Capítulo 9: Sigue el Mal Día

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—¿Quién era ese? ¿Tú sugar daddy? —me preguntó Dove curiosa.

—¡No! ¡No seas degenerada!

Miré hacia todos lados esperando que nadie estuviera prestando atención a nuestra conversación. Lamentablemente, Milo había llamado la atención, pues se notaba que no era de ahí. Con esos trajes elegantes que utilizaba que lo hacían ver como el empresario que era, no podía pasar desapercibido en la universidad.

—Nadie te va a juzgar... de hecho, ¿tendrá amigos igual de atractivos que me pueda presentar?

Yo la miré asqueada, mientras abría mi casillero.

—¡Milo no es atractivo!

—¿Así que se llama Milo? —preguntó Joe, con una sonrisa traviesa—. ¿Igual que el chico que te gustaba?

—Ah... Sí. Me contrató para que le tradujera unos documentos, ¿ya? —no era del todo mentira, pero no era la razón por la que lo había conocido.

—¿Y cómo te conoció él?

La pregunta de Joe me dejó pensando. No tenía una buena mentira para responder a eso.

—Te hice una pregunta.

—Ah, sí... es amigo de mi mamá Mary —mentí.

—¿De dónde? —preguntó Dove.

—Del trabajo... ¿para qué tanto preguntan?

—Es que es una situación extraña, ¿te trajo hasta aquí? ¿Y te paso una chaqueta? —Dove apuntó el cortaviento.

Miré el cortaviento negro en mi mano con desagrado y lo metí dentro del casillero, que luego cerré.

—Fin de las preguntas —dije, dando por terminada la conversación.

[...]

Cuando salí de las clases ese día, Joe y Dove ya se habían ido de la universidad. El lunes era uno de los días que no salíamos todos a la misma hora, por lo que cada uno se iba por su lado.

Afuera había una tormenta. Viento, lluvia, truenos y relámpagos llenaban el ambiente.

Yo era una persona alegre y no me gustaban los días lluviosos y oscuros. Eran apenas las seis y parecía que era ya media noche.

Fui a mi casillero, saqué mis cosas (incluido el cortaviento de Milo) y fui a mi auto. Encendí el auto y avancé unos metros, cuando en la pantalla del auto apareció una señal.

—No, ¿ahora qué? —pregunté con algo de desesperación.

Parecía que el termostato estaba fallando, lo que significaba que el auto se detendría. Me orillé y me bajé del automóvil para ver si se veía algo extraño.

Había vapor saliendo de la parte delantera, donde se encontraba el motor, lo que significaba que estaba recalentado.

Me subí de vuelta al auto y cerré la puerta para pensar en que hacer.

Golpeé el volante del automóvil con mis manos varias veces, mientras con mis pies golpeaba el piso.

—¡Ah! —grité, molesta.

Estaba por comenzar a llorar de rabia, pero me calmé y respiré.

Tomé mi celular y decidí llamar a mi aseguradora para pedir una grúa.

Para colmo, no había ninguna maldita grúa disponible por el momento. Debido a la tormenta, debía haber un montón de problemas o accidentes.

Fue ahí cuando comencé a llorar.

¡Ese Es Mi Libro!Where stories live. Discover now