos por sentirla y comprobar si era real, pero se contuvo apenas dos centímetros de distancia del rostro de su amada.

Bea las agarró y lentamente las llevó a sus mejillas, permitiéndole sentir cuán real era.

—Estoy aquí, estás a salvo. —su voz era tan suave que por un momento Dee olvidó todo.

—¿Cómo... ? —no supo realmente qué preguntar. ¿Cómo logró despertar de aquel sueño en vida en el que estaba? Eso sonaba estupido.

—No se que demonios me pasó, nena. No puedo decirte todas las cosas que pasaban por mi mente, los demonios jugaban con mis recuerdos, con mi vista... con todo. Estaban comiendome viva. —Bea llevó una de sus manos a su boca y la besó. Estaban juntas, al fin. Bea se veía radiante, llena de felicidad. —Pero te escuché, intenté salir de allí. No sabes cuánto lo intenté. Espero no haber llegado tan tarde.

La miró de arriba hacia abajo. Dee estaba sucia, llena de su sangre y la de Jack, y su parte inferior estaba completamente desnuda.

—No lo hiciste, —las lágrimas comenzaron a deslizarse por la mejilla de Dee mientras respondía, no pudo detenerlas-— No lo hiciste, nunca lo hiciste.

Porque era cierto. La había salvado cuando se escapó de sus violadores, cuando le dispararon y cuando intentaron raptarla nuevamente en su casa de seguridad. Era su ángel salvador.

Sin embargo, no pudieron disfrutar más del momento porque el dolor en su estómago la hizo chillar. En paralelo, cada parte de su cuerpo fue recobrando la consciencia y rugiendo de dolor también. Era una agonía.

—Duele. —gimió. Bea se alarmó y rápidamente se levantó para ver a su alrededor. Parecía como si se hubiera dado cuenta demasiado tarde que la casa estaba por caerse encima de sus cabezas. Los cimientos estaban temblando por las explosiones. —¿Qué sucedió aquí? ¿Dónde estamos?

Dee jadeaba a la vez que perseguía a Bea con la mirada hasta la puerta abierta de aquella habitación.

—Explotaron la casa, estaba con Caden y Nathan en la cocina cuando empezaron a atacarnos. No pude pensar en nada más que en llegar a ti así que no se donde están o si siguen... vivos.

Bea revisó el pasillo fuera de la habitación pero estaba tan oscuro que era probable que no viera nada.

—Solo un meteorito mataría a esos hijos de puta suertudos. —se acercó a Dee y la ayudó a levantarse. —Necesitamos llevarte al hospital, tus heridas son preocupantes y los dolores abdominales no son buenos.

—No podemos salir, había mucha gente peleando. Los escuché.

—Yo también, nena. Sigan allí, no voy a dejar a mi equipo solo otra vez. No se cuanto tiempo estuve fuera, no se si realmente estoy bien en mi cabeza ahora mismo, pero tengo que ayudarlos. Son mi vida.

Se apresuró a depositar a Dee suavemente en la cama y cuando la dejó cómoda, se extendió y agarró el arma con la que había matado a Jack.

—¿De dónde sacaste el arma? —Dijo, mirando fijamente el lugar donde se encontraba Jack muerto. El piso estaba completamente manchado de sangre, escombros y polvo. Tembló ante la vista pero le gustó ver que ese hijo de puta no iba a ponerle las manos a nadie más. Esperaba que no lo reemplazaran y otro siguiera haciendo lo mismo que él. Esa cadena de heladerías deberia desaparecer.

—Tenemos reglas. Siempre deben haber armas escondidas a plena vista, en todas las habitaciones. Nunca sabes cuando vas a necesitarlas, más con nuestra línea de trabajo. Este bebé estaba detrás de la mesa de noche.

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADAOù les histoires vivent. Découvrez maintenant