Capítulo 11: Plan E

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Jess

Estaba en La Dulce Ruta trabajando.

Ese día era viernes. Era el día que tenía solo una clase en la universidad, pero trabajaba en la mañana y luego tendría que ir a la casa de Milo a terminar de traducir los archivos. Sería un día ocupado.

Estaba dispuesta a descubrir de una vez por todas alguna cosa que me indicara que Milo había robado mi cuaderno.

Estaba tomando la orden de unos clientes, cuando Milo entró al lugar.

—Hola, Jess —saludó al pasar por mi lado.

Yo no dije nada. No tenía ganas de hablarle.

Lamentablemente, no me quedó de otra que atenderlo yo. Todos los demás meseros estaban ocupados con varios clientes.

Me acerqué a la mesa de Milo y saqué la punta de mi lápiz.

—¿Qué vas a ordenar?

—Un capuchino y dos medias lunas.

Anoté lo que me pidió y le di una sonrisa cínica.

—Oye, un momento.

—Estoy trabajando —le recordé.

—Ya lo sé. Solo quería saber si ibas a ir en la tarde.

—Sí —respondí cortante y fui a llevar la orden a la cocina.

Después de la vergüenza que había pasado en mi casa, prefería ni siquiera verle la cara.

[...]

Cuando llegué a la casa de Milo más tarde, me encontré con una desagradable sorpresa: Elizabeth estaba en la sala con él.

—Hola —saludé.

Elizabeth me dio una mirada llena de odio.

—¿Otra vez esta niña?

—Tiene veintidós, no quince —le dijo Milo.

Elizabeth me miró de pies a cabeza.

—Pues tiene el cuerpo de una de doce.

Aguanté mis ganas de decirle algo. En parte, mi cuerpo no era muy curvilíneo, pero cuando no usaba mis suéteres holgados, se veía que no era una niña.

—Espero que esta niña desaparezca antes de que nazca nuestro hijo.

Yo me quedé pensando. ¿Hijo? De qué me había perdido.

—Tranquila, de todas maneras, Jess no es su futura madrastra —le dijo Milo—. Así que no te preocupes.

Milo se levantó del sofá y me acompañó a la oficina.

—¿Vas a ser papá? —le pregunté cuando entramos.

—Así parece.

Yo solté una risa.

—¿Qué? ¿Qué es tan gracioso?

—No podrás librarte jamás de Elizabeth.

—Que chistosa —dijo con ironía—. De todas maneras, el divorcio sigue en pie.

—Sí, pero piensa —me senté sobre el escritorio y Milo se puso frente a mí—. Las discusiones por la manutención, por la forma de crianza, por el colegio, la universidad...

—Cálmate, aun no nace.

—Los niños crecen rápido.

—Quizás moriré antes de que nazca o antes de que cumpla quince. La vida es impredecible.

—No seas pesimista —le di un empujón—. Envejecerás más de lo que ya lo estas.

—Treinta y tres años no es ser viejo.

¡Ese Es Mi Libro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora