Capítulo 28: La discusión

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Milo

—Ni se te ocurra volver a hacer eso —le dije—. ¿Sabes el problema que te podrías causar?

Jess me miraba molesta, sentada en el borde de mi cama, mientras yo estaba de pie frente a ella.

—No me importa.

—Te importara cuando tengas el problema, Jess.

—¡Ellas me atacaron primero! ¡Yo me defendí! —alegó—. Yo jamás pelearía por ti... que estupidez.

Enarqué una ceja.

—¿Y por qué estabas tan feliz de que las echara?

Jess comenzó a jugar con sus dedos.

—Pues porque me dieron risa sus caras de sorpresa.

—Ah, claro. Fue por eso.

No le creía nada. Ella estaba tan dispuesta a pelear como Verónica y Elizabeth.

—Si Elizabeth no logra que su padre se arrepienta del trato que hizo contigo, vas a tener mucha suerte. Ahora, vamos. Te iré a dejar.

Jess se cruzó de brazos, pero no se levantó.

—Jess, muévete.

—No.

—¿Piensas quedarte aquí?

—Ya que insistes —Jess se tiró hacia atrás y se estiró—. Gracias.

—No dije que te quedaras.

—No tienes que —dijo, enderezándose—. Yo ya lo decidí.

Por mí, ella podría vivir ahí si quisiera, pero, aunque en menos cantidad, me seguía preocupando su edad. Ella tenía siete años cuando yo ya era mayor de edad.

«Dato perturbador...».

Estaba seguro de que muchos me dirían: "solo evita pensar en esas cosas", pero se me hacía imposible. También estaba seguro de que a cualquier persona normal en mi situación le pasaría exactamente lo mismo.

Jess se sentó en la cama con las piernas cruzadas y encendió el televisor. Yo bufé y me recosté a su lado, no completamente estirado, tenía parte de mi espalda apoyada en el respaldo.

Hubiera podido hacer que mi personal se la llevara si realmente la hubiera querido fuera, pero aún algo molesto con ella, me gustaba tenerla cerca.

Me quedé mirando su espalda. Estaba vestida con una camiseta con tirantes, por lo que se veían a la perfección las pecas de sus hombros y espalda.

En ese momento, su celular comenzó a sonar. Lo sacó del bolsillo de sus shorts y contestó.

—Hola, Joe.

¿Joe? ¿Quién era ese? Si no recordaba mal, ella tenía un amigo llamado Joe.

—Sí, puedo hacerlo... Claro... ¡No, esos no! Te ves más sexy con los rotos —eso llamo mi atención—. Sí, eso sí... ¡Ay, sí!... Antes de salir mándame una foto, ¿sí? Quiero ver que tan guapo se ve mi bebé... Bien, adiós. Suerte.

—¿Quién era? —pregunté cuando colgó.

Ella me miró con indiferencia.

—Un amigo.

—¿Qué clase de amigo?

—Pues mi mejor amigo.

—Ah... ¿y hacen otra clase de cosas?

Jess se volteó a verme molesta.

—No, Milo... ¿Además a ti que te importa si hago cosas con mis amigos? Que yo sepa puedo hacerlo porque, si mal no recuerdo, no tengo pare...

¡Ese Es Mi Libro!Where stories live. Discover now