Capítulo 16: Grabación

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Milo

Mi cabeza estaba hecha un revoltijo.

No podía evitar preguntarme desde cuándo Beth y Anthony eran amantes. No me hubiera importado saber que mi esposa tenía un amante, ¿pero tener a mi hermano de amante?

Anthony era el penúltimo hijo, o sea, yo venía después de él. Siempre había sido un desgraciado conmigo. Me había avergonzado con chicas, me había golpeado por razones ridículas y una vez había escondido a mi gato para que creyera que lo habían secuestrado.

Mis ojos se aguaron. Podía sonar tonto e infantil, pero aún me dolía recordar lo que sentí cuando mis hermanos me dijeron que habían secuestrado a mi gato y que lo torturarían hasta matarlo... bueno, me sentí como cualquier amante de los animales de diez años se hubiera sentido. Cuando mamá terminó con la broma y me enseñó que nadie secuestraria un gato rescatado de la basura con una oreja cortada, sentí el mayor alivio de mi vida.

«Malditos traumas infantiles».

Mis hermanos podían sonar como una mierda... en realidad, lo eran. No había manera de hacerlos ver bien, pero aun así yo seguía confiando en ellos.

Me había sorprendido que Anthony se acostara con mi esposa, pero en realidad no tenía por qué. Esa clase de cosas hacían las porquerías como él.

El mayor problema de eso era que Beth me había mentido. Yo tenía la esperanza de que, si llegaba a no ser mío, ella no lo supiera... Que iluso fui.

¿Cómo había pasado de ser su mejor amigo a eso?

Era mi culpa, le había causado un sufrimiento tremendo al dejarle en claro que no la amaba como pareja y que solo había aceptado la boda por miedo y presión. No la había respetado siquiera. No tenía forma de decir que había hecho algo bien.

Repasé los hechos del día nuevamente en mi cabeza y entonces recordé el beso que le había dado a Jess.

¿En qué diablos estaba pensando? ¿Me gustaban las niñitas?

Sabía que Jess era adulta, pero cualquiera que me viera a su lado pensaría que ella tiene quince y que yo soy su padre.

«Si tan solo no usará esa ropa infantil».

Esos suéteres de lana y esos jeans rotos con las mismas zapatillas converse rosadas, la hacían ver más infantil de lo que se vería con ropa de una tienda para adultas.

Lo único que esperaba, era que no me preguntara acerca del beso, ya que no tenía idea de lo que debía responder. Solo había sido una respuesta automática.

Me tiré en la cama y me quedé mirando el techo unos segundos.

«Debería ir a ver que no esté haciendo algo estúpido».

Me enderecé y salí de la habitación para ir en busca de Jess, cuando sentí su voz:

—¿Ordenó servicio al cuarto?

—No...

—Lo siento, debieron equivocarse.

Me volteé, encontrándome con Jess vistiendo un vestido celeste con un delantal blanco encima, con el cabello amarrado en un tomate y un carrito con botellas y otras cosas.

Caminé rápidamente hasta ella y le toqué el hombro. Ella se volteó y dio un salto al verme.

Se agarró el pecho y cerró los ojos.

—Casi me matas.

—¿De dónde sacaste esos lentes?

Tenía puestos unos lentes grandes y cuadrados de color negro con azul.

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