XXI

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Capítulo pervertido. Se los advierto.
Espero y lo disfruten.

Dedos suaves y callosos rozaron las mejillas de Dee, una caricia tan ligera que podría haberse hecho pasar un placentero sueño. Tal vez lo era, porque se dio cuenta que no se había despertado; sus ojos se mantuvieron cerrados, y aun así su cuerpo reaccionó. Cuando aquellas manos bajaron por su garganta hacia la parte superior de sus pechos, contuvo el aliento. Ya no le importaba si era real o no, estaba ansiosa por ver como seguía aquello. La falta de acción en el dormitorio con Bea la había llevado a tener esa clase de sueños eróticos, porque se sentía realmente frustrada. Su cuerpo la deseaba todo el tiempo, y ahora con las hormonas del embarazo todo era peor.
Su cuerpo se calentó, caricias lentas torturaron sus apretados pezones que se elevaron para pedir más. Gimió, alto para que cualquiera lo escuchara sin importarle nada.
En su sueño, era Bea la que la tocaba, deslizándose por todo su cuerpo como si la estuviera adorando, como si fuera digna de tal veneración. Pero era tan solo un sueño, y allí ella se sentía digna de aquellas caricias; de aquella mujer. Así que en ningún momento rechazó los toques deliciosos que dejaba en su piel.
En la inconsciencia, Bea se materializó frente a ella, con una sonrisa seductora que solo causó que las ansias que había estado sintiendo en la parte baja de su estomago hirvieran hasta dejarla necesitada por más. Su mundo tranquilo comenzó a calentarse a fuego lento mientras aquella Bea la recorría de arriba hacia abajo con sus ojos plata derretida. Dee jadeó ante tales emociones que veía allí, y gimió cuando vio el rostro de Bea bajar hasta tomar uno de sus necesitados pezones, que pedían clemencia ante la tortura de la espera. Las plegarias fueron escuchadas y la boca de Bea tocó finalmente la cima de su pecho mientras que con una mano comenzó a masajear y a apretar el otro brote de Dee. Retuvo la respiración, su cuerpo reaccionando con voluntad propia mientras la mente de Dee se volvía papilla. Su cabeza dolió por unos instantes a la vez que su cuerpo comenzaba a sentirse demasiado caliente, un calor que no podía controlar. Su mente martilló, sus ojos se cerraron, pero en lo único que podía pensar era en seguir sintiendo la boca de Bea. Sus besos se deslizaron con lenta tortura hacia abajo, deslizándose por entre medio de sus pechos desnudos, pasando con un perfecto rose de labios por su abultado estomago hasta llegar a su coño. Pero para su martirio, Bea se detuvo en ese momento.
¿Cómo ella misma en su mente se torturaba? ¡Era su maldito sueño, así que joder, Bea, sigue!
Pero su mujer no lo hizo. Se la quedó viendo con aquella mirada intensa que le daba a saber todas las cosas buenas que la iba a hacer sentir con aquella boca. Dee lo quería, lo ansiaba tanto que apenas pudo respirar, sentía que su corazón corría con gran velocidad; tal vez queriendo llegar hasta Bea para que sintiera de primera mano lo que ella experimentaba en aquel momento. Iba a morirse si Bea no hacia algo para calmar la calentura, la lujuria que envolvía a Dee en ese espectacular y torturador sueño.
¡Hazlo! Quiso gritarle, pero su boca se mantuvo cerrada.
Cerró sus ojos, intentando aclarar su mente, pero la boca de Bea tomó aquella distracción para ir directo a su centro palpitante, ardiendo por la lujuria. Sus ojos al instante se abrieron para mirar a su amante, la presión en su coño siendo realmente demasiado para su cordura. Sintió como sus mejillas se ruborizaron y rápidamente su cabeza comenzó a palpitar nuevamente. Su cuerpo se movió en sincronía con la lengua de Bea que la recorría con suavidad inigualable. Sus músculos se tensaban y se relajaban constantemente a medida que la lengua de Bea se dirigía hacia su clítoris necesitado. De sintió un cosquilleo por todas partes, parecía que no había ninguna parte de su cuerpo que no fuera realmente receptivo a cualquier tipo de placer, fuera en donde fuera. Sus pechos se sintieron pesados, clamando atención, pero sabiendo que Bea no podía en aquel momento atenderlos, en su sueño se imagino a si misma tocándolos y apretándolos de una manera satisfactoria.
Y, sin embargo, se tuvo que detener cuando un grito repentino salió de lo profundo de ella cuando otro tipo de presión ocupó el lugar de Bea. Sus ojos se cerraron, disfrutando de aquella rapidez con la que se movía contra su centro, tan torturador. Era algo que no sabia si podría aguantar. Quería alejarlo, pero también quería mas y mas presión. Era imposible que la boca de Bea pudiera moverse con esa velocidad, pero joder si en su sueño no podía.
Otro grito salió disparado desde sus profundidades, sin poderse contener. Su cuerpo tembló ante la intensidad de sentir el rose suave y enérgico en su coño, volviéndola loca de pasión. Entonces, la boca de Bea volvió a pegarse a sus labios, moviéndose suavemente, pero nada tenia sentido porque aquella cosa también se mantenía moviéndose tan rápidamente para ser verdad que solo...
—¡Oh, Dios! — gritó Dee, arqueándose cuando la velocidad del roce aumentó tanto que la dejó extremadamente sensible. En su sueño, sus manos se aferraron a las sabanas, sus dientes se clavaron en sus labios para no gritar y gritar como una loca desesperada por un orgasmo, y su cuerpo dio leves sacudidas por el placer que estaba experimentando. —Por favor, por favor.
Ya era demasiado, no podía aguantar mas aquella deliciosa tortura, y sin embargo no sabia a quien le estaba rogando. Su cuerpo se tensó, sus caderas se alzaron por voluntad propia queriendo alejarse de la intensidad, su centro tan húmedo y sensible que ya era totalmente imposible de aguantar, mientras sus piernas se envolvían alrededor de Bea para atraerla a ella lo mas posible. Una contradicción tan buena en ese momento.
Entonces, cuando la presión fue demasiado, la calentura en su cuerpo elevándose, Dee escaló hacia la cima con sus ojos cerrados, buscando algo, anhelándolo con desesperación. Sus caderas se movieron con mas rapidez contra la boca de Bea, pidiéndole, rogándole, que la llevara hasta el olvido.
Y eso hizo.
Gritó, sus manos se aferraron al colchón debajo de su jadeante y tembloroso cuerpo mientras el clímax la alcanzó. Su cuerpo se sacudió con ligeros espasmos que fueron indomables, y sus piernas se tensaron cuando alcanzó la cúspide.
Dee cayó gimiendo, su mente dando vueltas sin poder creer lo que había experimentado, pero se percato de que la voz de Bea se encontraba llamándola desde la lejanía, y aun así su Bea del sueño mantenía su boca cerrada. Dee parpadeó, un poco desorientada, pero al instante en que sus ojos involuntariamente se abrieron y vio su realidad, cayó en la cuenta de que no había sido para nada un maldito sueño.
Bea estaba sobre ella, mirándola fijamente con sus iris de plata tan calientes. Su expresión lo dijo todo, y Dee sabia lo que su mirada decía. Bea estaba encendida, mas que eso, se encontraba a punto de colapsar por tanta lujuria. Sus labios se abrieron para decirle algo, pero Bea la interrumpió al pegar sus labios a los de ella con un golpe seco, arrasando con la poca cordura que le quedaba. Su boca la consumió, su lengua jugó con ella, calentándola nuevamente, y sus dientes marisquearon de vez en cuando sus labios como si no hubiera sido suficiente pasión. Dee no estaba comprendiendo lo que sucedía, pero nada mas importaba. Sentir a Bea de aquella manera, finalmente ceder ante la calentura, era todo en lo que podía pensar Dee.
—No sabes —la besó — Cuanto tiempo —nuevamente sus labios se estamparon con los de Dee — Llevo esperando este momento, Dee.
La respiración agitada de Dee le dificultaba formular las palabras, pero estaba totalmente de acuerdo con ella. Solo que en ese ultimo tiempo, con el embarazo en su pleno apogeo, hacia que todo se sintiera el doble.
—Necesito tocarte de nuevo — jadeó Bea, el fuego en su mirada prácticamente reflejaba como se sentía.
Lo único que pudo hacer Dee fue asentir. ¿Qué mas podía hacer? Su garganta estaba obstruida, sus pulmones necesitaban el ochenta porciento del oxigeno necesario y su boca... picaba.
Pero fue solo eso lo que a Bea le bastó para comenzar con las caricias, solo que esta vez iban directo al grano, sin preliminares ni juego previo. Sus manos abrieron sus piernas tan amplias como pudo antes de enterrar su rostro en su centro otra vez. Pero, Dios, estaba tan sensible por su ultimo orgasmo que dudaba poder resistir otro. Y, sin embargo, sus manos se agarraron al cuero cabelludo de Bea para acercarla más a su coño. La sintió lamer, y oh, joder, era tan perfecta haciéndolo. Uno de sus dejos jugueteó con sus labios menores antes de serpentear su camino hacia su entrada.
Allí toda la situación le cayó a Dee como un balde de agua fría.
—Bea... — jadeó, sintiendo como si no pudiera despegarse del todo de aquella nube de placer. La electricidad que corría entre ellas era realmente impresionante. — Bea, detente.... No... no sabemos aún... ¡Oh por Dios, Bea! — los dedos de su amante se enterraron profundamente en ella y su cuerpo respondió de tal forma que la dejó a punto de culminar. Su cuerpo comenzó a temblar, necesitando aquel final — Bea, Bea, Bea...
Repitió escientemente su nombre, como un mantra. Quizá ya se volvió finalmente loca de placer, porque todo lo que Bea le estaba haciendo a su cuerpo...
—No te vengas aún. — le susurró ella, sin detenerse. Dos de sus dedos se deslizaron fácilmente en su entrada, ida y vuelta en un vaivén que hizo que su mente se derritiera. Todo pensamiento racional se fue por el desagüe y ya no supo qué demonios había querido decirle a Bea cuando pretendió interrumpir sus movimientos. Oh, menos mal que no lo hizo.
Cuando abrió sus ojos y vio hacia abajo, notó el momento exacto en el que la mano libre de Bea tomaba un aparato largo, con una especie de cabeza circular suave, y apretaba el botón. El zumbido que desprendía aquella cosa hizo que tuviera interés, y se preguntó que tenia que ver con.... La situación en la que estaban Bea y ella.
Supo la respuesta tan rápido como terminó de pensarla.
Bea llevó de un tirón el aparato a su coño, justo en donde el placer mas se concentraba. Su clítoris ya estaba tan sensible que solo un roce de aquella cosa hizo que casi culminara. Las vibraciones en su punto la hicieron caer sobre el colchón, lista para dejarse ir. Pero algo faltaba. Necesitaba allí a Bea, sentirla, para terminar.
—Bea, por favor...- suplicó, su cuerpo ya teniendo espasmos previos al clímax. —Por favor.
Bea se encontraba sosteniendo el aparato mientras miraba el placer en el rostro de Dee.
—Por favor, ¿qué?
—Tócame. Necesito sentirte.
—Especifícame lo que quieres, Dee.
Tomó una respiración profunda, gimiendo cada una de sus palabras.
—Pon tus dedos dentro de mí.
Sin esperar más, Bea besó sus muslos, sosteniendo aun el aparato sobre el clítoris de Dee, y llevó sus traviesos dedos de su mano libre hacia su entrada. No esperó para prepararla, Dee estaba tan mojada de dudaba siquiera sentir dolor cuando éstos la penetraran. Y así fue, cuadro dedos se adentraron de golpe en ella y se movieron a una velocidad alucinante. Eso combinado con las vibraciones rápidas del aparato... Dee pensó que estaba a punto de comenzar a delirar, o que iba a tener un paro cardiaco en cualquier momento. Su piel sudada resplandecía ante la luz de la mañana, sus pezones apretados se sentían deseosos por mas caricias y sus pechos totalmente pesados. Tomo su labio inferior entre sus dientes, pero nada logró que callara el grito que salió de lo profundo de su garganta cuando sintió que estaba a un pelo de caer de aquel maravilloso cielo. Sus caderas se movieron, sus piernas se tensaron alrededor de Bea y... y...
Todo explotó dentro de ella, con un grito que delataba quien le había causado tanto placer. El nombre de Bea estaba escrito en cada gemido. Sus ojos fuertemente cerrados se fueron relajando a medida que caía nuevamente en la realidad. Notó que el zumbido de repente se detenía, el aparato apagándose por completo, y las manos de Bea dejaron el cálido interior de Dee. Lo único que podía oírse en la habitación fueron los jadeos de Dee porque claramente no podía ni siquiera inhalar oxigeno para recuperarse. No el necesario, al menos. Sentía que revivía todo una y otra vez. Pero luego de unos minutos, pudo normalizar su respiración, y finalmente sus ojos se abrieron. Todo pareció estar desenfocado al principio, pero... la silueta de Bea era notoria. Allí, frente a ella, sentada sobre sus rodillas mientras toqueteaba ruborizada aquel aparato tanto le dio placer.
—Bienvenida de nuevo al mundo real, Dee. — dijo con una sonrisa ladeada, tan seductora.
—Yo...—Dee se ruborizó, pero allí no había lugar para el arrepentimiento — ¿Qué demonios acaba de pasar?
—Tuviste uno de los mejores orgasmos de tu vida, Dee. — Bea pestañeó con inocencia fingida, mientras llevaba su pulgar a la comisura de su boca y limpiaba los restos del placer de Dee.
Pero aquel movimiento, a pesar de avergonzarla un poco, le recordó lo que ella quería decirle a Bea antes de que todo eso comenzara.
—¡Bea! Oh Dios mío, oh Dios mío. — la desesperación la inundó por completo, y se acercó con rapidez a ella para limpiar con su mano la boca de Bea. — ¿Cómo pudiste haber hecho eso? ¡No sabemos si esos hombres me contagiaron algo, por todos los Santos! Y me haz.... Me haz... — la vergüenza la atacó, no pudo terminar la oración porque todo lo que había experimentado unos momentos antes la inundó en un vivido recuerdo.
—¿Te he...? — Bea levantó una ceja, consciente de la repentina timidez de Dee. —Dilo, Dee.
Dee pestañeó y se ruborizó. A Bea le encanta que dijera en voz alta lo que le había hecho, tocado.
—Lamido.
Bea rio entre dientes, claramente divertida ante la palabra ligera que su amante había escogido.
—Oh, no solo eso, bebé. Te he chupado el coño como tanto lo he deseado desde que abriste tus magníficos ojos en mi maldita cama. —gimió —Y joder, sabes delicioso.
Aquello hizo que el rosado abarcara toda la piel de Dee como una bella flor. Estaba avergonzada a morirse, pero las palabras de Bea siempre la encendían.
Esa boca sucia.
—Entonces... ¿Por qué lo hiciste? Hemos estado esperando por miedo a que... yo... pueda tener algún tipo de enfermedad y tu...
—Los resultados llegaron, Dee. — la interrumpió.
—¿Qué?
—Los he visto mientras dormías y... no pude despertarte y decírtelo simplemente. Yo... quería festejarlo. — rascó su nuca con timidez y se ruborizó ligeramente — No pude esperar. Me tienes encendida y con ganas de hacerte de todo, tan mal, que yo... simplemente... actué. Y fue el mejor momento de mi vida.
Por lo que... ¿aquello significaba que no tenía nada?
—Seré sincera. Tienes cortes y cicatrices ya curadas en tu vagina, producto de las repetidas violaciones. — hizo una mueca, respondiendo su pregunta interior — Pero aquello se ha curado solo, y por milagro tu no... tienes ninguna enfermedad.
Sus hombros al instante cayeron relajados, como si aquello hubiera sido un peso totalmente pesado sobre sus hombres que antes no se había dado cuenta de lo grave que era. Pero ahora se daba cuenta de lo preocupada que ella estaba, y simplemente lo había bloqueado inconscientemente por las dudas de que el resultado fuera malo. ¿Qué haría ella si tuviera alguna enfermedad? Con Bea simplemente no se podía usar condón como con un hombre para no transmitir nada. ¿Cómo habría sido su relación?
Se sintió aliviada. Ella esperaba... que iba a tener algo, porque todo lo que esos hombres le habían dado fue miseria. No le hubiera sorprendido que también le hubieran dado alguna enfermedad para seguir cagándole la vida. Pero... ella estaba bien, no tenia nada. Y no supo a quién agradecerle. Su corazón palpitó, sanó un poquito mas al quitarse otra preocupación de encima.
—Oh, nena, no llores. —dijo Bea, acercándole.
No se había dado cuenta, pero gruesas lagrimas caían por sus mejillas.
—Todo estará bien, esos hombres ya no podrán hacerte nada.
Un sollozo estrangulado salió de las profundidades de la garganta de Dee.
—¿Cómo lo sabes? Ellos tienen a muchísimas personas trabajando para ellos, alguien puede encontrarnos.
—No permitiré que te tengan de nuevo. Eres mía ahora, y yo protejo lo que es mío. Haría lo que fuera para que nada te suceda, Dee. Incluso ponerme en la mira de cualquier hombre con un arma.
Dee negó con la cabeza.
—No quiero eso, no quiero perderte. — volvió a llorar ante la idea, e incluso desnuda, no le importó acurrucarse en Bea y no taparse con alguna sabana.
—Yo tampoco, Dee. Yo tampoco.
Se quedaron allí, abrazadas con fuerza como si el tacto de la otra pudiera calmar todas las preocupaciones. Se necesitaban de esa manera, sosteniéndose para poder llorar, dejar salir todo y así liberarse de todo lo que carcomía sus mentes. Dee lo hizo con el llanto, los sollozos, y Bea dejó ir todo de una manera muy distinta; se quedó callada, con una sonrisa mientras daba algunos suspiros y acariciaba el cabello de Dee para calmarla. De todas formas, funcionó para ambas porque al cabo de una hora, todo se había ido y las dos estaban exhaustas, relajadas contra las almohadas.
Dee había dejado de llorar, y ahora solo refregaba su rostro húmedo contra el cuello de Bea.
—Te estoy mojando con las lágrimas. Lo siento — confesó como si Bea no lo supiera, pero no se apartó.
Bea sonrió.
—Me gusta estar mojada, Dee.
Dee no se lo esperaba, y al segundo se encontraba riendo a carcajadas contra la piel sensible del cuello de Bea.
—Eso parece porque no te alejaste.
—No podría alejarme de ninguna manera de ti, mucho menos teniéndote gloriosamente desnuda contra mí.
—Demonios — Dee se despegó con tanta rapidez de Bea que casi se cae de la cama. Tomó la sabana que había estado usando en la noche, y se tapó lo mas que pudo. No le importó a donde había ido su pijama, pero teniendo en cuenta que Bea estaba completamente vestida... se ruborizó. Bea la había desvestido y Dee no se había dado ni cuenta de ello.
—Oye, me gustaba la vista de tus magníficos pezones y la V que se forma entre tus mus...
—¡Bea, detente! — Dee se cubrió la cara con sus manos, avergonzada a mas no poder. Bea estaba siendo demasiado para ella. No entendía como, o por qué, quería verla siempre desnuda. El cuerpo de Dee no era tan... magnifico como ella describía. Tenia un poco de panza, unos muslos realmente grandes y unos brazos que si los sacudía se podían ver bolsas allí que temblaban.
—¿Por qué? Todo lo que digo es cierto. Es más... podría volver a mostrarte cuanto me gusta. — una sonrisa depredadora se curvó en sus labios, y tuvo repentinas ganas de dejarse llevar por ella, pero no podía. Ahora que lo pensaba, Bea le había dado dos espectaculares orgasmos... y ella no obtuvo nada a cambio. Ninguna liberación de su parte.
Eso la hizo sentir peor.
—Yo... tu...Bea, no...— pestañeó, sin saber como decirlo. Tenia poca experiencia en el campo, solo la había lamido una vez, pero no estaba segura de si ella lo quería de nuevo o si no. Tal vez no le gustó tanto la primera vez porque nunca mas le insinuó a Dee que quería otra ronda.
Bea frunció el ceño, notando la preocupación en los ojos de Dee.
—Ey, dime que sucede.
—Tu... tu no —suspiró, y se rascó el cabello, un signo claro de nerviosismo. — No te liberaste.
El ceño de Bea se profundizó, confusa.
—¿Liberé?
Claramente Bea no lo entendió, y no estaba fingiendo.
—Si, tu no... encontraste placer...
Los ojos de Bea de repente parecieron brillar.
—Oh, te refieres a que no tuve ningún orgasmo. Dilo conmigo... O R G A S M O. O clímax, como gustes llamarlo.
—Bien, tu no tuviste... eso. Y quería saber si quieres, digo... si tu gustas que yo solo... tal vez...
—¿Qué, Dee? Si yo quiero, ¿Qué? — ella sabia exactamente a lo que se refería, porque sus ojos de repente fueron fuego liquido que la quemaba por completo. Por supuesto que estaba encendida ante la idea de que Dee dijera la sugerencia.
—Si tu quieres que yo... te lama.
Bea levantó una ceja, pero no dijo nada, esperando.
Dee suspiró y cerró sus ojos, sus mejillas calentándose demasiado.
—Si tu quieres que te, eh, chupe el coño.
Solo con eso, Bea sonrió, deleitándose ante la vergüenza de su amante. ¿Cómo demonios no iban a excitarse al escuchar la timidez con la que ella formulaba cada pregunta vulgar? Dee era la única mujer con la que había estado que era un ángel en vida, y que se convertida en una bestia sexual a la hora de estar desnudas con los labios devorándose la una a la otra. Porque Jesús, ni bien comenzaba a tocarla, Dee se olvidaba de su alrededor y se soltaba. Gritaba, gruñía y pedía por mas sin pensarlo dos veces. Y le encantaba las dos formas de ella.
—¿Quieres hacerlo, Dee?
Asintió en respuesta, tragando duro mientras deslizaba su mirada por la longitud de Bea mientras ésta se levantaba de la cama para quedarse parada en el suelo. En el camino, dejó el aparato que había usado en Dee y que la volvió loca de placer. La llenó de curiosidad y lo tomó en sus manos. Parecía ser un aparato a pilas. Pesaba, pero la parte superior circular era bastante suave.
—¿Sabes que es eso? — consultó Bea, y Dee negó.
—No, pero se sintió... bien.
—Oh, yo creo que se sintió mas que bien, pequeña sucia.
Dee se ruborizó, pero no la contradijo.
—Es un vibrador a pilas. Hace tiempo que deseaba usarlo en ti. —contestó.
—Yo... ¿puedo usarlo en ti?
Los ojos de Bea se agrandaron, con la sorpresa brillando en las profundidades. ¿Qué pregunta era esa? ¡Por supuesto que quería!
—Claro, Dee. Solo te advierto que no necesito mucho para terminar ahora mismo. Tu... me dejaste demasiado, demasiado, preparada.
—Entonces desvístete. — la urgencia en la voz de Dee hizo que Bea se calentara, e hiciera caso a la orden de su amante.
Los movimientos de Bea fueron lentos, algo totalmente contradictorio a la impaciencia y la urgencia que sentía por ser tocada por su mujer. Porque eso era, su mujer. Solo suya. Nadie mas la iba a tener, no iban a arrebatársela. Se la llevaría y se la escondería si fuera necesario para que ningún hijo de puta pudiera apartarla de sus brazos.
Dee la vio desvestirse lentamente, pensando en lo hermosa que Bea era ante sus ojos y lo suertuda que era por tenerla en su vida. Se encontraba albergando sentimientos demasiado grandes por ella en el corto tiempo que estuvieron juntas, y a pesar de ello... no se encontraba tan asustada ante ello. Bea era... magnifica, alguien que merecía aquellas emociones nuevas que Dee estaba experimentando, porque finalmente había encontrado una persona que, a pesar de que le gustara el aspecto físico de Dee y quisiera... tomarla, la quisiera por lo que era. Que se interesara en ella de muchas maneras, como debía ser. Bea era atenta, suave, y cariñosa con Dee, aunque sabia que todo ello era nuevo porque solo se comportaba de esa forma con ella. con sus hombres era un poco mas dura si hablaban de trabajo o algo importante. No se abrazaban, eran cordiales, pero por supuesto Bea no iba a tratarlos igual que lo hacia con ella. Para Dee reservaba su lado... insaciable, amoroso y especial.
Y Dee no podía sentirse tan afortunada, sin pensar que en algún momento algo volvería por ella.
Pero no pensó en ello en ese momento.
Su mirada se mantuvo fija en Bea, su cuerpo respondiendo a cada movimiento lento que hacia para desvestirse. De ese cubrió mas con la sabana, un poco avergonzada por tener los pezones totalmente erguidos en busca de la deliciosa boca de Bea. Los pequeños no iban a recibir nada, ese era el turno de su amante para sentir placer. De ese había corrido dos veces, y dudaba que su cuerpo pudiera tener otro si era con la misma intensidad que los anteriores. Apretó con fuerza el aparato vibrador en su mano cuando Bea finalmente apartó la tela de su pijama hacia un lado, dejando sus pechos tentadores a la vista junto la suave piel bronceada y su tonificado — y un poco magullado — torso. Sus ojos cepillaron a longitud de su cuerpo, pasando por sus hombros desnudos, su cuello hasta llegar hasta sus ojos que la miraban absorber cada centímetro del... paisaje. Dee se ruborizó, pero en ningún momento pidió disculpas por haberla visto tan descaradamente. Había llegado al punto de esperar con desesperación a que las ultimas prendas cayeran al suelo. Parecía que faltaban horas para ello en vez de minutos. Y, sin embargo, se quedó callada, gimiendo internamente en deleite mientras veía las manos de Bea tomar el borde de sus usuales boxers femeninos y bajarlos con tortuosa lentitud. Quiso pararse, tomarla del cabello y besarla con fuerza para exigirle que se diera prisa, peor no pudo siquiera moverse porque los boxers cayeron al sueño y a pasos pausados las piernas de Bea se acercaron a la cama, totalmente desnuda. Bellos rizos recortados podían apreciarse en la cima de su montículo, adornándola tan espectacularmente. Gimió, alto y duro al verla acercarse tanto a ella hasta dejar que su rostro llegara hasta la altura de su ombligo. Dee prácticamente tenia el coño de su amante a solo cinco malditos centímetros.
—He obedecido, Dee. ¿Qué harás ahora?
Dee pestañeó, tirando su cabeza hacia atrás para levantar la mirada y que de directamente con la de Bea.
—Voy a chuparte.
Respuesta simple y concisa, pero que causaron que Bea lamiera su labio inferior y lo mordiera con fuerza cuando, sin despegar la vista, Dee ahuecó la parte femenina de Bea y apretó con ligereza.
—Quiero que te acuestes.
Su cerebro se había vuelto papilla, y ya no le importaba que su timidez se haya escapado corriendo fuera de ella. En ese momento quería poseerla como ella lo hizo con Dee. Quería devolverle el favor porque lo deseaba.
Su interior se deleitó por la lujuria que los ojos de Bea mostraban cuando se recostó sobre las almohadas, justo en el centro de la cama, y se quedó allí esperando por otra orden. Sus piernas estaban estiradas, apretadas juntas, mientras sus manos se mantenían estáticas a los lados de su cadera. La devoró entera con los ojos en cuestión de segundos antes de colocarse ella misma, con mucho cuidado con su estómago hinchado, sobre sus manos y rodillas.
Se acercó a Bea gateando lentamente y tomó con manos delicadas sus tobillos. Los apartó, separándolos y abriendo sus piernas, dejando tu espectacular parte inferior visible a los codiciosos ojos de Dee. La escuchó jadear por la brusquedad sorpresiva con la que Dee la había movido, pero no fue un sonido de queja.
La excitación prácticamente estaba mojando sus muslos, todo para que Dee viera lo que estaba causando en Bea.
Bea movió sus caderas, tentando a Dee para que hiciera algo.
Lo logró, porque Dee no pudo resistirse mas y fue directa a devorarla con toda el hambre que sentía. Se encontraba famélica, y la única comida que podría curar su hambre era lo que Bea estaba a punto de darle.
Su boca se envolvió alrededor de sus labios, la húmeda excitación de Bea, el deseo que sentía por ella, inundaron su lengua mientras la movía contra los lugares exactos en los que Bea más necesitaba.
Aquello iba a ser rápido, ni Bea ni Dee iban a poder resistir si se alargaba.
Su mujer gimió y dobló sus rodillas para colocar sus plantas de pie contra la cama y así impulsar sus caderas hacia la codiciosa boca de Dee. La tomó con deleite, la humedad en su propio cuerpo siendo notoria mientras chupaba con fuerza el pequeño brote de placer que la volvía loca. Sus manos acariciaron los muslos de Bea, enterrando las uñas para mantenerla quieta donde se encontraba. Dee la vio caer hacia atrás, respirando con rapidez mientras cerraba sus ojos y les daba a sus pechos un poco de atención.
Joder, que vista.
Dee no pudo apartar sus ojos de la escena mientras su boca iba arrasando con el coño de Bea. La pasión en las facciones de su amante, recibiendo placer, temblando de la lujuria, la llevó al borde. Chupó con más fuerza, posando sus ojos en los labios mordisqueados, hinchados y rojos de Bea, y recorrió todo el camino hasta llegar a sus pechos. Sus pezones estaban erectos contra los dedos de Bea, quien los apretaba a la misma velocidad con la que Dee atendía su clítoris con la punta de su lengua. Bea se retorció, temblando, cuando Dee acarició su entrada con su dedo, pero no se permitió entrar, no aún. Pero faltaba poco porque Bea estaba rozando el borde. Se sacudía de una manera que conocía de primera mano, volviéndose lentamente loca de anhelo, sin saber si alejarse del toque de Dee o si apretar su cabeza mas cerca de su placer. Bea hizo lo segundo. Tomó las hebras dispersas de su amante y la urgió a dar mas presión a su brote de placer, pero Bea quería más. Mucho mas en ese momento.
Quería perder la cabeza.
Palpando la cama a su costado, tomó el vibrador en su mano y lo encendió justo cuando aparto su boca de la humedad de Bea y la escuchó gemir en protesta.
Entonces, apretó la circunferencia vibrante contra aquel centro necesitado, y la escuchó gritar. Música para sus oídos.
—¡Joder! — fue un rugido que salió de sus entrañas. Su cuerpo se curvó y se tensó, temblando en fuertes sacudidas. La habitación estaba tan cargada de pasión que dudaba que algo mas que placer se pudiera oler allí adentro. Era sexo puro. Y Bea se estaba volviendo loca en él.
Sin relajar el agarre que tenia en el aparato, Dee se curvó y siguió lamiendo. Sus dedos codiciosos quisieron regalarle a Bea la misma experiencia que le dieron a Dee, por lo que fueron directamente a su empapada entrada, deleitándose ante el calor que los rodeaba.
—Por favor... Oh, Dios... ¡Por favor, Dee! — gritó, sacudiéndose y tomando sus pechos para apretarlos tan fuerte que dudaba que no dejara marca. Pero no parecía que fuera a importarle eso. Bea estaba concentrada en encontrar su liberación tan desesperadamente. Estaba tensa, temblando violentamente mientras sus ojos se mantenían cerrados y su boca se abría y se cerraba con suspiros y gemidos que amenazaban a Dee con perder la cordura. —Tus dedos... tus dedos...
Supo lo que quiso decir al instante en que sus suplicantes palabras salieron de su boca. Movió sus dedos dentro de ella, al principio lentamente, pero a medida que los sacaba y adentraba de nuevo, las caderas de Bea se impulsaban para encontrarse con ellos. Así que aumentó la velocidad, así como la intensidad del aparato sobre su clítoris. Las sacudidas involuntarias que el cuerpo de Bea daba significaban que estaba perdida en la lujuria, y dudaba poder detenerse allí sin darle una maldita liberación a su amante.
La penetró, una y otra vez con una velocidad inigualable. Su brazo ya se encontraba cansado, pero nada la detuvo. Movió a la vez el vibrador por todo el largo del coño de Bea, distribuyendo su excitación por toda la zona para mas placer. Pero nada la preparó para la repentina inhalación de Bea y su cuerpo tensándose, apretando sus dedos dentro de ella para no poder apartarse.
—Dee... ¡Dee!
En un solo latido, su cuerpo se sacudió ante la liberación. Sus piernas se apretaron juntas, sus caderas se levantaron y las manos de Bea apretaron más el cabello de Dee mientras se venía. Dee no pudo ni quiso apartarse, se mantuvo en su lugar mientras veía con fascinación la perdida de control que estaba experimentando su amante mientras llegaba al clímax. Se sintió satisfecha de haberle dado tanto placer a su mujer cuando la vio caer exhausta contra el colchón, sus extremidades cayendo y liberando a Dee de cualquier amarre.
Apagó el vibrador, y lo dejó caer en la mesa de noche antes de acurrucarse contra Bea, quien respiraba con fuerza, pero tenía una gran sonrisa en su magnifica cara.
—Esa maldita lengua será mi perdición.
Con una leve risita tímida, Dee envolvió sus brazos alrededor de Bea y se dejó sostener allí, mientras se relajaban.

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADAWhere stories live. Discover now