Capítulo 2

26.8K 877 176
                                    

Me siento exhausta.

Enferma...

Aún quedan los retazos en mi interior de lo que pasó hace una semana, el viernes por la noche.

Me repetí una y otra vez esta mañana que no podía faltar a clases. Porque hacerlo era admitir una derrota. Era demostrarle al mundo lo dolida que estaba por Xhad y lo mucho que me afecta el que nuestra relación —de casi un año— haya terminado como lo hizo. Y algo que odio es exponer mis sentimientos; es demostrar lo que siento en realidad.

Esta mañana cuando desperté tuve que respirar hondo para aminorar el sentimiento de pesar que aún me oprime el pecho y baja todas mis defensas. Tuve que tragar el dolor sordo de la ruptura, y meterme en la cabeza que tenía que dejarlo pasar.

No sé cuánto tiempo estuve así, pero me pareció una eternidad.

Cuando mi mente se convenció de ello, me coloqué la máscara de seguridad y de chica inquebrantable que podía olvidar el mal suceso, más pronto de lo que lo haría una persona ordinaria.

Aunque sé que la cruda realidad es otra. Solo soy una chica frágil que se rompe con palabras hirientes y falsas esperanzas; suelo ser alguien que espera mucho de las personas, y cuando estas no son lo que yo creía, tiendo a caer en un abismo oscuro de decepción.

Es por ello que lo de Xhad me afectó demasiado.

Creí que él era diferente. Que jamás me haría daño y que nunca —jamás— terminaría algo, por lo que di tanto, de aquella manera tan despectiva. Como si todo lo que pasamos no hubiera significado nada para él...

«Tal vez... Nunca significó nada para él, mas que algo pasajero». Susurra mi subconsciente, macabra y cruelmente.

Mis dientes se aprietan por la tristeza y el coraje contenido en mi interior, sólo por el mero pensamiento que acaba de flotar en mi cabeza.

El cual no dudo que sea falso.

—Eileen...

La voz de una de mis amigas, Miriam, me saca de mi ensimismamiento de repente. Y es aquí donde me doy cuenta que ella estaba preguntándome algo con anterioridad, y yo no le puse atención.

Parpadeo un par de veces hasta que la enfoco mirándome con el ceño fruncido.

—¿Decías?

—Te preguntaba —repite— si sabes algo sobre Daisy.

Es mi turno de fruncir el ceño.

—No... —digo, pero sueno dudosa.

—Ha faltado a clases hace dos días, y el viernes apareció en el instituto muy tarde. Y hoy tampoco la hemos visto —explica, al tiempo que su rostro se contorsiona en una mueca de preocupación genuina.

Oh... —pronuncio, porque no sé qué carajos decir.

Ni siquiera me había dado cuenta de la ausencia de Daisy.

Antes de que pueda decir algo más, la voz de mi amigo Dan me interrumpe.

—¡Ay, por favor! —exclama, en dirección a Miriam—. Ni que te importara tanto qué hace Daisy.

—Me preocupa porque es mi amiga —refuta ella.

—No decías eso la semana pasada.

—Las amigas también tenemos malos ratos —espeta Miriam, mirando fijamente a Dan.

—Ustedes ni siquiera son amigas —le asegura él, con una media sonrisa en el rostro y una ceja levantada con arrogancia.

En ese instante Miriam arroja el tenedor, que sostenía entre sus dedos, con fuerza contra la bandeja de comida que tiene al frente, mostrando su enojo por las palabras de Dan.

Tocando lo prohibido ©Where stories live. Discover now