XXXIV

706 61 6
                                    

Bea no pensaba que su cabeza estaba bien, o en algún punto cercano a sanar sus heridas; no solo físicas sino mentales, pero había algo en pasar tiempo con su mujer que hacía que todos sus demonios y los recuerdos que invadían su mente, desaparecieran. Solo ella podía ayudarla a superarlo, era como la botella de vodka que hacía olvidar todas las cosas malas de la vida, que te relajaba y hacía que el mundo dejara de existir junto a los problemas. Quería sumergirse en ella, en su calor y aferrarse como nunca lo hizo con nadie.

La vio comer helado con desesperación, su hermoso cuerpo relleno y embarazado estaba recostado en una torre de almohadas para que pudiera comer mejor. Sus ojos habían brillado cuando pidieron comida china y junto a ella otro pedido de helado. Le gustaba hacer feliz a Dee con tan poco.

Sin embargo no tenía hambre de eso, sino de ella. Quería devorarla, comer cada parte de su cuerpo lleno y recordar momentos maravillosos juntas. Tal vez así volvería a sentirse normal.

—¿Quieres un poco?

Dee la sacó de sus pensamientos, y se dio cuenta de que había estado mirándola comer desde hacía rato. Se ruborizó y se acomodó de costado en la cama para poder verla mejor. Tenía su brazo doblado y la mano apoyada en su mentón como si no tuviera ninguna preocupación en su vida. Porque así era en ese momento. Sabía que debía hablar y contar lo que había sufrido pero no sabía si estaba lista.

—Estoy bien.

—No cenaste mucho ¿Te encuentras bien?

No se había dado cuenta de ello pero cuando se puso a pensar sobre ello se dio cuenta de que tenía razón. Había guardado casi tres cuartos de su comida en el envase.

—Lo estoy, nena. No te preocupes.

Pero era imposible que ella no lo hiciera, su chica estaba en todos los detalles.

Metió la última porción de helado en su boca y apoyó el cuenco vacío en la mesita de noche. La vio acomodarse como ella, poniéndose de lado con su brazo doblado y su mano en su barbilla. Se miraron, y lo único que pudo pensar Bea fue en comer sus boca, arrastrar sus dientes por sus labios y lamer el pequeño desastre de helado que manchaba las esquinas de su deliciosa boca.

Dee no parecía pensar en ello.

—¿Quieres...? ¿Quieres hablar sobre ello?

Lo dijo tan dulcemente que no tuvo el valor para rechazarla. Dee había pasado por cosas peores que ella, era obvio que estaba curiosa de lo que le habían hecho. Quizá de esa manera, soltandoselo al amor de su vida, pueda expulsar la basura que impregnaba su cuerpo y su cabeza.

Las ganas de vomitar volvieron de repente, el frío recorrió sus venas y los recuerdos se derramaron en su conciencia como una tormenta.

Tembló y cerró sus ojos cuando su cuerpo comenzó a recordar las sacudidas placenteras que esos hombres la obligaron a tener. Eso era lo peor, ser consciente de que no quería excitarse y no poder ir contra ello cuando ellos usaban esos juguetes.

—No necesitas decírmelo, Bea. Respira y olvida que dije eso.

—No. —dijo rápidamente, ella merecía saberlo. Había confiado en Bea cuando le propuso ayuda, y ahora necesitaba su hombro para sacar todo de su sistema. —Mereces saberlo.

—No merezco nada, necesito que tu estes bien. Es todo lo que me importa.

Bea abrió sus ojos, y se dio cuenta que el mar de lágrimas silenciosas en sus ojos le impedían ver con claridad. No quería derrumbarse, ella siempre fue fuerte, impenetrable, y odiaba darle tanto poder a sus abusadores. No merecían su dolor, no merecían estar marcados en su piel, en sus recuerdos. Necesitaba sacarlos de allí, dejar de darles ese control.

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADAМесто, где живут истории. Откройте их для себя