Capítulo 13

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Mis dedos acarician el material duro del collar, mientras lo muevo entre estos con delicadeza para examinarlo; mis ojos barren toda su extensión, y observo con más cuidado todos los detalles del collar de una margarita y que separado lleva una hoja que parece de oro.

Ladeo la cabeza en un gesto curioso, y nuevamente las palabras de Helena se repiten en mi mente:

"¡Vaya, Eileen! Parece que tienes un admirador secreto".

¿Admirador secreto?

La cuestión aquí sería: ¿quién?

Y de la nada, como si mi cabeza se hubiese iluminado con la idea más obvia y lógica, un nombre es susurrado en mi subconsciente: Jordan.

¿Pudo haber sido él?

«Aunque no lo parece». Pienso. «No se siente como él».

A mí me gustan las margaritas desde que era pequeña. Siempre me llamaron la atención ese tipo de flores, y con el tiempo se volvieron una de mis favoritas.

Recuerdo que se lo había contado a Xhad —cuando apenas nos conocíamos y me invitó a salir— y no es como si yo se lo estuviese dicho a todo el mundo. Hasta ahora, él —además de mi familia— saben el gusto que tengo por esas flores.

Así que si ninguno de mis amigos lo saben, es porque yo lo considero algo que está de más como para decírselos, sería algo ilógico que Jordan escogiera exactamente este collar con mi flor favorita para mí. A menos que fuese una coincidencia que él lo eligiera.

Pero no.

No se siente como él.

«Porque no fue él». Susurra una débil voz en mi cabeza, y por alguna razón le creo.

—¿Aún sigues pensando en quién te regaló eso? —la voz de Helena me hace dar un respingo sobre mi sitio, al tiempo que giro mi cabeza sobre mi hombro justo para verla de pie detrás de mí con una bandeja de comida, y a Hannia a un lado.

Nos encontramos en el comedor de la universidad, y yo me quedé sentada aquí —con mi desayuno enfrente— mientras esperaba por ellas.

Se sienta a mi lado, mientras Hannia rodea la mesa y se sienta justo frente a mí.

—¿Te lo regalaron? —pregunta Hannia en mi dirección, alzando sus cejas.

Asiento.

Estoy a punto de abrir la boca para comentarle que no sé quién pudo haber sido, cuando Helena se adelanta:

—Pero no sabe quién fue —inquiere mi mejor amiga—. Lo encontró sobre su asiento con una nota pequeña con letras impresas de computadora que decía: para Eileen.

Hannia frunce las cejas un segundo, antes de que la sorpresa le golpee las facciones.

—Así que tienes un admirador secreto —no es una pregunta. Es una afirmación.

Hago una mueca, mostrándome incómoda por ello.

—Algo así... —digo—. Pero creo que ya lo conozco.

De golpe, Helena aparta sus labios de la boquilla de la botella de jugo que compró y deposita esta misma sobre la mesa, de pronto curiosa e interesada por lo que acabo de decir.

—¡¿Cómo que lo conoces?! —chilla, con estupefacción.

Me encojo de hombros y desvío nuevamente la mirada al collar entre mis dedos.

—Al menos creo sospechar quién pudo haber sido —aclaro—. Creo que fue Jordan.

—¡¿Jordan?! —exclaman ambas al unísono, y la mirada de algunos alumnos se posan sobre nosotras por haber sido así de indiscretas.

Tocando lo prohibido ©Where stories live. Discover now