Diario de a bordo {9}

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Un dolor punzante palpitaba en el interior de tu cráneo, impidiéndote descansar adecuadamente... Teniendo un reposo intranquilo y molesto, aun cuando el cansancio físico se sobreponía a otras posibles dolencias que te aquejaban. Tan solo podías quejarte en sueños y apretar tus párpados cuando la sensación de mareo regresaba y sentías tu cabeza dando vueltas como si perdieras el equilibrio.

Estar dentro de un navío tampoco te facilitaba la recuperación a pesar de que la mar estaba en calma, puesto que el barco se mecía con suavidad entre las aguas. Sin embargo, tú sentías amplificadas esas sensaciones, acentuando los vuelcos en tu estómago vacío.

No obstante, unos toques delicados y generosos en tu rostro te aliviaban cuando fruncías las cejas y torcías la comisura de tu boca, sintiéndose como ásperos bálsamos que te relajaban y te hacían saber a través de la bruma del sueño que no estabas recuperándote sola ni te habían abandonado.

Intentaste abrir tus ojos en más de una ocasión cuando te desvelabas, pero las pocas fuerzas que tenías te hacían flaquear y caías de nuevo en un sueño profundo... Rindiéndote al entreabrir tus párpados y no llegar a enfocar a quien se encontraba a tu lado... Siempre con aquellas caricias acompañándote en silencio de manera ininterrumpida hasta que tu mente se apagaba y volvías a dormirte.

El graznido de una gaviota te sobresaltó. Regresando a la realidad al cabo de un par de horas más de sueño ininterrumpido. Un pesado bostezo se apoderó de tu boca, procediendo a cubrirla con tu diestra cuando fuiste a llevarla hacia tu rostro... aunque un flojo agarre te lo impidió.

Al separar los párpados y enfocar al chico que tenías delante, notaste el leve apretón de su mano sobre la tuya antes de que la liberase y te permitiera moverla como quisieras. Te frotaste las comisuras de los ojos con el dorso de tu mano mientras soltabas un quejido ante la sequedad en tu garganta.

—Buenos días, dormilona —él te saludó con una amplia y brillante sonrisa, apoyando los codos en sus rodillas para inclinarse hacia ti—. ¿O debería decir 'tardes'?

—Kirishima... —mascullaste, sintiendo la lengua adormecida—. ¿Qué paso? ¿Qué hora es?

Shh, vuelve a recostarte —solicitó conforme llevaba sus manos a tus hombros para empujarte con suavidad de vuelta al catre—. Te golpeaste la cabeza y es probable que te marees si haces movimientos bruscos.

Volviendo a quedar de costado y liberando un largo suspiro, hundiste el lateral de tu rostro en la mullida almohada, mirando con un solo ojo abierto al pelirrojo. Le hiciste una exhaustiva revisión hasta donde te llegaba la vista, queriendo asegurarte de su estado tras haberlo visto sufriendo a causa de las sirenas.

—Estás bien —no fue una pregunta, sino un anuncio cargado de alivio cuando sonreíste de medio lado, alegrándote porque él estuviera igual de sano y jovial que de costumbre.

—Todos lo estamos, (Nombre). Gracias a ti —Kirishima ladeó su cabeza, luciendo realmente adorable y tierno con aquella sonrisa—. Nos salvaste.

—Tenía que devolveros el favor —cerrando tus ojos y dejándote llevar por la calma que te produjo recibir buenas noticias, respiraste con sosiego. La tripulación... tus amigos... ellos estaban bien y era todo lo que te importaba en esos momentos—. Tuve que tomar el barco y recoger al banco de peces descarriados que erais. Bakugō no estará muy contento por mi fallido intento de amotinarme y apoderarme de su tripulación —bromeaste para aligerar la tensión de tu cabeza, pues unas repentinas ganas de llorar oprimieron tu pecho de alivio porque tus muchachos estaban en perfecto estado.

Kirishima rió, apoyando una mano en tu hombro para darte una pequeña sacudida amistosa. Tal y como él hacía con sus colegas.

—Tú eres el único pececito descarriado de nuestro capitán —él continuó con la broma hasta que se percató del error garrafal que había cometido con esa sutil confesión.

La Perla Carmesí [Bakugou x Lectora]Where stories live. Discover now