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 No era la mayor seguidora de los mapas. Aun siendo algo que venía leyendo desde que dejo Camelot, no terminaba de ubicarse en los caminos. Un detalle que la metía en problemas mas de lo que deseaba, y era de los que menos buscaba. 

 Por eso la noche que adopto a su familiar, una de las tareas que le encomendó fue el hacerse cargo de las ubicaciones. Y aunque ahora no le hablaba, manteniendo un voto de silencio, seguía confiando en su instinto.

White la guiaba de maravilla, aún sin decirle una palabra.

Alguna vez, en el castillo, no se imagino fuera de este. Al menos no de la manera en la que ahora se encontraba, tan lejos de lujos y la comodidad.

Aún después de tantos años, tantas aventuras vividas, le costaba verse fuera de la comodidad de un palacio o casona. Lo que la llevaba a odiar estar a la intemperie, en lugares pequeños, o perdida en un mundo que cada día se hacía mas grande. 

 

Pese a la lluvia de la noche anterior, la tarde estaba hermosa. El sol calentaba con dulzura, la humedad no  era sofocante y corría una suave brisa que indicaba que mas tarde seguiría lloviendo, eso y las nubes que se iban formando. El camino humedecido le brindaba uno de sus aromas favoritos, después del perfume de vainilla.

Arabella caminaba con cierta tranquilidad, hacia el próximo pueblo. Esperaba poder encontrar con rapidez a quien le diera una mano con el collar y de paso alojamiento por una noche. Otra más, lejos del frío y el agua.

 Cada tanto pensaba en lo mucho que cambió Inglaterra desde el día que se marchó de Camelot. En su madre y antigua mentora, y la mala fama que se gano tras la extraña muerte que tuvo, así también como el destino de varios seres que nunca tuvieron que ver la luz de sol. Y no solo porque el sol era un peligro para ellos, sino porque ellos mismo eran un peligro para el mundo.

Y aunque ella también era cierto peligro para el mundo, se alegraba que no fuera esa clase de peligro. Pues lo último que deseaba era acabar con el lugar en el que tanto amaba vivir.

Imponer miedo si, pero acabarlo no. Había soltado la idea de recorrer el camino de Morgana, y liberar la magia de una manera terrorífica dejo de ser (mas bien nunca fue) una prioridad. 

Cada tanto se le cruzaba la idea de los rumores que crecían alrededor de su nombre. Los conocía a todos, o a su gran mayoría. Algunos eran divertidos de oír, pues ni ella se creía capaz de desvalijar a un hombre con tan solo verlo; mientras que otros les causaba vergüenza. Odiaba que el mundo mágico solo se enfocará en todo lo terrible y dejará a un lado las buenas tareas que hizo.

Pese a lo mucho que le gustaba causar terror, ser el motivo por el cual varios huían despavoridos, la que hacia llorar con tan solo dar la sonrisa correcta, también le gustaban ser amada. La admiración le motivaba a mejorar, las alabanzas a su belleza e inteligencia alimentaban ese ego que también era parte de un rumor.

—Oh, esto es demasiado para mí.— se quejó.—Ya he divagado tanto, que ando por las nubes.

Dejo aquello, y comenzó una nueva tarea mental. Hacer listas, de lo que ella y su familiar necesitaban.

 Pensaba en donde estaría su gata White. A veces la felina se ausentaba tanto que le deba miedo que estuviera en problemas. Pero estaba segura que pronto está volvería de sus pequeñas vacaciones.

Iba distraída, con la cabeza en las nubes, pensando que quizás necesitaba mas ropa rosa, o debería seguir la lógica de seres mágicos de llevar un estilo mas obscuro.

—No me vendría mal un nuevo vestido, para los bailes en Londres —pensó en voz alta—. O quizás, un acaudalado caballero.

Alguien llamándola a lo lejos la alejos de sus pensamientos, y la puso una vez más en la tierra.

Quedarse Quieta [Tales of Arcadia]Where stories live. Discover now