Capítulo 15: La verdad

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Era una de las pocas veces que había ido a un restaurante en la playa y comido un plato elegante y caro.

Cuando íbamos a la playa en familia, solíamos comprar comidas más baratas y menos producidas.

—Está muy bueno —dije metiéndome otro pedazo del filete de pescado a la boca.

—¿Siempre eres tan hambrienta?

—Algo así.

Fijé mi vista en Elizabeth y el hermano de Milo, que había descubierto que se llamaba Anthony, y noté que ninguno parecía muy feliz.

Dejé el tenedor en el plato y tomé el amplificador para oír la conversación.

—¿En serio?

—¿Qué quieres que haga? —dijo Elizabeth—. ¿Qué le diga a Milo y a mi padre que me acosté contigo y que cometí un error con las pastillas?... Yo te dije que teníamos que usar condón.

—No me digas eso como si fuera mi culpa... a ti se te olvidó.

—Entonces acéptalo, Anthony. Para mí el bebé siempre será de Milo y así todos felices... también tu futura esposa.

Miré a Milo, quien se había levantado los lentes de sol y me miraba con curiosidad.

Bajé el amplificador e intenté pensar en cómo decírselo.

—Ya suéltalo.

—El bebé es de tu hermano.

Milo se agarró la cabeza con una de sus manos, al mismo tiempo que miraba hacia abajo, y comenzó a maldecir.

Yo aproveché de comer todo lo que pude, suponía que tendríamos que irnos en ese momento.

Efectivamente, Milo pidió la cuenta y tuvimos que irnos.

«Al menos solo me quedó una lechuga».

Estábamos arriba del auto. Milo tenía su cabeza apoyada sobre el volante mientras comía una menta y yo jugaba con mis dedos incomoda, mientras comía cinco mentas por la incomodidad de la situación.

—Necesito tomar aire.

Milo bajó del auto y yo lo seguí.

El estacionamiento estaba rodeado de arbustos y plantas, por lo que al menos pudimos ponernos en la sombra.

Aunque no fuera verano, los rayos del sol seguían siendo demasiado fuertes para mí piel y ya no quería más pecas.

Milo comenzó a caminar en círculo, mientras yo estaba cruzada de brazos a un lado de él.

De pronto, vi que Elizabeth y Anthony estaban saliendo.

—Mierda.

Agarré a Milo de su chaqueta y lo empujé a los arbustos para luego yo tirarme también, cayendo sobre él.

—¡¿Qué diablos te pasa, Jess?!

—Salieron —dije, sacándome una rama del pelo.

—Creo que me estoy enterrando algo en el cuello.

Ambos comenzamos a removernos por las ramas que se nos enterraban en el cuerpo. Entre que nos movíamos, nuestras frentes chocaron provocando que nos diéramos un buen golpe. Luego ambos nos sobáramos el lugar del impacto.

En ese momento me di cuenta de algo. Yo estaba sobre Milo en una posición bastante incomoda.

«Maldición... no me puedo parar».

Aún no sentía el auto de Elizabeth haber pasado por ahí. Nosotros estábamos justo en la salida, por lo que debía pasar por ahí de todas maneras.

—Oye. ¿Estás cómoda? —preguntó molesto.

¡Ese Es Mi Libro!Where stories live. Discover now