Diario de a bordo {24}

17.4K 1.4K 1.3K
                                    

Sumergirse en un sueño profundo durante la noche tenía una agradable consecuencia a la mañana siguiente... y es que los despertares eran más prolongados y perezosos al estar completamente relajada. Tenías un extraño hormigueo en el cuerpo producto del letargo, sintiéndote extenuada y sin que tuvieras ganas de mover un músculo.

No obstante, notabas una leve punzada en la parte baja de tu espalda, como si el costado te tirase al llevar horas yaciendo en la misma postura. Tu cadera había encajado en el jergón y parecía haberse anclado en un pequeño hundimiento que, debido al uso, se había creado en el centro del colchón. Te removiste un poco para salir de ese incómodo espacio, acercándote un poco más a la cálida figura que dormitaba frente a ti.

Entreabriste los párpados cuando la punta de tu nariz se topó con una superficie dura y suave. Su piel tibia te produjo una sensación de cosquilleo al retirar tu rostro de la parte superior de su espalda, notando su proximidad al instante en que tus ojos enfocaron la curvatura de sus omóplatos. El sol todavía no había salido, pero los primeros haces de luz del amanecer iluminaron la estancia lo suficiente para contemplar la parte posterior de su cabeza, viendo cómo las puntas de su cabello se doblaban contra la almohada y caían en todas direcciones.

Fue en ese instante cuando fuiste consciente de que le estabas abrazando por la espalda y que vuestras posiciones se habían invertido desde que os dormitéis horas atrás. Ahora, tu brazo descansaba sobre su cintura y tu pierna derecha había invadido el espacio entre las suyas, entrelazando vuestras extremidades inferiores bajo un lio revuelto de sábanas que apartasteis a patadas debido al calor. Era innegable que la noche fue calurosa, pero en las horas previas de la salida del sol la temperatura siempre descendía algunos grados, así que agradeciste el calor corporal que irradiaba cuando te abrazaste a él en sueños. Aunque no estabas segura de tu manera de aferrarte a su anatomía, ya que no sabías si a él le molestaría que restringieras sus movimientos cuando despertara. Bakugō podría apartarte con facilidad del abrigo de su cuerpo... así que preferiste hacerlo por ti misma antes de que él tomara la decisión de distanciarse de ti para salir de la cama.

Por ello, elevaste con suma lentitud el brazo que rodeaba su cintura, no queriendo sobresaltarle con alguna caricia cosquillosa. Sin embargo, no tuviste la ocasión de despegarte de su contacto, ya que su mano izquierda se cerró en torno a tu antebrazo y te retuvo. Le escuchaste murmurar una frase entre dientes casi inaudible y completamente inteligible que sonó como un gruñido ronco y adormilado, así que volviste a apoyar tu brazo sobre él sin que debatieras mentalmente por qué te "obligaba" a abrazarle.

Cediendo a su reacción caprichosa y decidiendo que esta vez tú podrías utilizarle como almohada, volviste a relajarte y a sellar tus párpados, resguardando tu rostro en su espalda cuando te aproximaste de nuevo en busca de confort y calidez. Por otro lado, una sonrisa victoriosa —a la par que perezosa— surcó las facciones relajadas del rubio ceniza mientras regresaba a su estado somnoliento y suspiraba profundo con los ojos cerrados, notando tu pausada respiración contra la línea central de su columna. Su mano se mantuvo sobre tu antebrazo hasta que volvió a quedarse dormido y su extremidad cayó hasta tu muñeca y posteriormente al dorso de tu diestra, quedando laxa sobre ella y cubriendo tus nudillos con holgura.

Ambos seguisteis recuperando fuerzas y viviendo una situación de ensueño sin que vuestro leve desvelo interrumpiera el descanso. Quizás fuera producto de tu imaginación, o más bien de tu subconsciente completamente tranquilo, pero el aroma acaramelado de su piel casi funcionó como un narcótico para ti cuando ni siquiera notaste que él tensaba la espalda y estiraba las piernas para desperezarse. Bakugō decidió que ya era hora de levantarse y empezar la jornada cuando abrió uno de sus ojos y comprobó la cantidad de luz que había en la habitación. Volteó la cabeza para mirar por encima de su hombro, queriendo ver la altura del sol respecto a la línea del horizonte, pero desde su posición en la cama no podía ver más allá del marco inferior de la ventana, así que tendría que incorporarse para hacerlo.

La Perla Carmesí [Bakugou x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora