Mayo 27, 2042

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Terminar con alguien siempre es difícil, más aún cuando esa persona te convenció de ser tu única fuente de felicidad. Especialmente porque no quería y en realidad nunca le di un fin como tal.

Para ti que lees esto, mi relación con persona pudo parecer insignificante, solo dos míseras cartas, pero en realidad todo transcurrió durante más de dos dolorosos años

No apareció durante las semanas que estuve internado.

Fue una ausencia que dolió, como algo profundo que no sabes gestionar. Recuerdo haberlo esperado con un regalo en la fecha de nuestro aniversario, a pesar de conocer la enorme realidad que era su ausencia.

Mi estado de ánimo se desplomó al punto de no poder siquiera saciar mi sed.

Él evitaba hablar sobre persona. De hecho, nadie se animaba a siquiera mencionarlo por encima, lo que me hacía sentir fuera de lo que había vivido, como si nunca hubiera estado ahí.

Tuve demasiado miedo de preguntar, temí que todo se complicara y pudiera perderlos de nuevo entre todo eso. Pero lo necesitaba desesperadamente, de una forma enfermiza. Dicen que es comprensible después de haber pasado tanto tiempo encerrados juntos.

Me volví tan dependiente que sentía que, alejados, cada paso que daba era un error. Persona ya no estaría para diferenciar lo bueno de lo malo, y hubo momentos en los que me sentí completamente perdido por eso.

El anhelo por su presencia se volvía cada vez más incontrolable, y mis amigos soportaron mis arrebatos, tratando de contener el caos que mi mente estaba experimentando.

En algún punto, creí que alejándolos resolvería todo, deseando estar solo para cuando persona decidiera visitarme. Pero ellos nunca me abandonaron y persona nunca apareció tampoco.

Empecé a pensar que se cansó de mí, que finalmente cedió a las voces de sus amigos y optó por dejarme. Me resigné a aferrarme a la esperanza de su visita tras ser dado de alta, aunque nunca ocurrió.

El pasillo estaba lleno de personas con flores y regalos.

No pude hacer más que agradecer y pedir perdón por haberlos apartado de manera tan brusca. Estaba agradecido de que no me odiaran por ello.

Ese día, él condujo.

Noté desde un principio cómo tomábamos un camino distinto al de mi departamento. Su sonrisa era tan radiante que no me atreví a cuestionar.

Mientras estábamos en el coche, encendió la radio y comenzó a mover la cabeza al ritmo de la música, animándome a cantar con reiterados empujones en mis hombros.

Observé el cartel que daba la bienvenida al pueblo y pensé en lo lento que pasaron los últimos años y los días en el hospital.

Recordé los viejos tiempos de viajes sin rumbo y decisiones espontáneas, como cuando dijo: 'hey, quiero escalar una montaña', y yo simplemente respondí 'está bien'. Pero me dio vértigo y terminamos esperando en el autobús a los demás.

Canté a su lado.

O cuando nos tumbábamos en la alfombra a ver la televisión y terminábamos enredados entre nosotros y veinte bolsas de comida chatarra.

La sensación de nostalgia me consumió ante tantos recuerdos. Extrañaba todo eso.

Ese día, él lucía un encantador gorro de paja y unos cómicos lentes de sol que hacían alusión a que íbamos a la playa. Ciertamente, se veía adorable, pero me asusté ante el pensamiento de encontrarlo así.

Persona solía castigarme por halagarlo. ¿Ya no lo hará más? No fue la primera vez que me lo pregunté.

Al final de una canción, al doblar en una curva, las lágrimas brotaron silenciosamente.

Porque extrañaba a persona.

Porque me dolía cada parte de mi cuerpo.

Porque no podía respirar sin que me ardiera el pecho.

Porque los extrañaba a todos.

Porque él todavía estaba para mí y ni siquiera lo merecía. Me di cuenta de lo valioso que era en todos los sentidos.

Lloró conmigo y tuvo que estacionarse para darme un abrazo fuerte y cálido.

Nuestras lágrimas compartidas me recordaron lo profundo de nuestro lazo.

Se disculpó por no haberme ayudado antes.

Me disculpé por haberlo dejado.

Me agradeció por volver.

Le agradecí por ser como es y quererme como soy.

Me palmeó la espalda como cuando éramos niños, esparciendo besos por cada parte de mi rostro. Quedé inmóvil, sumido en la marea del afecto y el consuelo que hicieron que el llanto se transformara en débiles sollozos.

Fue la primera vez que se expresó de esa forma, a través de los pequeños besos, y no pudo haberme tocado tan profundo como lo hizo.

Lloramos tanto que nuestros corazones dolieron.

Tanto que no podíamos tomar aire.

Tanto que nos quedamos dormidos con las manos unidas y los dedos entrelazados.

Él se apoyaba en mi hombro, y yo tenía la mejilla aplastada sobre su cabeza.

Esa vez, él estuvo para mí, siempre estuvo para mí. Juré devolverle lo mismo de ese momento en adelante.

Él, sobre todo y todos.

Despertamos al amanecer y nos apoyamos en el coche para apreciarlo. No había silencio; nunca hubo silencio mientras estábamos juntos.

Nuestras manos aún estaban unidas, con dedos entrelazados y caricias a los nudillos. Era muy afortunado.

Le observé el perfil; ojos brillantes, nariz arrugada y una media sonrisa. Quise superar todo para verlo de nuevo y repetir cada momento.

'¿Vas a esperarme?'

Y giró para verme, apretando nuestras manos antes de desatarlas.

Se permitió ser cariñoso, besando mis palmas y dejándome aún más embelesado con el acto.

Mi pregunta pareció tener otro sentido.

Tal vez solo yo me di cuenta.

'Siempre'.

Uní nuestras frentes, como si fuera el sello de una nueva promesa que, esta vez, cumpliríamos por la eternidad.

Amistad de la más pura y hermosa.

Aún hace a mi corazón derrumbarse y latir de felicidad.

Se separó y volvió a observar el sol ya descubierto completamente.

Él, nunca nadie más que él, tenía la sonrisa más bonita.

él  jujae.Where stories live. Discover now