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(les recomiendo que vuelvan a leer la ultima parte del anterior capitulo, debido a que tuve que reescribirla porque Wattpad borró todo y no tenía respaldo)
THOMAS'S POV !
—ME ALEGRO DE QUE ME HAYAS BESADO— solté de la nada mientras caminábamos hacia la casa del árbol, nuestro lugar favorito para perder el tiempo y mi lugar favorito para ocultarme de mis padres. Observé el reloj que Venus llevaba siempre en su mano izquierda, el cual apuntaba a que ya casi serian las 11 p.m.
Me preocupaba que quizás su madre estuviese buscándola, puesto que siempre es muy puntual con sus horarios. Aparté todos esos pensamientos y recordé lo que había dicho antes, fue algo que salió sin pensar y muy tonto de mi parte.
—Es decir, sé que soy irresistible nena.— para la ultima frase tomé el tono de seguridad que es característico en mi, quizás porque no quería que ella se diera cuenta de la sinceridad de mis palabras, el abrirme me costaba un montón, pero sabia que lo entendía, y yo a la vez, no entendía eso. ¿Quién querría aguantar a tremendo bocazas y payaso?
—Eres totalmente irresistible, Eaton.— respondió, por primera vez luego de varios minutos en silencio. Sentí como mis mejillas empezaban a arder y viendo como sonreía —con esa sonrisa perfecta, frunciendo levemente sus cejas y arrugando su respingada nariz—, tomé su mano, sentí como la calidez del simple hecho de tenerla a mi lado, se extendía.
Era extraño lo mucho que podía hacerme sentir seguro, sentirme querido. Y me odiaba por ello, principalmente porque era débil, débil para ella, sabía que no podría hacerla feliz, ¿cómo hacerlo si ni siquiera sé cómo ser feliz?
Intenté apaciguar aquellos pensamientos que brotaban y simplemente me dispuse a disfrutar del momento. Después de todo, esa calma era momentánea, en cuanto cruzara la puerta del infierno llamado casa, sabia que me iba a arrepentir de no haber atesorado su compañía y la serenidad que me trasmitía.
—¿Acaso he logrado sonrojar al bocazas de Eaton?— cuestionó ampliando su sonrisa y apretando mi mano.
—Sólo lo admitiré una vez, no entiendo cómo provocas tanto en mí. Pero sí, lo has logrado, que no se te haga costumbre.— le guiñé el ojo.
—Atesoraré tal premio mi señor.— dijo burlona.
—Por supuesto que lo harás. ¿Quieres pasar un rato en la casa del árbol?— sólo crucé los dedos queriendo prolongar su estadía.
—Claro.
Subimos en silencio las escaleras de madera que había construido con mi padre cuando solíamos pasar tiempo juntos. Aquellos años parecían tan lejanos, como si de siglos se tratasen. Recordaba como solía jugar con la pelota mientras veía como mi hermano le ayudaba a martillar los tablones, y como cuando sin querer y por mi culpa hice que todo el trabajo del día se destruyera puesto que al lanzar la pelota esta derrumbó un balde de pintura que a su vez desacomodó la estructura. Aun así, recuerdo también como mi padre sin enojarse ni impacientarse, me sonrió y dijo que todo estaba bien. Para luego proceder a comprarme un helado debido a que no podía dejar de llorar, ya que había sido mi culpa que el fuerte se retrasara.
