XXII

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El clima había empeorado cuando finalmente se dignaron a salir de la cama para ir a tomar un baño. El cielo se encontraba gris y la nieve caía con fuerza, una tormenta en pleno apogeo pero que, sin embargo, no hacia nada por matar el humor de aquellas dos mujeres felices y satisfechas, finalmente viviendo la experiencia completa de aquel romance, de ese amor en pleno apogeo. Sabían ambas que allí hacia frio, pero con el calor que sus cuerpos habían experimentado... no lo sentían en absoluto. Se habían revolcado en la cama una y otra voz, con el fervor del momento, las llamas de un fuego avivándose que las domaba durante horas sin importar el deseo de sus estómagos por comida. Y cuando se levantaron, ya era pasado el mediodía, el almuerzo claramente había pasado y nadie había ido a buscarlas. O tal vez nunca escucharon a nadie tocar, porque los gritos y quejidos de Dee hacían imposible que allí adentro pudieran escuchar cualquier otra cosa de afuera. Pero nada importó, estaban felices, extremadamente contentas ante el anuncio de los resultados de la prueba. Finalmente, Dee estaba libre de preocupaciones de su pasado y las repercusiones que ocasionaron. Pero ya no era presa del temor, no como antes. Las pesadillas habían cesado moderadamente, no del todo, pero estaba agradecida con la cantidad. Ahora disfrutaba, sonreía mas y... gozaba. Dios, si que gozaba.

Bea era insaciable, y descubrió ella misma que tenía un apetito inagotable. No sabia que el sexo pudiera ser así de liberador. Había sentido como si no fuera ella, como si nada importara y su cuerpo solo se preocupará por sentir y sentir. Ansioso por más. ¿Qué mas daba si se quedaban acostadas durante horas y horas allí teniendo un espectacular y arrollador sexo sin importarles si alguien las escuchaba? Ciertamente la idea de ser oídas no era importante para ellas. Habían esperado lo suficiente como para tener que callarse a la hora de finalmente follar. Por Dios, Dee sentía que si no lo hubieran hecho... no sabría cuanto mas aguantar. Su cuerpo dolía por Bea. Y cuando pudieron tener su momento de lujuria y pasión... nada iba a impedir que las dos se soltaran finalmente a la liberación, con gritos, jadeos y gemidos de éxtasis. Que les den a todos aquellos que vayan a quejarse de ellas haciendo escándalo. Era la casa de Bea, que se aguantes.

Sin embargo, pasadas unas cuantas horas, el cuerpo de Dee gruñó por alimento y fueron forzadas a levantarse para ingerir algo. El bebé necesitaba comida, no iba a ser una mamá desinteresada ni egoísta. Simplemente... había necesitado aquel momento de intimidad con Bea.

Se levantaron de la enorme cama, la luz del día blanco, un poco nublado y la blanca nieve hicieron que no fuera necesario encender ninguna lampara. El gran ventanal que había dejaba entrar toda la luz y el paisaje rodeando la casa aislada del centro. Era pacifico, y le hubiera encantado mantenerse allí mismo, sentada en un inmenso sofá blanco, con un café en su mano y un libro en la otra mientras disfrutaba de la soledad. Ese tipo de soledad era el que anhelaba, el que ansiaba tan desesperadamente, y no el que había tenido con aquellos hombres. La mantuvieron encerrada, sola con sus propios desechos, sin permitirle ver mas que oscuridad, pensando en lo próximo que le iba ocurrir. Aquel tipo de soledad... la volvía loca. Ni siquiera podía pensar en esos momentos sin estremecerse con fuerza. Le daba asco, pero gracias Bea y su equipo nunca volvería allí. Y finalmente conseguiría el momento de soledad puro que podía disfrutar con ganas.

Las manos de Bea la rodearon con suavidad, detrayéndola y haciendo que su mirada se alejara del ventanal para mirar al rostro sonriente y relajado de su mujer.

—Sabes, me encanta cuando estas pensativa sobre algo que te gusta. Te vez sexi.

Sus manos se deslizaron por el contorno del redondeado estómago de Dee, esta vez logrando que se estremeciera por la calidez y el consuelo que desprendía. La desnudez de ambas no pasaba desapercibida para Dee porque Bea estaba claramente apretujando sus pechos contra la espalda de Dee mientras la sostenía. Bea tenia un cuerpo admirable, bronceado, cincelado y duro por tanto ejercicio, y aun así mantenía su delgada figura. Si se la miraba fijamente, nadie podría darse cuenta de que ella tenía más fuerza y resistencia que la mayoría porque físicamente no era grande. Pero, Dios, tenia las mejores tetas que Dee nunca había visto. Por no hablar de su trasero y...

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADAWhere stories live. Discover now