Capítulo 21

10K 406 44
                                    

—No sabía que eras así de pervertida, Eileen —suelta, medio divertido. Medio curioso.

Trago saliva.

Mis manos se aferran con más fuerza a la toalla que me cubre el cuerpo.

Tomo una inspiración profunda y con más firmeza, suelto en una orden:

—Hazlo.

Su sonrisa se ensancha aún más.

Por más que mis ojos luchan por no bajar y mirar su miembro, termino haciéndolo. Apenas es un pequeño vistazo que le doy, pero eso es más que suficiente para estremecer mi cuerpo entero junto a mis sentidos.

Se acomoda sobre la cama, inclina un poco la espalda hacia atrás para quedar sentado en una postura desgarbada, separa un poco las piernas y con su palma izquierda sobre la cama se apoya sobre esta.

Blake me observa durante unos segundos antes de animarse a tomar su miembro entre su mano.

No despega sus ojos de los míos cuando su mano grande rodea toda su hombría, listo para comenzar.

Estoy a escasos pasos de distancia de donde se encuentra y todo toma una forma diferente cuando comienza a mover su palma sobre toda su longitud; el ambiente cambia drásticamente y el calor se puede sentir impregnarse en el ambiente cuando lo hace. Blake de verdad está dándose ese placer así mismo delante de mí y yo no puedo pensar con claridad. No puedo hacer otra cosa más que observarlo. No puedo hacer otra cosa que no sea sentir con mayor claridad la humedad que empieza a hacerse presente entre mis piernas por el calor del momento. Por verlo, por ser una espectadora y no poder acercarme a ayudarlo, porque es una regla que yo misma me he puesto. Porque así es más divertido ver quién cae primero. Ver quién no soporta más querer acabar con esas dolorosas ganas de saciar aquel placer.

Inevitablemente atrapo mi labio inferior entre mis dientes cuando aumenta un poco el ritmo que impone sobre él.

Blake tuerce el gesto en una mueca de completo placer cuando hace un movimiento con su mano que rodea su miembro, las piernas me fallan al verlo así sin ningún tipo de pudor y la tensión en el ambiente crece cuando aumenta el ritmo impuesto y suelta un gruñido de satisfacción.

El pulso me golpea con fuerza y hace tanto ruido que puedo escucharlo detrás de mis orejas. Las piernas me tiemblan ligeramente y mi cabeza es una maraña inconexa de pensamientos lujuriosos y acalorados. Estoy tan tensa y con la piel sensible ahora, que incluso las gotas de agua que aún resbalan por mi cuerpo me hacen cosquillas y causan escalofríos en mi espina dorsal.

Suelto un suspiro con mis labios, tembloroso e inestable, cuando él, sin sentirse intimidado por que lo veo, echa por completo la cabeza hacia atrás y suelta un gruñido —mitad gemido— cuando mueve con más rapidez su mano sobre su hombría.

Incorpora de nuevo su cabeza y mira durante unos instantes lo que se hace para luego volver sus ojos a lo míos y observarme con los labios entreabiertos en un jadeo silencioso.

Está tan duro que puedo jurar que está a punto de llegar a ese lugar de placer que tanto busca.

No puedo dejar de observarlo.

No puedo hacer otra cosa que no sea mirar cómo cambia el ritmo que impone al acariciarse, cada cierto tiempo, cómo pasa su pulgar por la punta en un movimiento lento, cómo presiona su mano sobre él, como si fuera un claro mensaje que cita: así es como me gusta.

Aprieto con mayor fuerza la toalla entre mis puños, tanto que duele, y un escalofrío me recorre de pies a cabeza cuando, finalmente, un gruñido ronco y de satisfacción escapa de su garganta, indicando que ya ha alcanzado el orgasmo; su cuerpo se tensa sobre la cama, su mano pierde un poco de fuerza en los movimientos y sus fluidos le caen sobre la mano y parte de su abdomen.

Tocando lo prohibido ©Where stories live. Discover now