XVII

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Douglas caminó a paso acelerado, intentando no resbalar y caer de culo a la nieve. Duncan y Caden habían tomado una de las camionetas para ir a comprar provisiones, no antes de asegurarse de que Campbell estuviera cocinando la sopa para las mujeres, quienes aún dormían plácidamente. Cuando éstos estaban por salir de la casa, hicieron que Douglas se adentrara en el coche y así hacerle el favor de acercarlo a la casa de Devon, quien no estaba realmente lejos del supermercado donde ellos comprarían. Así que lo dejaron allí, a media cuadra de aquel deteriorado edificio de solo tres pisos en donde ella vivía. Ya todos sabían que ella no estaba en su trabajo. Habían llamado a su jefe y les había respondido que ella tenía el día libre. Aquella mujer era tan fácil de adivinar, que todos supieron al instante que estaría en su hogar cocinando algo.

Eso es lo que más le gustaba a Douglas. Devon era despreocupada y hacía las cosas fáciles sin tener que buscarles el lado malo a las cosas. Era tranquila, sociable y alegre, dispuesta a ayudar a los demás con todo, pero tan terca que no aceptaba la ayuda que le ofrecían los demás. Así como Douglas y sus amigos, quienes estaban más que dispuestos a pagarles por mes por tenerla como cuidadora del hogar de Bea, pero ella se había negado rotundamente, diciendo que si lo hacía de vez en cuando seria como un favor de amigos.

Joder, lo cabreaba y a la vez lo encendía su testarudez.

Sus botas se hundieron en la nieve, y a cada paso que estaba más cerca de la puerta, sus nervios comenzaron a hacerse notar. Lo único que deseaba era verla y a la vez salir corriendo. ¿Cómo demonios iba a mirarla a la cara y no recordar el momento en el que se había masturbado teniendo su imagen en la cabeza? ¿Qué demonios haría si ella llevaba otro maldito labial decorando sus bellos labios? Maldición, se podría duro al instante, y no podría hacer nada para apagar esa lujuria.

Palpó su bolsillo y sintió la figura del labial rojo pasión que ella se había olvidado en su baño. Ya había devorado el regalo que ella le había hecho, sin compartirlo con nadie, y era el maldito afortunado de ser quien la tenía que invitar a la pijamada de esa noche. Eso le haría ganar una gran suma de las delicias que, se imaginaba, ella se encontraba haciendo. Su estómago gruñó ante la idea y le rogó que aumentara la velocidad para llegar cuanto antes. Pero el otro lado de él estaba aterrado por volver a verla, mucho más sabiendo que sus sentimientos hacia esa mujer habían crecido.

Al momento de pisar los rechinantes escalones que lo llevaban hacia la puerta de entrada al edificio, se detuvo y cerró sus ojos. Tenía que serenarse, volver a su fachada fría e inmutable. Debía controlarse y no saltar como perro en celo a los labios de esa sexi mujer. Sus puños se apretaron, no queriendo tener que resistirse a tocarla, pero siendo consciente que debía hacerlo. Entonces se repitió a si mismo que era malo para ella, una y otra vez se lo dijo hasta que estuvo listo, bien seguro de que estaba controlado. No debía dejarla entrar, romper las paredes que protegían a los demás de él, del peligro que implicaba su mera existencia. Él debía mantener los muros intactos, porque Devon merecía una vida tranquila, sin la tragedia que conllevaba la de Douglas.

Abrió sus ojos, y se dio valor para seguir adelante hasta llegar a la puerta. Sabía que el intercomunicador no funcionaba desde hacía un par de meses y que ningún dueño de los departamentos querían arreglarlo por falta de dinero. Eso lo llenó de rabia. Devon se encontraba viviendo en una zona con un nivel lo suficientemente alto, en un edificio que se caería con un solo soplido del viento. Le enojaba que ella no aceptara la ayuda que ellos le daban, y no solo porque ellos eran sus amigos y ella lo necesitaba, sino porque lo merecía. Trabajaba tan duro, tantas horas, que realmente se merecía ser mejor pagada. Pero aquel lugar en el que trabajaba no era un lugar que tuviera muchísima gente visitándolo. Sin embargo, ya todos sabían que, a Devon, la testaruda, le gustaba hacerlo a su manera, sin pedir préstamos a nadie y sobreviviendo con la miseria de su sueldo. Algo que también lo desconcertaba a Douglas y lo hacía enfurecer. Él quería ayudarla, hacerla vivir en un sitio rodeado de protección para tenerla a salvo. Ella significaba mucho para él, para ellos, y saber que podría pasar algo solo porque ellos no pudieron protegerla... los destrozaba.

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADAWhere stories live. Discover now