12. Pecadora

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Hay cosas que se entienden y otras que no.

Por ejemplo, yo entiendo que tengo novio y que me voy a casar con él. Pero no entiendo porque estoy sola, en una casa ajena, en mitad de la nada, de noche y recién follada.

¿Qué hago yo ahora?
Me acerco al espejo y me miro en el reflejo, no me reconozco. Tengo una sonrisa inútil en la cara por alguien que ahora mismo no se la merece, además, mis pelos podrían asemejarse a una obra de arte contemporáneo mal hecha, y mira que son raras.
La curiosidad se apodera de mi y divago por la casa, rezando por no perderme.

Todo esta pulcramente ordenado, el pasillo se compone de cuadros y algún objeto de diseño, ni una foto, ni un recuerdo. El corazón se me comprime al recordar el porqué, mil y un recuerdos de él y yo sentados en mi cama hablando de la vida y como me repetía que yo era su todo. Que él estaba solo.

Joder, ¿porque lo echo todo a perder? ¿Fue acaso mi culpa todo lo que ocurrió ? ¿Debí quedarme y escucharle, no hacer oídos sordos y darle una oportunidad?.

Las lágrimas se escapan solas y se deslizan por mi cara una a una, el dolor me oprime el pecho. No se cuantas veces he llorado pensando lo mismo, aquello que el me decía que me hacía sentir como el epicentro de su sistema, como alguien insustituible.

Me seco las lágrimas y sigo por la estancia.
Me dirijo hacia las escaleras del fondo del pasillo y bajo, encontrándome un enorme gimnasio con sacos de boxeo, una cinta de correr y un montón de pesas y barras raras que no se como se llaman.
Investigo la instancia y me sorprendo al ver una especie de ring. No me acordaba de que Dylan boxeaba hace unos años, ¿Lo seguirá haciendo?.

¿A dónde habrá ido?
Aburrida, tomo de nuevo las escaleras y subo a la última planta donde solo hay dos puertas. La primera que abro me conduce a un despacho y la segunda... a su cuarto.
Tiene las paredes luminosas a diferencia de la habitación que tenía en casa de su padre. Tiene la cama hecha a la perfección y lo mejor de todo, es que todo huele a él.

Suenas como una auténtica psicópata.

Continuo cotilleando el cubículo y un carraspeo me saca del trance.

- ¿Dónde cojones estabas?- digo exasperada - ¿Eres consciente de la puta hora que es y de que me has dejado sola?

Me mira fijamente y sonríe. Avanza por la estancia y se pone a mi lado arrebatándome la imagen que había cogido, en la que aparecen él y su madre.

- Es de mala educación coger las cosas ajenas, nena- dice y me pone la mano en la parte baja de mi espalda.

El movimiento me pone alerta aunque intento restarle valor al asunto.

-¿Quieres decirme dónde has estado?

- Tenía que recoger a Tobby.

- ¿Qué?

- Estaré soltero pero no solo - dice y va bajando la mano lentamente - Cuando no tengo a nadie haciéndome compañía, él es mi mejor amigo.

- Mmm... entiendo, así que, ¿sueles tener mucha compañía? - pregunto intentando sonar lo más calmada posible.

Su mano se mete por la parte de arriba de mi pantalón y agarra mi nalga aprestándola.

- Justo ahora estoy muy solo- dice y roza con su dedo mi feminidad.

¿Quien cojones se cree para irse cuando le sale de la gana, dejarme sola y luego hablarme de sus líos?
Lo voy a matar.
Suelto un débil suspiro cuando mete dos dedos en mi cavidad y empieza a moverlos. Estoy de espaldas pero no para, mete los dedos muy fuerte y rápido.
Me muerde la oreja y me da besos dulces por el cuello incrementando mi orgasmo. Lo noto duro y eso me excita más. Hace movimientos tocándome el punto G y en breve me corro mientras me sostiene para que no me derrumbe.

Me volteo y me muerdo el labio, subo la mano y la poso en su pectoral mientras la voy deslizando lentamente marcando un recorrido por su tableta de chocolate puro.

- Dylan.

- Dime- dice carraspeando al notar que mi mano se dirige a su preciado paquete.

- No me gusta que me dejen sola, ¿me vas a volver a dejar sola? - digo haciendo pucheros y pasándole la mano por encima de su hinchado pantalón.
Uf que grande la tiene.

-Nunca más - dice y sonrió dejándole un beso casto en los labios.

Le agarro el miembro apretando haciendo que salte y me mire a los ojos, extrañado por mis actos.

- Vuelve a dejarme aquí y te estrujo la polla dejándotela hecha una pasa- digo y se la suelto desaciéndome de su agarre y largándome por donde he venido.

Bajo las escaleras cachonda y frustrada por no poder tirarme encima suya, pero con una sonrisa de victoria que incrementa mi ego a espacios estratosféricos.

Al poner un pie en la entrada algo peluco corre hacia mi. Una enorme masa peluda se acerca sacando la lengua y lamiéndome la mano cuando me acerco a acariciarlo.
Es precioso.
Se nota que está recién peinado y limpio porque huele a rosas.

Lo acaricio y se tumba en el suelo enseñándome la pancita para que le haga mimos por ahí, es divino, casi tanto como el dueño.

- Parece que te gusta más el perro que yo- dice Dylan detrás mía.

Sabía que estaba ahí, solo lo estaba ignorando, aunque cuando se trata de él es imposible.

- Me gusta más, es precioso.

- Yo también quiero que me toques así - dice con un tono picarón. Lo miro y suelto una carcajada.

- Antes te he tocado así y si no te hubieras ido estaríamos haciendo de todo- digo y le saco la lengua como si fuera una niña pequeña.

- Vuelve a sacarme la lengua y no me hago cargo de mis actos.

Me levanto y el sonido del Uber llega a mis oídos, voy al sofá y cojo mi bolso.

- ¿A dónde vas?- pregunta y mientras me dirijo a la puerta.

- A mi casa, ¿por? - digo restándole importancia.
Como tarde una hora más Mario va a llegar antes y encima con su madre.

- Porque no te vas a ir a ningún puto lado, te quiero en mi cama, mira como estoy nena- dice suplicante. Deslizo mis ojos y vaya, si que le dejó cachondo el numerito.

Evaluó la situación pero creo que ya es suficiente, bastante que mi cabeza y consciencia me esta tachando de cagna.

- A veces se gana y a veces se pierde- digo con una sonrisa vacilante.- Mañana te veo, nene.- digo y salgo por la puerta montándome en el Uber.

¿Hoy he ganado o he perdido?
Definitivamente, he ganado, pero voy a ir al puto infierno.

Déjate quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora