3. Sueños lascivos

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Va subiendo ambas manos, una vez que llega a mi entrepierna, me da un suave bocadito en mi monte de Venus. Me arranca el tanga de un tirón y da un lametazo en mi clítoris.
Comienza a lamer y a hacer movimientos envolventes con la lengua sobre mi punto más delicado, intento tocarle con las manos para aliviar un poco la deliciosa tortura, pero no puedo.
Tengo las manos y las piernas agarradas con sujeciones a la cama.
Al darse cuenta sonríe, mete dos dedos de golpe y jadeo. La presión aumenta junto al ritmo, no puedo aguantar. Bajo la mirada al vértice de mis piernas y sus ojos miel me penetran, me excitan. Sube más el ritmo, gimo de placer y...
Abro los ojos y me incorporo de la cama.
¿Qué cojones me acaba de pasar?

Me agarro la cabeza en un vano intento de calmar la presión, me dirijo a la cocina y me tomo un Paracetamol. ¿Porqué no consigo pegar ojo? Ha pasado más de una semana desde que nos vimos y todavía no he conseguido dormir del tirón.

Cuando regreso a la habitación miro la hora en el reloj de la mesita de noche y me doy cuenta de que ya son las seis y media de la mañana, de manera que me doy una ducha rápida y me visto lo más rápido que puedo para irme al hospital. Es extraño sentir la casa tan vacía, Mario se fue ayer a una conferencia a la que le habían invitado y volverá mañana por la noche, nunca me ha gustado quedarme sola en casa.

De camino, en el coche, recapacito el morboso sueño que he tenido hace menos de una hora. Mentiría si dijese que atarme y hacerme perversiones era algo que satisfacía y excitaba a Mario, pero no. A Mario le iban las cosas dulces y con velas, actos llenos de besos, plagados de amor y pasión.
Lo que más me extraña del sueño era la persona, no recuerdo su cara pero cuando imagino como me sentía cuando él me tocaba la piel me erizo... era fascinante.

Aparco el coche en el parking privado y suspiro por quinta vez en lo que llevo de día. Me he tirado diez minutos dando vueltas alrededor del hospital para después no encontrar aparcamiento y al final me ha tocado pagar un parking de pijos. Con un humor de perros salgo del coche y al abrir la puerta le hago un bollado al coche que tengo al lado. Mierda. El bonito Mercedes sin un rasguño ahora es un bonito Mercedes con una abolladura en el lateral, como no tengo tiempo ni paciencia para esperar que el dueño del auto venga, me dispongo a coger un papelito y apuntar mi teléfono móvil para dejarlo en el cristal.

Una vez en el hospital, las horas pasan fugazmente y sin ningún imprevisto. Doy gracias a Dios, ya que hoy tengo un humor de perros.
A la hora de almorzar me dirijo a la cafetería con mi amiga Abbie. Ambas nos conocíamos desde hace tiempo, hicimos la residencia en el mismo hospital pero ella se tuvo que marchar por temas familiares, menos mal que al final el destino nos ha vuelto a unir, es una increíble persona.
Cuando ya casi hemos terminado de comer, noto que el ambiente se espesa y la gente guarda silencio, sobre todo los empleados.

- ¿Porqué todo el mundo se ha callado?- le pregunto a Abbie.

- Dicen que hoy el jefazo está aquí y va a hacer alguna que otra inspección, lo malo es que no sé quién es.

Al decir eso mi corazón comienza a palpitar, la sensación es irritante. No creo que venga Dylan porque debe de estar muy ocupado, según lo que me contó mi madre, él se había graduado en administración de empresas y con parte del dinero que tenía recaudado llegó a emprender una gran cadena de hospitales. El bufete de mi madre era el encargado de gestionar acuerdos y todo el rollo del que no preste mucha atención, ya que tenía a Mario diciéndome porque no le había hablado antes de Dylan y Ryan y mientras tanto debía de encontrar una respuesta mejor a la que tenía pensada, " porque no".

- Sara, espabila- me dice Abbie.

-¿Qué?...
Empiezo a formular una pregunta cuando una sombra me tapa a Abbie. Levantó la mirada y me encuentro al dueño de cada uno de mis sueños.

- Buenas, soy Abbie Grey. Jefa del departamento de cirugía pediátrica- dice ella extendiendo la mano, la cual Dylan corresponde.

Al bajar la mano, Abbie me levanta una ceja para que me presente. ¿Esto es necesario, de verdad? Una carcajada profunda sale de mi garganta y ella abre los ojos como si de platos se tratasen.

O no Dylan, hoy me has pillado de un humor un poco... malo.

- Hola, soy Sara Linton. Tu hermanastra- digo levantando la mano y sonriendo de lado.
Dylan me mira perplejo y la cara de Abbie es todo un poema, pero tras el repentino impacto este sonríe y me da la mano.

- Hola hermanita- dice. Su mano envuelve la mía con cierta presión, hace tiempo que no sentía su contacto y unos nervios que estaban en mi más profundo ser empiezan a resurgir.

-¿Sois hermanos?- pregunta Abbie totalmente desconcertada.

Al decir " hermanos" siento un escalofrío.

- De sangre no, mi padre y su madre se van a casar- dice Dylan sonriéndole a mi amiga. ¿Le está tirando los tejos?

- Que pena.- digo mirándole fijamente a los ojos. Hacia tiempo que no hablábamos y no me esperaba que la primera conversación fuese así... tan frívola.

- ¿Y tu prometido? - pregunta Dylan con indiferencia y algo más que no consigo intuir.
Me resulta raro que me pregunte por algo tan personal y a la vez tan incómodo.

- De viaje- respondo y su mirada me quema, parece que me quiere decir mucho más, pero son preguntas que aquí no puede hacerme y respuestas que yo no quiero contestar.

- Bien- dice y se despide de Abbie. Comienza a dar la vuelta y se para en seco - Sara, en veinte minutos te quiero en mi despacho, la ultima planta al fondo.

Madre mía.
Esto está mal... muy mal.

Déjate quererWhere stories live. Discover now