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Isabel era una persona muy divertida, tenía la facultad de mostrarse siempre fresca, descomplicada. Bien podrías decirle "Buenos días, isabel, tienes una tarántula paseando por tu cabeza" que ella igual respondería con una sonrisa de santa de los altares.

Le fascina jugar al fútbol. A diferencia de la mayoría de chicas que conozco, en lugar de tener sus cuadernos forrados con figuritas de los Looney Toons o Mickey Mause; isabel lo llenaba con las imágenes de los futbolistas famosos del último mundial.

Cada mañana llegaba al colegio vestida de señorita formal, con su cabello castaño suelto sobre los hombros y el uniforme impecable. Pero a la hora del recreo se hacía dos trenzas, se cambiaba los zapatos y saltaba a la cancha como si lo más importante en el mundo fuera su partido de fútbol.

Un día me dijo:
—Mis papás siempre me han regalado muñecas, juegos con cacerolas y vajillas, incluso tengo una colección inmensa y aburrida de Hello Kitty; pero lo que yo siempre he querido es un balón de fútbol, unas tobilleras y unos guantes de arquero.

—Y que haces con las muñecas y la Hello Kitty, imagino que las tendrás guardadas de bajo de la cama, ¿no?

—No, que va... Teresa, que es la señora que cocina y que me acompaña hasta que mamá llegue a casa, me ha ayudado a confeccionar uniformes de fútbol para mis muñecas Barbies... tengo dos equipos completos, con suplentes incluidas. A la pobe Hello Kitty, como es una gata gorda, a veces la he tenido que utilizar como balón.

En las listas de sus pasiones, el fútbol ocupaba el primer lugar; los perros, el segundo; y las galletas con chispas de chocolate, el tercero.

Pero también Isabel tenía una escala de sus desagrados, sobre esta lista me habló el día en que decidimos que seriamos amigos hasta que la muerte nos separe.

—No soporto a los periodistas deportivos, no me agrada jugar fútbol en canchas de tierra y no me gustan las promesas.

—¿Las promesas?

—Eso... no me gusta que la gente prometa cosas.

—No te entiendo, Isabel.
T
—No importa, solo acuérdate de no prometerme nada, ¿estamos?

—Como tú digas.

Isabel y yo nos convertimos en muy buenos amigos, colegas, compañeros, vecinos de pupitre y cómplices.

En los días que siguieron al desagradable incidente con Ángeles, algunas cosas cambiaron. Mi nariz, por ejemplo, dejo de ser un salchichón y volvió a pertenecer al gremio de las narices proporcionadas. De a poco fui sintiendo que la gente me miraba como a uno más del montón, ya no era noticia de crónica roja, ya no era Superman y tampoco Clark Kent. Era Javier (o Xavier para algunos) y punto. También cambió mi actitud con Ángeles, decidí que mantendría toda la distancia posible con ella, no quería arriesgarme a otro conflicto que me pusiera en aprietos, aunque es justo reconocer que si me la encontraba en clases o en el recreo, el flechazo de Cupido volvía a inmovilizarme, yo continuaba pensando que Ángeles era la niña más linda del mundo. Ella, por su parte, pasó de furiosa a indiferente. No volvió a hacer su papel de chica amable ni el de rata de basurero. Se tranquilizo y no volvió a hablarme, al menos durante un tiempo.

A isabel le resultaba mucho más fácil que a mi hacer amigas y amigos. Una mañana me di cuenta que ella conocía los nombres y apellidos de todos; y no sólo eso, sino que ya tenía claro quien era amigo de quien, quien se peleaba con quien, y quien quería besar a quien. De mis 24 compañeros y compañeras de clases, yo apenas podía diferenciar a los chicos de las chicas. He asistido a tantos colegios en mi vida que apenas logro conservar unos cuantos nombres y poquísimas imágenes fotográficas en mi mente. Mi mamá dice que soy despistado, mi papá dice q vivo en las nubes, José dice que soy un idiota y mi abuela dice que lo mío se llama "memoria selectiva" y eso es buenísimo, porque elijo muy bien lo que quiero llevar a mis recuerdos.

cupido es un murciélagoWhere stories live. Discover now