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Arabella junto con su familiar White siguieron recorriendo el continente europeo. Para ella se convirtio en moneda corriente el vivir corriendo, ocultándose, o que la capturen y pasar unos días en el calabozo. Noches interminables en la oscuridad y la humedad, rodeada de una fealdad que la abrumaba.

No le gustaba admitir que al final sus actos tenían una que otra consecuencia. 

 Se le hizo costumbre aceptar todo tipo de trabajos. Algunos por el bien de otros y otros que dejaban mucho que hablar acerca de su moralidad.


No se negaba a casi nadie, hasta supo tener servicios que duraban una eternidad siguiendo a la víctima, todo porque el cliente entro en cuenta que sacarle la magia a una recién nacida era muy peligroso.

Usaba sus flechas magicas en quien sea, tomaba la magia sin cuidado. Todo con tal de que la paga sea jugosa, y ella pudiera seguir adelante.

—Un trabajo es dinero y el dinero es lo que nos mantiene en movimiento, a salvo —le recordaba a White cuando esta la veía raro por aceptar un trabajo de dudosa justificación.

 No era movida por la codicia, porque nunca le intereso el dinero, lo que mas le impulsaba era esa inseguridad que nacía junto al día y no moría hasta que no encontrara un lugar donde esconderse.  

Hasta su manera de vestir se vio afectada por la forma en que llevaba su día a día. Dejo la fascinación por el rosa a un lado, para usar atuendos mas sobrios, como el resto de los magos, hechiceras y brujas que ocultaban su identidad al mundo. Pronto comenzó a ser la sombra de la joven bruja que alguna vez tuvo la la osadía de ser. 

  Su mente estaba corrompida, y quebradiza. Su corazón hecho polvo, y su espíritu se iba desdibujando, siendo irreconocible hasta para ella misma. Pero si su cuerpo maltratado aun seguía en pie, Arabella correría el tiempo que sea necesario. Y hallaría refugio hasta bajo la tierra de ser necesario.

La joven alegre que fue siglos atrás se estaba perdiendo en un mundo que la consumía, y en un punto de su vida poco le interesaba saber como iba a amanecer la mañana siguiente, por donde continuaría en las tardes, o como acabaría en las noches. 

 Se hizo a la idea de ser la bruja sin un lugar fijo, y difícil de capturar. Sin embargo, aun quedaba alguien que mantenía viva la esperanza de que ella se detuviera.

Con Hisirdoux se vieron un par de veces durante el siglo XX, la ultima vez fue en un corto tiempo en 1945 en algún puerto de Estados Unidos, Francia o quizás Inglaterra. Veinte años después del incidente en New York que la empujo a ocultarse bajo los pies del mundo.  

 Ella vestía como un hombre que trabaja en un barco; pantalón, camisa, y una boina que recogía su cabellera dentro. Y él tenia una resaca que no lo dejaba moverse con fluidez, y provoca quejido tras quejido. 

 El recuerdo de esa noche aun estaba fresco es sus memorias. Hisirdoux no la quería ver mas, le dolía su presencia, y tras una discusión cayó en cuenta que ninguno tenia la culpa de las corridas que vivían, y que su relación no iba a prosperar, al menos no en esa vida. 

Pese a los siglos de la noche en que se marchó de Camelot, el mago aún sentía culpa por no haber ido con ella. Algo que nunca tuvo el valor suficiente para expresarlo, hasta ese momento. Pero fue Arabella quien le hizo notar que todo hubiese sido aún peor.

¿Qué tan peor hubiera sido? No lo podían imaginar, no lo querían hacer. No encontraban una imagen de ellos dos que no fuera oscura. Aún más, de lo que alguna vez, pudo ser.

Él rogó por volver el tiempo atrás y no dejarla ir sola detrás de la propuesta que le dio, y ella supo que era imposible que suceda.  

Él se culpo y ella lo perdono.

Cuando no hubo mas nada que decir, solo fueron ellos dos, dejándose llevar, y alejandose de lo que alguna vez pudo ser.

—Esos pantalones te quedan excelentes —comentó Hisirdoux.

—¿Qué esperabas Casperan? Tengo un excelente trasero —dijo, y rompió la seriedad de su lógica con una risa que no tuvo en años—. A ti no te quedan bien las resacas, no tanto.— se burlo, aun que dejaba ver que le dolía verlo así. 

—Yo...

—Debes dejar de buscarme, esta vez quiero intentar —le interrumpió, e hizo una pausa—. Está vez quiero intentar hacer algo diferente. Cómo encontrarte yo ¿No suena eso lindo?

—¿Estas segura de poder encontrarme? —preguntó con cierta preocupación. 

—Tu y yo sabemos que soy buena haciendo cosas por primera vez —dijo, dejando clara la doble intensión—, solo déjame intentarlo. 

 Se quedaron por un instante viéndose a los ojos, y él solo pudo sonreír. Era difícil saber si aquella mueca era de tristeza o de una nostálgica felicidad. Le estaba pidiendo una locura, él amaba encontrarla pese a lo trágico de cada partida.

Y aún en contra de su pedido, no hizo más que acatarlo.

—Como tu digas —dijo al fin, pasando una mano por la mejilla de la rubia—. No voy a mentirte, si no me lo pidieras, daría vuelta cada piedra con tal de dar con tu presencia.—sonrió mordiéndose el labio inferior—. No puedo con mi genio.

Arabella no pudo evitar sonrojarse ante sus palabras, y aquella sonrisa, que cada vez que la veía le hacia perder los estribos, no le ayudaba a mantener la compostura. Aun después de tantos años sin verla, sin poder tenerla solo para ella, tenia ese efecto tan gratificante. 

 Continuaron juntos por un rato mas, en un cálido silencio pese a lo frio de la noche, bailando bajo la luz tenue de una luna nostálgica, hasta que ella se fue. Desapareciendo por mucho tiempo.

  Hisirdoux le deseo en silencio que un día la paz la alcance, y que por lo menos sea un poco mas cerca de él.

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Una aclaración sobre este capítulo, es más extenso y está en otro libro. Lo incluí en la historia para que funcione como un antes y un después. Es una capitulo bisagra y recap de de como fue la vida de la brujis hasta ese momento.

Se que es algo que no deba decirlo, pero está historia es vieja, y ya hay cosas que no puedo arreglar sin desarmar toda la obra. Cosas que si estoy haciendo, pues la estoy convirtiendo en obra original 😎

Atte ✨La autora✨

Quedarse Quieta [Tales of Arcadia]Where stories live. Discover now