Julio 24, 2042

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Regresé a la ciudad cuando mi madre me lo permitió; ella estuvo besando mis mejillas en la entrada durante demasiado tiempo antes de finalmente liberarme. Su semblante era más alegre, y me reconfortaba no ser más una carga para ella.

Desde nuestra última salida a navegar, él no regresó al pueblo, comunicándose mediante mensajes y alegando que tenía mucho trabajo encima.

La mitad del año siempre resultaba complicada.

Al volver a casa, emprendí la búsqueda de un nuevo empleo para empezar de cero, sintiendo la misma emoción que en mis veinte al llegar por primera vez a la gran ciudad.

Los gastos de mudanza me obligaron a instalarme en mi antiguo departamento, el cual mamá estuvo sosteniendo por sí misma durante todos esos meses.

La gélida atmósfera me recordó las noches heladas que pasaba en vela cuando monstruo me negaba la entrada. Fue triste, pero no quería poner más peso en nadie.

A pesar de las dolorosas secuelas, las pesadillas ya no dolían tanto, pues su ausencia dejó de importarme.

El mismo día, al llegar, visité a mis antiguos amigos, quienes me recibieron con los brazos abiertos a pesar de los meses sin contacto. Juntos ideamos una fiesta sorpresa de cumpleaños para él.

Como último destino, fui a su departamento. Este estaba vacío y mis intentos por contactarlo no tuvieron éxito.

Mis preocupaciones solo se calmaron una vez entendí que debía estar teniendo un momento con novio, al cual aún no le proponía matrimonio.

Por la noche, envió un mensaje de texto corto e inusual, prometiendo llamar más tarde.

Me hizo sentir ansioso, puesto que jamás respondía como lo hizo. En su mayoría usaba stickers tontos, mayúsculas en cada frase y demasiados signos de exclamación.

Temí haber cometido un error y apreté mi muñeca para detenerme de llamarlo.

Otra secuela.

Permanecí despierto hasta tarde, viendo películas animadas para evitar las pesadillas recurrentes y largas.

A la mañana siguiente, él estaba en mi cocina, preparando el desayuno y luciendo visiblemente afectado.

Me contuve tanto como pude de preguntarle al respecto, sin embargo sus ojos dulces apagados me generaban tanta preocupación, que terminé soltándolo de todas formas.

'Dijo que no'.

Entendí a qué se refería.

Intenté consolarlo, sugiriendo que tal vez no estaba listo para el matrimonio, que no se culpara a sí mismo de ello.

¿Quién pensaría que era él el motivo? La persona más encantadora que conocí en mi vida.

'No, solo... Terminamos'.

Su rostro ilegible, pensativo. Pensé que era fuerte por no dejarse afectar por algo así.

No lucía triste, más bien parecía preocupado, y me tuvo demasiado tiempo siguiéndolo a todas partes por si en algún momento estallaba. Eso ocasionó varias burlas suyas, en las que me denominaba como alguien pejagoso. Yo no pensaba defenderme, porque lo era.

Negó la oferta sobre quedarse a dormir para hacer un tranquilo maratón de películas, alegando que estaba más que bien.

Aunque sus lágrimas en la oscura azotea contaban una historia diferente.

Estaba allí, en la madrugada, arrinconado con las rodillas contra el pecho, justo como la vez en que nos conocimos.

No dudé en envolverlo en un abrazo y se aferró tan fuerte que me empapó la laguna que era su llanto.

Intenté arrullarlo con la misma ternura que él solía brindarme, acaricié su espalda y deposité besos en cada rincón de su rostro. Tarareé suavemente, buscando disolver el desolador silencio, mientras le susurraba melodías al oído; gradualmente, sus lágrimas se desvanecieron como rocío al amanecer.

Al contemplar sus ojos tristes, mi corazón se encendió con dolor. Con suavidad, deslicé mis manos por sus brazos y acaricié sus cabellos, tejendo un consuelo que se fundía con el susurro del viento.

Acabó quedándose dormido, con el rostro escondido en mi pecho y el pequeño hipo molestándolo de vez en cuando.

Había caído,

y tuve miedo.

Miedo de lo acelerado que estaba mi corazón,

de las ganas de protegerlo con cada una de mis fuerzas,

de las ganas de desvanecer cada malestar,

de las ganas de besarlo.

No tuve más opción que apretarme la muñeca, intentando contener todos esos sentimientos. No estaban bien, porque todo estaba bien; todo era perfecto.

¿Por qué ahora? Me pregunté, observándolo con dolor. ¿Por qué no antes? No hice más que preguntarme.

Tenía tanto miedo y tantas dudas, tantos sentimientos mezclados, que la confusión y el miedo se apoderaron de mí.

No podía permitir que esta situación afectara nuestra relación, debíamos sanar por completo.

No podía arruinar las cosas.

Él, entendí que verdaderamente él, tenía la sonrisa más bonita.




él  jujae.Where stories live. Discover now