Octubre 21, 2042

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A la mañana siguiente, despertamos adoloridos por la incómoda posición. Estuvo recostado sobre mí toda la noche, pero ni siquiera presté atención al dolor, de tan inmerso que estaba en la felicidad que me embargaba.

Era temprano, el sol apenas asomaba en el horizonte. Siempre me gustó ver el amanecer a su lado, especialmente por cómo la luz se refleja en él.

Nos sentamos en el capó mientras compartíamos los sándwiches que habíamos preparado para el desayuno. 

Aunque hiciéramos las mismas cosas, 

aunque la radio estuviera encendida,

yo tarareara y él moviera la cabeza,

todo se sentía tan diferente.

Ninguno de nosotros mencionó el tema, pero nuestros labios se encontraron en más de una ocasión. Ya fuese al despertar o al salir del auto para rodearlo, no encontramos manera de separarnos.

Mamá vino por nosotros una hora después de despertar. Lucía contenta y mi hermano menor saludaba sonriente desde la ventana. Su esposo cambió la rueda, asegurándose de que todo estuviera en orden y prometiendo enseñarme para evitar futuros contratiempos. Dada su habilidad como mecánico, pronto estábamos en marcha de nuevo.

Nuestras manos se encontraron de inmediato, como si tuviesen vida propia.

Mi rostro irradiaba una sonrisa imborrable en ese momento; quizás tenía una oportunidad, y estaba decidido a aprovecharla.

Cuando estacionamos, tuvimos que bajar las cosas y ordenarlas en mi habitación. Mamá puso música, y resultó más divertido que agotador. Estoy seguro de que ella notó algo; después de todo, era buena para leer a las personas. Pero, en realidad, nosotros tampoco hicimos mucho por disimularlo.

Después del almuerzo, decidimos dar un paseo por el muelle, donde nos encontramos con algunos amigos de la infancia que nos reconocieron y saludaron. Al parecer, a todos se les había ocurrido visitar el pueblo junto a sus familias para el verano.

Él se veía radiante, o tal vez era simplemente mi inmensa emoción. 

Jugamos al fútbol toda la tarde, y nuevamente celebraba sus goles corriendo a abrazarme.

Me sentí como el niño de trece años que mintió sobre saber artes marciales. Creí que estaba haciendo las cosas bien.

Finalmente.

'No me mires así'.

Inclinó su rostro frente al mío, mirándome con mayor atención a modo de juego. Tenía muchas ganas de aclarar la situación, de preguntarle qué pasaría de ahí en adelante.

No lo entendía.

'¿Así cómo?'

Le apreté las mejillas para que no pudiera disfrutar de su postre. Lanzó un grito, tirándome agua en las piernas.

Claramente me hice el ofendido y tiré su helado, sacándole la lengua. ¿Sería demasiado raro ver a dos adultos en esa situación?

Nos perseguimos por todo el muelle hasta que finalmente acabamos en la orilla, con los pies hundidos en el agua cristalina. Se esforzó demasiado en mojarme, sacudiendo sus brazos en mi dirección.

¿Cómo puede algo no cambiar nada y, al mismo tiempo, sentir que todo ha cambiado? No lo sé.

Me moví cerca, sosteniéndolo para que no se escapara.

Su cabello estaba mojado, sus cejas desordenadas, y de sus pestañas caían gotas de agua. Era lo más hermoso en el mundo. 

Cada detalle era hermoso. 

Perfecto.

'¿Así cómo?', repitió.

Esperé que se diera cuenta de cuánto brillaban mis ojos en su presencia, de los latidos de mi corazón y de cómo tenía mi mundo hecho un caos. Porque el proceso de enamoramiento fue lento, pero a esa velocidad me hizo amarlo como a nadie.

Encajábamos tan bien, pero tan bien que nunca conoceré a una persona que se asemeje. 

Nunca lo hice, nunca.

'Como si me amaras, duele un poco'.

Acomodé sus cejas con mis dedos, e inclinó su cabeza para apoyar su frente en mi mentón. 

Mágico. 

Él era cálido. 

Me aferré tanto que duele. 

Pasamos por tanto que duele. 

Lo amo tanto que duele.

'Pero te amo... y ya no va a doler'.

Lo prometimos, ya no dolería amarnos. No más. Queríamos hacer las cosas bien, queríamos empezar de cero. No nos lanzaríamos, esperaríamos.

Salimos a dar un paseo en lancha luego, no nos fuimos lejos del muelle, era tarde.

Miramos las estrellas acostados en el suelo, señalando formas en ellas y trazando la luna con nuestros dedos entrelazados..

Confesó su amor, desde cuándo y cómo se dio cuenta. Dijo que ex le había abierto los ojos cuando le pidió matrimonio.

Allí entendí lo que quiso decir la vez que nos encontramos, pensé que debería agradecerle algún día.

Contamos anécdotas, secretos y reímos. 

Después de todo, en medio del mar, nadie nos oía.

Él, a quien sigo amando tanto que duele él, tenía la sonrisa más bonita.














él  jujae.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin