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Apenas la puerta del salón de clases se cerró y salimos al pasillo, Ángeles colocó su dedo índice sellando sus labios e indicándome que no diría nada.

Caminamos en silencio hasta uno de los patios mientras mi corazón latía con terror. Entonces, sin poder más, enfrenté al toro por los cuernos:

-Bueno, ¿Que quieres de mi?

-¿Yo? Nada-respondio sin siquiera mirarme.

Su voz era suave, apacible, parecía como si esas dos palabras fueran el inicio de un poema de amor.

-No comprendo, me envías un papel en el que dice que me tienes en tus manos y....

-Aaaaah, lo dices por la nota que le pedí a Isabel que te entregara.

-Si claro, por qué más iba a ser.

-No seas tonto, era una broma, te envié esa nota solo para ver la cara que ponías.... ya la vi, eso era todo.

-¿De verdad?

-Claro, tú no me conoces, soy una bromista de primera.

-Entonceeees, ¿No me vas a delatar?-pregunte intrigado.

-Claro que no.

No sabía que pensar, José, mi hermano, siempre dice que soy un alarmista, que me asusto porque vuela una mosca; en esa oportunidad pensé que José tenía razón.

-Muchas gracias, Ángeles, te lo agradezco de verdad, pensé que podrías meterme en problemas.

-¿Ah, si? ¿Que tipo de problemas?

-No sé, pensé que podrías contar en plena clase que estuve a punto de entrar al baño de niñas, o delatarme con Chelito y el licenciado Seco, que se yo...la verdad es que pensé que podrías acabar conmigo, que bueno que todo fue una broma.

-Descuida Javier, no tienes por que asustarte, yo no sería capaz de hacerte daño, quiero que seamos amigos.

Mientras decía estas palabras ella me regalaba una gran sonrisa, y yo, que todavía no era un experto en el manejo de ese tipo de propuestas, emociones y sonrisas, comencé a disparar nerviosamente un millón de palabras que no eran capaces de encontrar una pausa razonable.

-¿Amigos? ¿Lo dices en serio? ¡Que bueno Ángeles!, porque a mi también me encantaría, yo nunca he tenido una amiga, tu serias la primera, y la mejor, claro. ¡Eso! a partir de hoy serás mi mejor amiga, y no mi mejor amiga en el colegio, que eso se queda muy corto, serás mi mejor amiga en todo el país, y en el mundo, y en el universo, y si, y nuestra amistad dura para siempre, hasta cuando mis bisnietos tengan bisnietos, ¿estas de acuerdo?

-De acuerdo-,respondió ella y volvió a sonreír.

Luego de este breve dialogo sentí que mi corazón volvía a latir con alivio y normalidad. Ángeles recupero de inmediato la categoría de "mi amor platónico" y yo, la confianza de que no volvería a desplazarla de ahí.

Al llegar a la enfermería le pedí que me permitiera entrar solo, no quería que a demás descubriera que lo del analgésico había sido otra excusa desesperada. Entré, le dije a la enfermera que había querido visitarla para darle las gracias por su ayuda y con eso justifique mi presencia allí. Al salir, Ángeles me esperaba sentada justo a la puerta.

-¿Todo bien?-me pregunto

-Si, todo bien.

-¿Ya te sientes mas tranquilo?

-Totalmente.

Volvimos al salón de clase, entramos y pensé que mi vida tomaría su curso normal y exitoso. Me sentía extrañamente feliz y tenia la sensación de que esa felicidad me duraría, cuando menos, 164 años.

Pero estaba muy lejos de la realidad.

Tan pronto llegue a mi pupitre escuche que Ángeles le solicitara a la maestra que le permitiera comentar algo con toda la clase:

-Si no fuera algo realmente preocupante, no me atrevería a interrumpir la hora de geografía, Chelito. Pero creo que se trata de un tema bastante delicado.

-Adelante, cariño-dijo la maestra-¿Que es eso tan preocupante que nos tienes que decir?

-Bueno, lo que quiero denunciar ante la clase es una falta de respeto que afecta a las chicas de este y otros cursos.

-¿A que te refieres, cariño?-pregunto Chelito.

-Me refiero a Javier, "el nuevo". Ayer en el recreo, intento arbitrariamente entrar al baño de mujeres y tuve que impedírselo a la fuerza. De hecho, el golpe en la nariz lo recibió cuando yo tuve que cerrar la puerta para evitar que el entrara.

Me quede pasmado. No podía creer lo que estaba escuchando, debía ser una pesadilla, Ángeles era una bruja miserable.

-Pero que dices-exclamo con un alarido Chelito-esa cuestión es muy grave. Javier, ponte de pie y ven al frente de la clase.

Un intenso color rojoverdoso cubría mi rostro. Sentía que toda la clase me miraba como a un criminal. Las chicas susurraban expresiones tipo: "¡que descarado!", "es un atrevido", "¡sinvergüenza!".

-Sera mejor que tengas una disculpa convincente ante esta denuncia-me dijo la maestra con sus ojos desorbitados-de lo contrario este, tu segundo día de clases podría ser el ultimo. Si hay algo que el Instituto Educativo 1 de Marzo no tolera es la indisciplina y el irrespeto. ¡Vamos, habla!

Me quede en silencio, estaba aturdido, no sabia que decir. La maestra continuó:

-No te quedes ahí, como una estatua. Explicanos por que pretendiste entrar a la fuerza al baño de señoritas. Si no respondes inmediatamente, tendré que llevarte a la Dirección General para que le presentes tu declaración al licenciado Seco y a tus padres. ¡Que esperas!

Durante esos segundos de blablablá asfixiantes y ruidoso de Chelito, yo sentía que el tiempo no corría, mi cabeza daba vueltas y no atinaba una forma digna de escapar ante tanta tensión.

Mis padres me han enseñado lo bueno de ser un tipo que no se busca líos ni complicaciones, a no ofender ni atacar a nadie. Si bien yo no quería que a Ángeles ni a Chelito les ocurriera nada realmente malo ni que un piano se les desintegrara en la cabeza, en aquel momento le pedí a los ángeles, a los verdaderos, a los que tienen alas y viven en el cielo, que hicieran uso de sus poderes milagrosos y me ayudaran con un favor especial: quería que a esas dos chicharras la lengua se les convirtiera en piedra pómez por las siguientes dos horas.

Volví a escuchar el "¡que esperas!" de la maestra, con un eco que se apoderó de toda la atmósfera, entonces tome aire y decidí que contaría toda la verdad, aun a costa de que eso significará que me pusieran en la calle, antes de que el uniforme nuevo se me hubiera desgastado en las rodillas.

A punto de pronunciar la primera palabra, alguien se levantó en la clase y dijo con voz firme:

-Javier es inocente, la culpa es solo mía.

Todos los ojos giraron hacia el lugar de donde provenía esa voz. Al fondo de la clase, de pie y tan fresca como una lechuga estaba Isabel Martínez.

cupido es un murciélagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora