XXIX

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Contenido +18 por escenas violentas y contenido solo apto para mayores. Lea bajo su propio riesgo. 

No podía ver nada más que su propio cabello. Y sentía, lo sentía todo. Había visto demasiado en su vida como para no saber lo que ellos pretendían lograr con lo que le estaban haciendo. Lo sabía y lo sentía hasta en lo profundo de su corazón. A personas como Tenkovik les gustaba proceder lentamente porque lo único que les sobraba era tiempo y dinero. Y ahora ella estaba siendo destrozada, rota de las maneras más viles y mundanas, humillándola tan tortuosamente como sabía que los hombres más asquerosos podían hacerlo. Y a ninguno les importaba, el dolor era parte de sus vidas, una forma de entretenimiento que conformaba una parte diminuta de sus rutinas. Los odiaba, lo sentía con cada roce, cada golpe y cada penetración. Intentaba alejar su mente del dolor, de la humillación y de la voz de Tenkovik dirigiendo a los hombres que la torturaban, pero no podía. Bea pensaba que sería más fácil habiendo tenido que vivir rodeada de aquello la mayor parte de su adultez en su trabajo, pero ahora se daba cuenta de que no era para nada lo que imaginaba.

Pensaba que su voluntad, su fuerza interior y el valor la harían resistir cualquier cosa, pero viviéndolo en carne propia, podía entender y sentir como cada minúscula parte de su cuerpo y su mente eran destruidas. Y dolía... dolía como nunca nadie podría entender. Pero se negó a darle lo único que sabía que esperaba. No lloró, no gritó, y mantuvo en silencio la agonía. Sabía que en cualquier momento su alma sería completamente envenenada, no podía evitarlo por más que quisiera. Eventualmente así sería, y él ganaría aquella batalla. Pero nunca tendría sus lágrimas ni el placer de verla llorar. Resistió, no supo por cuánto tiempo, pero el juguete que la penetraba y vibraba, las bocas que la mordían con fuerza y las manos que la torturaban y golpeaban siguieron su curso. Sabía que solo era una cuarta parte de algo largo y agónico, porque algo vendría después... algo mucho peor que eso. Y esperaba no caer en la rendición absoluta para perder la cordura.

***

El vuelo partió al momento en que todos se habían sentado y abrochado sus cinturones. No podían perder más tiempo, Bea podría estar pasando lo inimaginable con esos hombres. Algo igual o peor de lo que le hicieron a Dee.

El silencio reinaba sobre el helicóptero. Apenas se movían y con el pasar del tiempo todos los ánimos se volvieron sombríos. Las expresiones de Caden y Bruce se oscurecieron y endurecieron como si estuvieran pensando en las cosas malas que estaría sufriendo su Bea. Su hermosa Bea.

Dee intentó dormir, pero ni bien cerró sus ojos, las imágenes se abrieron paso en su cabeza y las lágrimas se dejaron caer por sus mejillas. Intentaba ser fuerte, mantenerse cuerda como sabía que Bea lo querría, pero no podía. No era tan dura como los demás, ella necesitaba descargarse y llorar por su mujer.

No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que llegaron a su escondite, pero ella sentía que fueron horas. Su cabeza dolía, sus dientes no dejaban de mordisquear la piel agrietada de su labio inferior y sus manos no podían quedarse quietas mientras enfocaba su vista en los perros como una forma de relajación. Dee los envidió porque se veían tranquilos, relajados y sin problemas para dormir, al contrario de ella y de los demás. Sabía que todos estaban preocupados igual que ella y era algo que no les dejaba dejarse llevar por el sueño, pero tenían que dormir. Ellos tenían que hacerlo, no podían estar cansados al momento de ir a buscar a Bea. Cuando bajaron, el frío de la noche y el olor de la naturaleza los recibió. No sabía dónde estaban y no se preocuparía en preguntar, pero le gustó saber que, ante cualquier emergencia, ellos tenían un lugar secreto donde esconderse. Era un trabajo duro y ella odiaba que fuera tan peligroso, pero era lo que ellos hacían. No podía obligarlos a dejarlo. Hacían algo bueno por los demás.

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADAWhere stories live. Discover now