La manzana envenenada

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- "En un país muy lejano, hace ya mucho tiempo, vivían un Rey y una Reina, muchos años hacía que anhelaban un hijo y al fin su deseo se vio cumplido con el nacimiento de una linda niña. Felices estaban el Rey y la Reina por el nacimiento de la princesa, tal era la bendición y alegría en el reino que decidieron invitar al bautizo a las siete hadas del reino para que cada una de ellas pudiera obsequiarla con un don mágico, como ya era la costumbre de las hadas en aquel tiempo, colmarían a la princesa de todas las perfecciones inimaginables.

Después de la ceremonia del bautizo, todos los invitados volvieron al palacio del rey, donde había un gran festín para las hadas. Delante de cada una de ellas habían colocado un magnífico juego de cubiertos en un estuche de oro macizo, donde había una cuchara, un tenedor y un cuchillo de oro fino, adornado con diamantes y rubíes. Cuando vieron entrar a un hada muy vieja que no había sido invitada porque hacía mucho tiempo que no salía de una torre y la creían muerta o hechizada."

Los personajes de cuento se miraban unos a otros, el espejo mágico les había indicado lo que debían de hacer para salvar a sus amigos, la ansiedad por ayudarlos se podía sentir en el aire. Raven podía crear el hechizo que los introdujera a los cuentos, pero tenían que pensar a qué cuento entrarían primero, eran tantas historias que no podrían entrar a todas fácilmente.

- Entiendo, gracias. – Dijo Raven, mientras miraba al espejo que la observaba con adoración, éste asintió orgulloso de poder haber ayudado a su ama y desapareció, dejando solo el reflejo de los chicos.

Salieron de la cámara, nuevamente Raven encendió unas antorchas y comenzaron su caminata hacia la biblioteca del castillo. Los chicos guardaban la esperanza de que en esa biblioteca olvidada se encontrara un libro de cuentos, en realidad era muy posible porque todas las bibliotecas del reino tenían uno o más ejemplares con sus historias.

Las paredes del castillo enmohecidas por la humedad les daban la bienvenida a cada paso que daban y el frío ventilaba el corredor; caminaron poco a poco observando cada habitación por la cual pasaban.

Todo estaba completamente desolado, habían pasado unas cuantas horas y los personajes había revisado demasiadas habitaciones, pero no habían logrado encontrar la biblioteca. ¿Cómo era posible que encontraran primero la cámara del espejo, pero no una enorme biblioteca?

Los personajes se sentaron en unos sillones que estaban arrumbados en un cuarto, las sábanas los cubrían cuidadosamente, así que estaban en casi perfecto estado. Los altos ventanales eran cubiertos por unas cuantas plantas de enredadera y solo el sonido del viento atravesando las hierbas y el ulular de los cuervos estaba presente.

- Son demasiadas habitaciones, ¿cómo podremos encontrar la biblioteca? – Preguntó Cupido exhausta, estaba completamente desparramada encima de un sillón de una pieza.

- ¿Está segura de que no tienes una idea de donde puede estar? – Hunter miraba a Ashlynn a quien le hacía esta pregunta, ambos se encontraban sentados en otro sillón al lado del de Cupido, agarrados de las manos, la chica descansaba su cabeza en el hombro del muchacho, quien tiernamente acariciaba el torso de las manos de la joven Ella.

- Lo siento, pensé que estaría cerca del despacho, pero... parece que me equivoqué.

Los cuervos graznaban cada vez más fuerte, anunciando posiblemente la llegada del atardecer, sonidos de alas aleteando y ramas moviéndose empezaban a opacar las voces de los personajes de cuentos. Los chicos empezaban a desesperarse, una mirada de frustración se plantó en el rostro de Hunter, mientras que Dexter un ceño fruncido amenazaba por florecer.

- Raven, ¿no puedes hacer que se callen? – Sugirió molesto Hunter

- ¿Qué te hace pensar que puedo hacer algo como eso?

Érase una vez... NosotrosWhere stories live. Discover now