Capítulo 13

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Al entrar al aula tengo todas las miradas puestas en mí, atónitas

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Al entrar al aula tengo todas las miradas puestas en mí, atónitas. Me doy cuenta de qué es: escucharon el grito de Steven, y obviamente reconocieron su voz. Oh, lo que me faltaba. Carla está roja, me mira fijamente. ¿Ahora qué? No voy a pararme y dar explicaciones, además que es muy tarde para detener especulaciones de algún tipo. Ya las han hecho.

Y cómo debía ser, Carla da su primer grito hacia mí.

—¿Steven ahora te habla a ti? Claro, como no te conocía hasta que me vio hablando contigo, lo utilizaste para que te muestre el colegio diciendo que eres nueva. ¿Verdad? —Auch. Sus pensamientos son retorcidos y vacíos, cómo su cabeza.

—No —contesto sabiendo qué todos, incluyendo mis amigas, esperaban una respuesta de por qué yo hablé con él—. Somos amigos. Él es primo de una compañera de canto.

—¿Amigos? —Escupe Carla.

—¿Estás engañando a Owen, Emma? —Pregunta Sebastián malignamente—. Eso está mal. Le diré.

—No salgo con Steven. Ni con Owen.

Mis amigas me observan queriendo decir algo. Intentan acallar a los demás, pero no hay caso. El griterío es más potente que sus voces. Incluso que la de Gala.

—Sales con los dos porque eres una zorra —argumenta Rebecca, la amiga de Carla.

—No. Ella no llega a eso, Rebe —se le curva una sonrisa en su boca de labios finos. Carla va a sacar lo peor de mí. En cualquier momento—. Ella es cómo una servilleta: la usas, la ensucias, la tiras y te coges otra.

—Nadie. Me. Usó. —Grito a todos. El profesor no entra aún. Justo cuando le necesito, por más que nos fuera a explicar algo aburrido. Como sea, adiós Emma tranquila. Hoy diré todo lo que pienso. Exploto en frente de la clase. —¡Tú eres la estúpida servilleta que usan todos! —le escupo verbalmente a Carla —. Y lo peor, es tu actitud de mierda. ¿Te alimenta molestar a los demás, Carla? —Todos quedan en silencio—. No le tengo que dar explicaciones a nadie, menos a ti —me acerco a ella, para ponerme cara a cara—. Me das pena. Ojalá encuentres tu camino. Y que sea lejos del mío, si es posible.

—¿Quién habla de pena? —Arquea una ceja—. ¡Vamos, escúpelo! Querrías ser yo. Te odias a ti misma y a tu rareza —mira a cada lado, pero nadie casi le sigue su broma.

—Yo estoy hablando de la pena que siento, y no es por mí, Carla. En serio ¡mírate! ¡Estás sola! Ni en diez mil vidas, ¿qué digo? Billones de vidas, y nunca, querría ser cómo tú —el silencio sigue, todos nos miran, nadie la defiende—. ¿Dónde están tus amigos defendiéndote, Carla?

Gala pega un grito diciendo «¡toma eso!» y Celina exclama «¡tiene razón!» junto con Belén, que asiste con la cabeza. Y a ellas, se une gran parte del curso «¡al fín alguien se lo dice!», «¡pienso eso!», «¡por perra, Carla. Te lo mereces!», «¡vamos, Emma!» son algunas de las frases que logro distinguir.

Corazón de cristal [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora