Febrero 10, 2042

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Son muy raras las veces en las que el destino hace de las suyas.

Un verano del dos mil nueve, éramos niños mojándonos en el muelle, pidiendo a las lanchas que nos lleven a navegar. Luego de nueve años, ya de adultos, nos reencontrábamos en Navidad bajo el techo de una parada de bus.

Y meses después del encuentro, él soltaba un simple y directo 'quiero pescar'.

Ambos estábamos desparramados en la alfombra, viendo una película con una trama tonta que no recuerdo.

No me tomé en serio lo que dijo y seguí con la vista fija en la televisión. Sin embargo, tiró un zapato a mi estómago para que le prestara atención.

'Es en serio'.

Así zarpamos un día de agosto, a mitad de año. Yo conducía y él movía la cabeza al ritmo de alguna canción en la radio.

Eran los últimos días de las vacaciones de invierno, y curiosamente, no salimos de casa en absoluto. Nuestros días se basaron en permanecer acostados, viendo series con un tazón de palomitas en una mano y una bolsa de dulces en la otra. Hasta que surgió su propuesta, al menos.

Sorprendentemente, ambos éramos vecinos. ¿Coincidencia? Yo vivía un piso abajo del suyo, en el 142; no sé si eso te suena. A pesar de ello, parecía que me hubiera mudado a su departamento por la cantidad de tiempo que pasábamos allí.

Se convirtió nuevamente en una parte esencial de cada uno de mis días, como si nunca se hubiera ido del pueblo. Desayunábamos juntos, almorzábamos juntos, cenábamos juntos y también lo llevaba al trabajo.

Era una rutina divertida, siempre acompañada de música o bromas. No quería romperla por nada del mundo; sentía que nuestra amistad estaba creciendo a pasos agigantados.

También le comenté a mamá sobre nosotros, y se la escuchó muy contenta por teléfono. Después de escuchar mis lamentos durante dos años por ese niño que se fue y nunca volvió, probablemente estaba aliviada. Dijo que ambos deberíamos visitarla el próximo verano, y la idea nos emocionó demasiado.

En ese momento, habíamos formado un cómodo círculo de amigos. Él me presentó a los suyos, con quienes había pasado la Navidad. Eran un agradable grupo de ocho chicos, a los que se sumaron mis dos amigos y yo. Congeniábamos demasiado bien, a pesar de lo poco que nos conocíamos.

En ocasiones, nos decían que parecíamos casados, y nosotros bromeábamos al respecto, dejando atrás la etapa de vergüenza por esas tonterías.

No sé si puedas entenderlo, si has sentido algo así con alguien recientemente o si recuerdas haber experimentado algo similar en el pasado.

Pero era como si

estuvieras en casa,

como si alguien

estuviera ahí para ti

más que nadie.

Él fue como una brisa fresca en un año difícil lejos de casa, de esas que te hacen suspirar relajado, y no puedo dejar de pensar en lo agradecido que estoy por haber conocido a alguien que me haya hecho sentir así en este mundo lleno de personas.

él  jujae.Where stories live. Discover now