Javier

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Me llamo Javier, pero eso a pocos les interesa. Mamá me dice "pequeño"; papá, "campeón"; la abuela me dice "lagartijo"; y en el colegio todavía hay quien me llama "el nuevo".

Pero en realidad no soy tan nuevo, tengo 12 años y aunque sigo haciendo uso de la misma cara y la misma voz que cuando tenía 11, ya he comenzado a pagar el boleto de adulto cuando voy al cine.

De entre los 28.419 colegios que deben existir en esta ciudad, mis padres decidieron matricularme en el Instituto Educativo 1 de Marzo. Qué nombre tonto, ¿verdad? "Instituto Educativo 1 de Marzo".

Tan pronto llegué, el primer día, le pregunté a una maestra por qué el colegio se llamaba así, pensé que quizás se trataría del homenaje a una fecha cívica, de esas en las que todos tenemos que acordarnos de alguna guerra, de una batalla. Pensé que tal vez sería la fecha de nacimiento de algún prócer famoso, de esos que usaban patillas gordas y tenían cara de billete. Pero no, resulta que el 1 de marzo es la fecha en que recordamos el cumpleaños del bisabuelo del licenciado Seco. ¿Y quién es el licenciado Seco? Es el director que, a su vez, es el bisnieto de su bisabuelo, que fue el fundador de este colegio. Entonces imagino que cuando esa fecha llegué, todos, formados en alguna cancha, cantaremos una canción de "feliz cumpleaños a ti" que seguramente tendrá pinta de himno ceremonial

El colegio de ha construido alrededor de lo que alguna vez fue la casa del bisabuelo Seco, un señor que, ahora lo sé, se llamó son Temístocles Seco, supongo que ese es el motivo por el que sea familiares decidieron bautizar a la institución con una fecha de cumpleaños y no con el horrible nombre que le tocó al pobre señor.

¿Cómo se hace para sobrevivir con un nombre así? Casi puedo imaginar el panorama de pavor: "Temístocles, ¿Ya hiciste la tarea?", "Teeemis, la cena está lista", "Temístocles y María se aman". ¡Que horror!, hay ciertos nombres que deberían estar prohibidos en la Construcción de la República y el Manual de nombres para recién nacidos (si este no existe...podría ser una buena idea que a alguien se le ocurriera inventarlo, ¿no?).

Bueno, continúo con el colegio; la casa principal es inmensa, una mansión antigua que tiene más de 17 habitaciones, lo repito ¡mas de 17 habitaciones! Parecería que al bisabuelo además de fundar colegios le gustaba tener hijos. O, tal vez, llegó a tener tantos hijos que le resultó más económico abrir un colegio propio para que la familia tuviera donde educarse.

En el jardín existen tres edificios adicionales, más modernos que los anteriores. Son edificios blancos y sin mucha gracia, con tres pisos llenos de ventanas cuadradas.

Existe un detalle curioso, o, mejor dicho, estúpido. Me he podido dar cuenta de que en este colegio hay muchos rótulos con mensajes tontos. Junto a los basureros que están desperdigados por todos lados hay un rótulo que dice: "Basurero. Deposite aquí la basura". Pero claro, si los basureros sirven para eso ¿o qué se han imaginado?, ¿que están ahí para subirse en ellos y volar a la luna? Junto a la pileta hay un rótulo que dice "Pileta", bajo el limonero hay uno que dice "Limonero" y junto a la cancha de futbol uno que dice "Cancha de futbol". Hay tantos rótulos que no me sorprendería que un día de estos me obligaran a llevar uno pegado a la cabeza que dijera "Niño".

Ser "el nuevo" de la clase no es agradable, pero ya estoy acostumbrado a los cambios. Me he mudado de casa, de colegio y, un par de veces, de país. Mi papá tiene un trabajo de aquellos en que parecería que el jefe llega cualquier día y dice "Hey, tú, el de pantalón azul, desde mañana trabajarás en otro país". Entonces empacamos, la casa se vuelve un desastre, asistimos a fiestas de despedida y "borra y va de nuevo".

Mi papá dice que eso es bueno, porque tanto cambio significa que le va muy bien en su trabajo. Mi mamá dice que es bueno porque podemos conocer muchos lugares y muchas personas. Mi hermano mayor dice que es bueno porque papá y mamá dicen que es bueno, y él nunca discute las opiniones de los mayores. Y yo digo que no me gusta... pero de todas maneras pierdo por 3 votos contra 1; por lo tanto, queda claro que mi opinión vale lo mismo que un rábano.

Cuando uno es nuevo en el colegio, todos lo miran como a una cucaracha, con curiosidad y un poco de miedo (o asco). El primer día todos preguntan.

-¿Cómo te llamas?

-Javier.

-¿Con X o con J?

-Con J.

Y esa segunda pregunta jamás tendrá sentido, porque en adelante cada uno y cada una escribirá mi nombre como se le antoje (casi siempre con X, o sea, mal).

Pero lo que está muy bien, cuando te cambias de colegio, es que lo tienes todo nuevo: el uniforme, los zapatos, la mochila, el traje de deportes, los libros, etc. Esto lo saben solo los que, como yo, han sufrido ese fenómeno "hereditario" que padecemos quienes tenemos uno o varios hermanos mayores. En mi caso, he pasado la vida entera usando la ropa que a mi hermano José le iba quedando chica. Cuando eso ocurría mamá aparecía con esa sentencia que yo odiaba: "Pero si esto todavía está nuevo, vamos, Javier, pruébatelo para ver cómo te queda".

Entonces yo me probaba un pantalón larguísimo o una camisa que me llegaba hasta las rodillas mientras mamá, acomodando alfileres por todas partes, decía: "si subimos unos centímetros de este dobladillo y ponemos por aquí una costurita, quedaría perfecto". Y no quedaba perfecto, porque a mí no me gustaba usar la ropa de José...pero nuevamente perdía por ser minoría.

Mi hermano y yo hemos tenido, desde siempre, las rodillas en diferentes posiciones. No me refiero a que somos un par de fenómenos que nacimos con las rodillas junto a las orejas y un par de antenas en la frente; lo que quiero decir es que cuando José tenía 10 años las marcas que sus rodillas dejaban en los pantalones nunca fueron las mismas que yo dejé a esa edad. A él eso no le importaba, claro, pero a mí si, porque yo era el que heredaba su ropa y lucía totalmente desproporcionado cuando las marcas del desgaste de la tela en sus rodillas a mí me quedaban demaciado cerca de los pies.

José es más alto que yo, él tiene 15 y se cree el clon de Schwarzenegger, pero la abuela me dice que no debo preocuparme, porque un día yo también creceré y seré mucho más alto que José. Yo siempre he creído en la abuela y se que ella nunca se equivoca. Un día mediré dos metros y tendré las rodillas mucho más arriba que las de José. Ahí lo quiero ver.

Afortunadamente en esta ocasión no heredaré su uniforme. José consiguió que mis padres lo inscribieran en un colegio diferente al mío, un colegio "musical" de aquellos en los que, además de enseñarle ciencias y lenguaje, le dan unas clases de violín y guitarra clásica. Con eso está asegurado que José se convertirá en un concertista y que mis padres seguirán presumiendo en casa cada vez que hay invitados:

-Vamos, José, toca el violín para el tío Carlitos.

José alucina con su público.

Yo...bostezo.

cupido es un murciélagoWhere stories live. Discover now