XXXII

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—¡Jaquemate! —gritó Nathan, deslizando la pieza de ajedrez sobre el tablero como si hubiera sido su primera y única victoria, pero no lo era. Había vencido a Dee cada vez que decidieron jugar.

—No sé porque sigo aceptando jugar contigo. Verte ganar todas las veces se está volviendo aburrido.

—No digas eso, Dee. Eso fue divertido. Duraste más que las anteriores dos veces. Diez minutos es un récord para ti.

Dee le frunció el ceño, sin saber si tenía que ofenderse o dejarlo pasar.

—Bueno, gracias. Que gran amigo eres, Nathan.

Ella vio como sus ojos brillaban con gracia mientras acomodaba nuevamente las piezas.

—Oh, vamos. ¿Cómo aprenderás a ganar si no pierdes un par de veces? Juguemos otra vez.

—Ni lo sueñes.

Había decidido aceptar su oferta. A lo largo de los días que pasaron en su nuevo refugio, se dedicaron a evitar hablar sobre el tema de Bea, y jugar con su amigo y padre de su hijo le había servido para sacar a Bea de la cabeza. Al menos por un rato. Pero ese día habían jugado ya seis partidas y empezaba a frustrarse por no poder siquiera acercarse a ganarle.

Además, era hora de picar algo. Tenía tanta hambre que aseguraba poder comerse una pastelería entera, sin importar que hacía solo dos horas había comido algo. Levantándose y estirándose en el proceso, escuchó a Nathan quejarse. Parecía que realmente estaba dispuesto a jugar toda la noche con ella si lo permitía.

Se rió de él. Estos últimos días, muy pocas veces dejó escapar un sonido como ese. ¿Por qué si no lo haría? Su mujer seguía igual que el día que la rescataron, y aun estaban en peligro. No habían desmontado toda la organización y no parecía que la investigación del paradero de del "supuesto gerente" de la heladería, tuviera resultados positivos.

Así que estaba como podía, sus niveles de cambio de humor eran altos, pero no había nadie que no entendiera su situación, así que intentaban darle espacio y tiempo para que hiciera lo que quisiera. Se había dedicado a comer para ahogar sus penas entrada la noche, cuando no había nadie despierto más que los guardias de turno.

Según Caden, no había novedades del primer grupo que se desplazó siete horas antes que nosotros por si estaban pendientes a sus movimientos. No podían rastrearlos hasta allí. Viajaron de manera segura y los hombres de Caden se aseguraron de que están todos protegidos de cualquiera que intente investigar en profundidad. Pero no podía sacarse de encima el pinchazo constante que sentía en el cuerpo, y estaba segura de que no era a causa del embarazo o la preocupación por Bea. No podía ponerlo en palabras ni asegurar que algo iba a pasar, pero no iba a arriesgarse a parecer una loca llevándoselo a Caden. Iba a confiar en ellos.

—Esta bien, tu ganas. ¿Qué quieres comer? —Nathan dejó las cartas y se estiró cuando se levantó. —No puedo cocinar ni para salvar mi vida pero voy a hacer un esfuerzo. Nuestro renacuajo debe comer bien.

—Eres un exagerado. —dijo ella riendo. Le gustaba escucharlo hablar de su bebe de esa manera, mucho más sabiendo que no fue producto de la violacion que le hicieron sufrir esos hombres malos. Si bien no era consensuado ni de su parte ni la de ella, lo prefería. El renacuajo tenía la sangre de una persona buena y cariñosa. No le hubiera gustado decirle que su padre era un violador si descubren que Nathan no era el padre. Pero allí estaban, las circunstancias que la vida les hizo pasar los llevaron a ese momento, lo peor había pasado. Era hora de disfrutarlo.

Borró el recuerdo de cómo concibieron al renacuajo, pero parte de ello se quedó picando en su mente. A ambos los obligaron a follar, aun sabiendo la orientación sexual de Nathan los drogaron a ambos y los forzaron a fornicar.

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADAWhere stories live. Discover now