Capítulo 39

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Owen cumple sus promesas

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Owen cumple sus promesas.

Despierto en un lugar desconocido, pero lleno de paz... Debería estar sobresaltada pero no es así... Las sábanas que me cubren son muy suaves y el colchón tan cómodo que no dan ganas de levantarse a pesar de no tener más sueño; el techo del cuarto está perfectamente pintado de un color blanquecino y los muebles son de un fuerte color madera. Desde la ventana, que se encuentra tapada por unas cortinas de tonalidades beige, puedo distinguir que está amaneciendo... ¿o anocheciendo? Quiero levantarme y explorar el lugar, pero unos fuertes brazos me tienen agarrada de la cintura, escucho un suspiro somnoliento. Pronto comienzo a recordar todo, y sé dónde estoy: en el lujoso departamento «momentáneo» de Owen.

Él debe de estar dormido, abrazándome. Irradia calor y seguridad. Intento moverme, pero Owen me aferra, y no puedo salir de entre sus brazos. Dejo de luchar y suspiro. Cuidadosamente y sin escapar de su agarre, giro sobre mí misma y quedo de frente ante ese rostro angelical que tanto añoré ver, del chico que más amo. El brazo de Owen me rodea aún más y me lleva contra él, de manera que yo quedo encima de su pecho; puedo escuchar su corazón latir, su respiración. Incluso un pequeño murmuro.

Respiro con él, huelo a él. Estoy literalmente, rodeada de él.

Su calor me abruma y vuelvo a dormirme, pero, esta vez, siguiendo el ritmo de sus latidos, como si estos fueran una suave y constante canción de cuna, un abrazo de amor para sentirse segura.

Alguien toca mi mejilla, al principio quiero apartarme, ¿será un bicho? Abro los ojos y no, definitivamente los bichos no tienen esos ojos de cristal, ni tienen su sonrisa, ese hoyuelo, y mucho menos el sonido de su risa. Owen me mira aún con sueño, pero su mirada brilla.

Y suspira.

Su mano se desplaza por mi cuello, recorre mis labios, y me hace sonrojar. No podemos besarnos ahora, ¡recién nos despertamos! Pero lo hace igual. Nuestros labios se juntan y ocurre un beso sumamente tierno.

—No quiero levantarme —dice en un susurro—. Mejor nos quedamos aquí. Con tus ronquidos no he podido pegar un ojo en toda la jodida noche, Emma. Si eso no es ser cruel...

Agarro mi almohada y le doy un buen golpe en su cara somnolienta.

—¡Cállate! ¡Si yo no ronco!

Él quita la almohada de su rostro y me la lanza en la cara, pero yo la atajo en el acto.

—Tú duermes, no sabes qué haces o no... O qué dices...

—Owen, tampoco hablo dormida... —la verdad es que eso último lo pondría en duda. Digo, en realidad no lo hago siempre, pero en ocasiones especiales puede que sí, aunque es raro, como aquella vez que me asusté en una pesadilla estando de vacaciones y me desperté gritando «¡perro!», así despertando a mí abuela en el acto. Creo que jamás olvidaré eso. Owen me mira extrañado y sé que está escuchando mi discusión mental así que muerdo mis labios y comienzo a imaginar finales alternativos de mis libros preferidos.

Corazón de cristal [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora