Diario de a bordo {31}

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El sol del mediodía alcanzó su punto álgido cuando estabas embarnizando el pasamanos de las escaleras que subían al puente de mando, ya dando una segunda capa de modo automático y con la mente en blanco. Estabas tan ausente en tus recuerdos que soltaste un pequeño grito al sentir un jalón en el cuello de tu camisa, tirando de ti hacia atrás y orientándote hacia la pasarela para descender del navío.

—Terminaste tu trabajo, (Nombre). Es hora de comer —tu capitán te anunció, arrebatándote la brocha de pintura y arrojándola a un balde vacío.

Te recolocaste la blusa mientras Bakugō te empujaba hacia delante —sosteniéndote por los hombros— como si quisiera que te dieras prisa para caminar. Echaste un último vistazo al barco, creyendo que vuestros camaradas irían tras vosotros dos, pero pestañeaste ligeramente estupefacta cuando solo Kirishima te saludó desde la embarcación con una particular sonrisa y un divertido ondular de su mano a modo de despedida, para después cruzarse de brazos y voltearse para almorzar con los demás en cubierta.

—Bakugō, ¿a dónde vamos? —cuestionaste cuando finalmente te permitió caminar por ti misma y no a base de vehementes empujones.

—A por mapo tofu. Tengo hambre —sentenció con simpleza antes de adelantarse y ser el guía.

Era cierto que desde el aperitivo que Satō te ofreció no habías probado bocado, pero Sero y Kaminari también te advirtieron del peculiar gusto picante del capitán y que muy pocos toleraban ese ardor en la lengua cuando su superior les invitaba —rara vez— a almorzar... Por no hablar de los dolores estomacales si el desafortunado comensal no toleraba las fuertes especias. No obstante, no ibas a echarte atrás o rechazar su oferta sin haber degustado el plato, así que seguiste a Bakugō a través de la ciudad, alejándoos del puerto y yendo hacia el este. Lo dedujiste al divisar los torreones del Fuerte de la Guardia Marina por encima de los tejados, extrañándote que él quisiera acercarse tanto a aquella fortaleza cuando demostró abiertamente que aborrecía lo que representaba y a quienes había en su interior.

El mesón debía merecer la pena si el malhumorado capitán pirata se tragaba su orgullo por un guiso especiado.

Al recorrer una transitada calle adoquinada supiste cuál era vuestro destino al leer el cartel colgante del establecimiento. La tablilla de madera se balanceaba suavemente con la brisa, estando sujeta por la parte superior por unas finas cadenas unidas a un soporte de hierro forjado anclado a la fachada. Ésta era de un color marfil y estaba recubierta por piedras de tonalidad ocre alrededor de las ventanas, el marco de la puerta y bordeando las esquinas del edificio, dándole un aspecto cálido y confortable. Si el exterior te pareció bien cuidado con sus maceteros florales decorando los poyetes, al entrar al mesón los detalles clásicos y tradicionales de la madera en las vigas del techo y el revestimiento de las paredes, sumados al estilo oriental antiguo de los muebles, definitivamente te trasladó a otro rincón muy diferente a Froppy's o a lo que anteriormente hubieras visitado. La taberna —y pequeña posada— donde estuviste era más humilde y sencilla que Himura's, así que tu vista se empapó con la delicada decoración y la vajilla ornamental pintada a mano que reposaba en los estantes, como frágiles piezas de porcelana que contemplarías desde una distancia prudencial al temer que cayeran con el débil hálito de tu respiración.

Tu primera impresión fue que el local era familiar, pero exquisito, pues viste comensales bien ataviados con sus caros ropajes en un ambiente demasiado formal y recto. Por un instante te sentiste fuera de lugar, creyendo que no encajabas allí, pero la diestra de Bakugō en la zona lumbar de tu espalda te impidió retroceder, ya que él te animó a tomar una mesa vacía con un leve empuje.

No saliste de tu asombro cuando la misma mano que te guiaba se distanció de tu cuerpo para agarrar el respaldo de una silla y deslizar las patas traseras por el piso para retirarla de debajo de la mesa, indicándote que ese sería tu asiento para él elegir justo el que estaba enfrente. Te arreglaste la blusa nada más sentarte, procurando plisar las arrugas de las mangas para tener un buen aspecto. Al alzar la mirada notaste que Bakugō retiraba su sombrero y estiraba su brazo hacia arriba para colgar el complemento en un saliente de la pared, ya que estabais ubicados en el ala derecha del amplio comedor. Te inclinaste un poco hacia delante, casi tentada en ahuecar el lateral de tu boca con la mano para que ningún comensal o empleado escuchara tu pregunta.

La Perla Carmesí [Bakugou x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora