Había una vez...

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Iba junto con que la mujer que la cuido por siete años al castillo. Pese a su corta edad, la niña era parte de la servidumbre de Camelot, y su tía se había asegurado de que tuviera un lugar ahí.

Todo lo que había en el camino era digno de su atención. Desde alguna piedra pequeña, hasta alguna mariposa revoloteando cerca. Hasta ese momento, lo vio todo, se sabía el camino de memoria. Sin embargo, una criatura, un poco más baja que ella, algo completamente nuevo para sus ojos, logro hacer que soltara la mano de su tía.

Y fue a partir de ese momento, que todo a su alrededor dio un vuelco.

•••

 Abrió los ojos minutos después un fuerte impacto producto de un choque energético. Mientras mas recuperaba la compostura, menos entendía lo que le pasaba, y la histeria de la tía tampoco la ayudaba. 

 —Eres... Eres una bruja.— dedujo la mujer.

Poco a poco fue transformando su rostro de sorpresa a terror. Estaba segura que algún día la niña que tenía a su cuidado iba hacer lo mismo que su hermano o la esposa de este. Nunca creyó que fuera ella quien tuviera que vivenciarlo.

— Y robas magia.— añadió.

 La niña no entendía nada de lo que ocurría, y ante la presión del momento empezó a llorar. Sus lágrimas de terror escurrían por su pequeña cara como un rio, que amenazaba con dejarla sin aire.

Una palabra tan extraña y familiar. En el castillo la oía todo el tiempo, pero nunca imaginó de lo que se trataba. Y ahora que lo vivía en carne propia, aterrada y adolorida, no podía hacer más que llorar de la pena y vergüenza por serlo.

La mujer que la acusaba con el dedo de brujería se acerco a ella y con brusquedad la tomo del brazo. Comenzó a arrastrarla y fue tirando de este sin importarle nada. Buscando una forma de deshacerse de su pequeña sobrina de apenas diez años.

Y así como el destino puso aquella criatura desconocida en su camino, también condujo a alguien más por el mismo.  

—Señora, de buena fé, le pido que suelte a la niña.— ordeno con respeto una mujer que era desconocida para la más joven.  

 La tía de la criatura, quien aun lloraba desconsolada, la reconoció; era inevitable no hacerlo más aún si se trabaja en el castillo. Pudo ver oscuridad en su mirada verde, y autoridad en su firme figura.

El rumor era cierto, provocaba miedo con solo su presencia.

 Sin pensarlo dos veces, soltó el pequeño brazo que sostenía con fuerza y odio, se dio la vuelta. Balbuceo algo que no se pudo oír y se marcho sin ver atrás, sin preocuparse por la vida que cuido por años.

Ella solo la abandonó. La dejo a su suerte, esperando que alguien más terminará lo que quería lograr.

—¡Tía!— gritó con desesperación la niña.— Seré buena, no me dejes.— prometió en vano.

—Olvídalo niña, no vale la pena prometer y llorar por alguien que subestima y teme a la magia.— dijo la desconocida.

 La mujer se coloco a la misma altura de la niña, quien seguía llorando. Su mirada marrón estaba enrojecida no sólo por las lágrimas de dolor, sino que también por su propia magia. Algunos destellos rosas se reflejaban en esta. No había visto algo tan puro y trágico en su vida.

Paso un pulgar por las mejillas humedecidas, secando algunas lágrimas, y le sonrió con calidez.

— Me llamo Morgana ¿Tú como te llamas?— preguntó con cierta dulzura.

Morgana lo sabía, pero estaba segura que ella no la conocía.

—Me llamo Arabella, lady Morgana.— dijo aun entre lágrimas.— No quiero ser mala, no quería hacer eso.— señaló un pequeño ser mágico desmayado en el suelo.— No quería sacarle su magia.— susurro. 

 Morgana vio al gnomo, que mas que sin magia estaba sin energía. Sin mostrar sorpresa alguna, le tomo la mano a la niña, y la llevo con ella al castillo donde habitaba.

Termino por confirmar sus sospechas. Arabella no era como las demás brujas. Sino, más bien, rara, extraña, y con tanto potencial. Al fin su camino se iluminaba y aquella niña volvía a este.

—No te preocupes Arabella, conmigo tendrás un nuevo hogar en Camelot, y sabrás todo lo que tengas que saber sobre el gran poder que llevas contigo.— le prometió.

—¿Entonces no veré más a mi tía?— preguntó Arabella con ingenuidad.

—Ella ya no será importante.— se limito a responder.

Dentro suyo, la hechicera sabía que era cuestión de tiempo. Aún así, no iba a negar que se le estaba yendo la pacien con aquella mujer que parecía dispuesta a que Arabella fuera una más de servidumbre.

—A partir de hoy tendrás la vida que mereces, y el futuro será solo tuyo.— dijo y dio una sonrisa de tranquilidad.

  Arabella no entendió muy bien lo que Morgana le quiso decir, pero se sentía feliz. Quién conocía como su familia temió de ella, mientras que una extraña no hacia más que darle posibilidad de un futuro brillante.

Uno con magia.

Quedarse Quieta [Tales of Arcadia]Where stories live. Discover now